El autor madrileño publica su primera novela, ‘Todo empieza en septiembre' (editorial Planeta), con tintes generacionales y profundas reflexiones sociopolíticas.
Archivado en: entrevistas, literatura, Daniel Bernabé
F. Q. Soriano
21/4/2023 - 00:57
Cuando los ecos de la recesión de 2008 parecían cesar, la aparición en escena de la pandemia o la guerra en Ucrania han devuelto a la realidad a la generación que actualmente tiene o ronda los 40 años, un público que puede sentirse especialmente reflejado en 'Todo comienza en septiembre', la novela de Daniel Bernabé y eje de esta entrevista.
Todo empieza en septiembre' es, en principio, una novela enfocada para personas de unos 40 años, pero, ¿puede haber lectores de otras edades que se pueden sentir identificados?
Creo que sí. Es un libro donde hay varias generaciones en juego: un chaval joven, de unos 20 años, que aparece en el libro como el compañero de piso de Jaime; hay una chica, Irene, de 30 años, que es la que da el contrapunto a Jaime y está muy adaptada a este mundo de incertidumbre; y está Jaime, de 40 años, que comienza la novela con su vida entre andamios, totalmente a la deriva y mirando hacia dónde va, ese momento jodido de la vida en el que no es que tengamos problemas sino que carecemos de dirección. Es una novela que intenta contar algo que se ha contado poco; a la generación que ahora tenemos 40, hace diez o doce años nos pilló la gran recesión, en un momento muy concreto que es cuando empiezas a asentar tu vida, te planteas comprar una casa e incluso tener hijos. Nos arrasó una crisis económica sin precedentes, así que tuvimos que sobrevivir, sacar la cabeza del agua y seguir para adelante. De salto de mata en salto de mata, un día te levantas y tienes 40 años. No son los 40 años de tus padres, no tienes nada. Ese juego de tres generaciones está muy presente en el libro. La gente que haya vivido esto se sentirá muy identificada con el protagonista.
Jaime Peña es escritor, aunque se gana la vida como periodista, tiene 40 años... Parece complicado no establecer una similitud con el autor de la novela. ¿Qué tiene Jaime Peña de Daniel Bernabé?
Muchísimo. Pero este libro no es una autobiografía ni una autoficción, ni mucho menos. Esto es una novela estructurada con una trama, un desarrollo y una historia muy interesante de 'thriller' político. Lo que sucede es que yo, en mi primera novela, necesitaba sentirme cómodo escribiendo. Para ello he escrito sobre lo que conozco, no tanto porque me hubiera pasado a mí, sino porque es algo que le ha pasado a mucha más gente y es algo que no se ha contado con la suficiente intensidad. Me apetecía levantar un poco la bandera, decir que no estamos solos. La ficción también vale para eso muchas veces: identificarnos emocionalmente. Una novela aspira a conseguir eso.
"Es difícil que en España se dé algo como el asalto al Capitolio" |
Hay ficción, pero también realidad. ¿Se da especialmente en lo referido a los mecanismos de poder?
Totalmente. El día que Jaime tiene que ir al banco porque le han llamado y le meten el miedo en el cuerpo diciendo que tiene que compartir piso para reducir gastos, recibe un misterioso correo electrónico donde aparece un grupo de gente muy poderosa y en el que le animan a investigar sobre ello. Así arranca un 'thriller' político de misterio donde el lector va a acompañar a Jaime y va a ver ese desarrollo. Cuando escribí el libro no sabía si estaba haciéndolo sobre algo que había ocurrido o sobre algo que iba a ocurrir, el intento de sabotaje de unas elecciones generales, más allá del intento de la ultraderecha de la subversión de nuestra democracia, que es una pregunta que flota en el ambiente y este libro sí se hace.
¿Hay muchas Claudias de la Hoz en España?
Sin duda alguna. Claudia de la Hoz es un personaje interesantísimo que aparece muy poco en la novela pero que tiene un gran peso. Es como el gas las trincheras de Verdún, no se veía pero cuando te pillaba, morías. Es una empresaria televisiva cuyo interés es transformar la política del susurro en sentido común, es decir, aquel susurro que se hace fuera de los focos, del escrutinio público, de las instituciones democráticas, fuera de aquellos sitios donde teóricamente los ciudadanos podemos controlarla. Esa transformación hace que todos acabemos pensando qué cosas son razonables cuando quizás no lo sean tanto.
¿Temes que alguien se pueda dar por aludido?
Probablemente. Cuando te pones a escribir, una de las categorías que no puedes tener encima es la comodidad; aquí a escribir se viene a arrojar luz sobre aquellos lugares que quieren permanecer en las sombras. He elegido unos personajes muy paradigmáticos, de ficción, pero que representan no tanto a individuos sino a sectores muy determinados que todo el mundo va a reconocer. Hay un juez del Tribunal Supremo, un empresario de la construcción que es un especulador, hay una empresaria televisiva, hay un tipo que repta por las cloacas del país y luego un ministro, sobre el que no quiero desvelar mucho, pero que representa algo muy interesante, un sector de la derecha política que en un momento determinado fue moderada y que cada vez tiene menos poder y capacidad de maniobra.
Jaime Peña ve en este caso la oportunidad de defender todo lo que él propugna. ¿Hay una intención de reivindicar el periodismo como cuarto poder?
Eso es. A Jaime le ocurre algo muy interesante, hace diez o quince años iba a manifestaciones y gritaba aquello de "televisión, manipulación". El periodismo tiene una enorme hipoteca por la que le pasó factura: no fiscalizó al poder económico; la gran recesión de 2008 nos pilló a todos con el paso cambiado, nos decían que todo funcionaba estupendamente y que no había ningún problema con especular con la vivienda y, de repente, la economía del mundo se cae, una cosa gravísima. El periodismo falló estrepitosamente al estar tan cerca del poder económico, perdió el criterio y la independencia. Jaime se da cuenta que varios años después hay un grupo de personas que odian a los periodistas, no les piden que hagan bien su trabajo sino que les usan, directamente, como cabezas de turco porque se ha emprendido una guerra contra la verdad y los periodistas son enormemente incómodos. Jaime es periodista y quiere reivindicar la profesión, que es intentar contar las cosas de la forma más honrada posible, incluso con sus sesgos, taras e inclinaciones ideológicas. Ahí se produce ese enfrentamiento entre la verdad y la mentira en un mundo donde queremos agarrarnos a esos clavos ardiendo que se nos proponen. Quería incluir esta contradicción, esa pregunta sobre si son necesarios los periodistas. Claro que hacen falta los periodistas, más que nunca.
"Hay que arrojar luz sobre lugares que quieren estar a la sombra" |
Uno de los temas que aborda el libro es la manipulación digital. ¿Cuánta más información menos informados estamos?
Es algo interesantísimo. Contrapongo en el libro dos conceptos que son la conspiración y la conspiranoia; el primero es la coalición de un grupo de gente poderosa para alterar en su favor algún tipo de mecanismo institucional pero fuera del escrutinio público. Esto ocurre, por ejemplo, el mercado inmobiliario está totalmente adulterado porque hay unos fondos de inversión norteamericanos a los que les interesa. Convivimos con esto, gente que conspira para asaltar el parlamento de Estados Unidos y da un golpe de estado, y a la vez convivimos con gente que se agarra a cualquier amenaza, esa conspiranoia demencial y real y que cada vez tiene más éxito. Un día nos despertamos en plena pandemia con nuestro vecino o amigo, adultos funcionales, que piensan que nos están metiendo microchips con las vacunas. ¿Cómo hemos llegado aquí, a un punto en el que hasta la amenaza más estúpida y demencial acaba tomando visos de realidad y sin embargo no somos capaces de comprender las amenazas reales que nos acechan? Claramente hay una conexión entre esos sectores, las conspiranoias se fomentan para que no atendamos a las conspiraciones. Esta contradicción también la quería plasmar en el libro. Jaime, para vencer a la conspiración, primero tiene que enfrentarse a la conspiranoia.
Hace dos años vivimos el asalto al Capitolio, hace pocos meses asistimos a algo similar en Brasil con los seguidores de Jair Bolsonaro. ¿Crees que en España realmente podemos vivir un capítulo de esa índole?
Cuando empiezo a pensar en este libro es hace dos años. Mi editora de Planeta me propone escribir una novela, y yo me planteo escribir algo generacional. Esa era la idea al principio, pero luego pensamos que los libros también deben tener un acicate para pasar páginas y es cuando entra la línea política para servirte. Entonces empiezo a pensar en cosas que ya han sucedido en este país y, cuando acabó de escribirlo, vuelve a estar esto de plena actualidad. Lo que ha sucedido respecto a la renovación del Tribunal Constitucional y el asalto de un alto tribunal a nuestro poder legislativo es un acontecimiento, al menos, de absoluta falta de habitualidad, es algo muy raro y está pasando. ¿Puede ocurrir aquí algo parecido a lo de Brasil y Estados Unidos? Creo que exactamente de la misma manera, no, pero sí creo que podamos asistir a algo que planteo en el libro: cómo se pueden
desligitimar unas elecciones generales. He querido plantearlo de una manera casi rocambolesca, hay temas muy serios que merece la pena contemplarlos algunas veces desde la risa o desde la ironía. En este libro hay humor, pero trata un tema muy serio. En España vamos a enfrentarnos a que si el resultado de las próximas elecciones es muy ajustado podemos asistir a procesos de deslegitimación de las mismas, sobre todo si es la izquierda la que obtiene un resultado favorable. Ahí veremos hasta qué punto nuestras instituciones democráticas y nuestra sociedad están preparadas para afrontar un momento muy particular.
"Sí existe el riesgo de que se traten de deslegitimar las elecciones" |
El caldo de cultivo no parece muy idóneo cuando hay partidos que han asegurado que el Gobierno actual es ilegítimo...
En el año 2020 comienza esta legislatura ya en un ambiente enrarecido, no había pasado nada salvo que una coalición de un partido de izquierdas como Unidas Podemos era esencial para la gobernabilidad del país. Se había intentado por todas las vías que no llegara al poder, tanto es así que tuvimos que repetir dos veces las elecciones, en 2016 a Pedro Sánchez le apartan para que no negocie con ellos, pero llega un momento en el que esto es ya irrenunciable. Nadie se acuerda, pero la Junta Electoral central, unos días antes de la investidura, de repente intenta meter en problemas a Junqueras, al margen de que él lo hiciera bien o mal, para que se rompiera el acuerdo con ERC y no se pudiera votar. Esto ya fue raro. Comenzó la legislatura y tenemos a los líderes de las derechas diciendo que es un Gobierno ilegítimo. Esta idea es muy peligrosa. Puede empezar como una táctica electoral pero deja un poso en las personas, sobre todo en aquellas que en principio no tenían demasiado interés en la política y acaban movilizadas en contra de un Gobierno, porque creen que no tiene la virtud de poder gobernar y, por tanto, se le puede expulsar de cualquier forma. Hay mucha gente durante el asalto al Capitolio que creía que le estaba haciendo bien a su país. Hay un personaje en el libro que le dice al protagonista que no se trata de favorecer a ningún partido, sino de evitar que unas elecciones acaben en catástrofe porque en esos momentos "todo el mundo cree que tiene la posibilidad de imponerse al otro", y ahí es cuando una democracia sufre.
En esta línea entre ficción y realidad, Jaime representa una precariedad laboral que le impide ser padre, un deseo que tiene que postergar en el tiempo. ¿Por qué en un país donde la población es cada vez más mayor, donde hay un problema evidente con el sistema de pensiones, no se cambia el modelo socioeconómico?
No es habitual que este tema, el de la paternidad no conseguida, se ponga encima de la mesa, especialmente por parte de los hombres. Hay un momento en el que Jaime tiene la sensación de que debería llevar a alguien de la mano. Es un sentimiento doloroso que los hombres no ponemos encima de la mesa a menudo y quería sacarlo en la novela, reflejar a una generación que muchas veces nos hemos visto abocados a unos modos de vida que no llevamos. España es una de las principales economías del mundo pero tiene unos sistemas tan raros de acceso al bienestar, fundamentalmente porque cayó dentro de la hégira neoliberal, se pensó que era positivo que todo estuviera a expensas del mercado. Esto ha hecho que en algunos momentos la economía se revolucionara, pero, por otro lado, ha creado discrepancias en la sociedad en temas absurdos como, por ejemplo, la vivienda; no es normal los precios que hay en el alquiler o en la compra de un piso, es algo que lleva 20 años y no se soluciona. Hay gente que gana mucho dinero con esto y no quieren que se acabe. El dinero, además, trae poder, el dinero no flota sólo en el vacío. Lo que hay detrás es que unas clases rentistas de este país que no dan un palo al agua y quieren seguir viviendo así. Para acabar con una visión optimista, el libro incluye un momento en el que le dicen a Jaime "date el gusto por una vez en tu vida de levantar la cabeza, mirarles a los ojos y decirles que no". Quiero que este libro sirva un poco para eso, que muchas lectoras y lectores tengan ganas de levantar la cabeza, las cosas están cambiando, para bien incluso, despacio, poco a poco y en sectores determinados, pero hay cosas que se están haciendo, por ejemplo desde el Ministerio de Trabajo, que son inéditas. Eso no ocurre solo porque haya una persona en el Ministerio que se llame Yolanda Díaz, sino porque hay gente que salió a la calle, se afilió al sindicato o hizo huelgas años atrás. Esos cambios inquietaron a mucha gente y por eso tratan de revertirlos, montan esas conspiraciones para situarse por encima del voto de la mayoría.
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