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Imanol Arias: "El trabajo en escenario no tiene edad"

El actor de Riaño regresa al Teatro Infanta Isabel con ‘Muerte de un viajante', después de una larga y exitosa gira. La temática de la obra y su extensa trayectoria le llevan a reflexionar sobre la importancia social del teatro.

Archivado en: entrevistas, cultura, teatro, Imanol Arias

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Francisco Quirós
09/9/2022 - 00:12

Hace prácticamente un año Imanol Arias volvía a reivindicar su valía como intérprete encarnando a Willy Loman, el protagonista de ‘Muerte de un viajante', una obra que bajo la dirección de Rubén Szuchmacher recuperaba la esencia teatral en el madrileño Infanta Isabel. Después de una gira intensa, el título regresa a este espacio.

Hace prácticamente un año presentabais en el Teatro Infanta Isabel esta misma obra. Habéis salido de gira con ella, con un gran reconocimiento por parte del público.
Ha sido una experiencia increíble. Hemos hecho 160 funciones, llenando muchos lugares. El secreto de la función está, cuando ya tienes un entramado, en hacerla muchas veces porque no es nada contemplativa, no es autocomplaciente, el actor debe tener cierta edad para llegar a hacer este tipo de obras y no demostrar nada, sino centrarte en la pieza. El paso por Barcelona ha sido espectacular, ir al Teatro Romea, con todos los antecedentes que tiene... Nos hace estar muy contentos. Además se da la circunstancia de que los elencos jóvenes se mueven mucho más. Si me preguntarás qué diferencia hay respecto al comienzo, es cierto que hay otros colores. Tenemos unos actores fabulosos, Daniel Ibáñez es un actor con una trayectoria poderosa y Andreas Muñoz es un descubrimiento increíble, formado en Londres. Hace pocos días estaba viendo la temporada cuarta de 'Peaky blinders' donde se marca un papel tremendo. Volviendo a los cambios de la obra, una, la nueva, parece que está vista a las cuatro de la tarde, y otra está vista a las siete, con el atardecer. La anterior, quizá al hacerla con Jon, mi hijo, había una cosa muy poderosa que nos ha servido, pero ahora con ellos sigue surgiendo eso y estableciéndose una nueva relación. El hecho de cambiar de elenco, que en principio podría parecer una faena, ahora lo veo como una oportunidad. Además, Madrid nos invitó a abrir temporada, que es una parte muy necesaria, en un curso que viene muy cargado y en el que el público va a tener muchos problemas para ir al teatro, por lo que hay que dar solo cosas muy buenas. Dicen que va a estar la cosa muy fastidiada para todos, parece que nos va a costar todo mucho, con lo cual hay que apelar a que es realmente un estreno, hay otra situación. La obra sigue siendo muy valiosa; hacer que la gente se olvide de sus problemas y disfrute de la literatura solamente se va a conseguir produciendo la experiencia. En momentos así, solo las grandes obras te permiten caminar y vivir con algo; ahora es el momento de que esta función tenga ese cumplimiento, por eso la hacemos en dos horas, no la llenamos de imágenes de Instagram, vamos directamente al grano. Las experiencias de Bilbao y Barcelona han sido muy aleccionadoras, con el objetivo de llegar a las 200 funciones, que para una compañía privada es un gran logro.

"El personaje de Willy Loman me ha enseñado más de lo que yo he puesto" 

Después de este tiempo interpretando a Willy Loman, ¿qué parte tuya le has dado al personaje que vemos sobre las tablas?
En realidad, Willy Loman me ha enseñado más a mí sobre el oficio que lo que yo le he puesto a él. En el teatro la escucha es fundamental y por lo visto tengo una escucha interesante. Eso es lo que le he aportado al personaje, que es lo mínimo, el oficio. Lo que me a mí me ha aportado es una dimensión sobre el teatro, la palabra, la literatura y la forma de actuar en los grandes textos. Me ha cambiado la vida un poco, excepto en los meses que estuvimos en Madrid la conviví con la serie, pero el resto del tiempo no y me ha hecho encontrarme con una fase del trabajo: la palabra. Llega una edad en la que transformarse es mucho más complicado y tiene menos valor; cuando eres joven sí, buscas cosas nuevas, pero aquí está el asunto del magisterio y eso es mucho más sombrío, exacto y exigente. Con una edad hay que subirse al escenario y sonar como un piano, si no suena bien, no existe el teatro.

Antes hablabas de las nuevas incorporaciones al reparto. ¿Cómo es el trabajo de ensamblar esas piezas nuevas en el engranaje?
Tenía al principio una preocupación con Andreas para que no sufriera el mismo proceso que tuve yo. Me he encontrado con dos actores con carreras muy diferente pero muy brillantes, hablan inglés como segunda lengua y eso hace que la traducción gane en riqueza, adquiere otros colores, la traducción emocional es diferente. El proceso ha sido el mismo: uno tiene un concepto de la obra que es muy grande y hay que ir puliéndolo. Szuchmacher (el director) crea un entramado complejo. Era necesario que él viniera a poner en práctica lo que se conoce como el teatro útil, que apela al espectador no poniéndole faralaes sino desnudándolo, para casi volver a la crisis del teatro de los años 70. He trabajado en espectáculos que me podría haber quedado a vivir allí por los decorados y todo lo que conllevaban los montajes, pero esta obra ha sido como volver a la esencia.

"A determinada edad hay que subirse al escenario y sonar como un piano" 

Sobre el argumento de la obra, que sigue vigente más de 70 años después de su creación, ¿por qué crees que seguimos transmitiendo de padres a hijos que el triunfo en la vida está ligado al éxito laboral?
En aquel momento, cuando se escribió la obra, acababa de pasar la guerra y había una necesidad tremenda de renovar, pero algunos valores se tambaleaban. Lo humano empezó a complicarse, los viajantes fueron sustituidos por catálogos, que no fumaban, no paraban para ir al baño, usaban todos el mismo transporte... Empieza a crearse una sociedad en Estados Unidos en la que, si no haces nada novedoso que te catapulte, tienes una vida normal llena de deudas que vas pagando como puedes. Los hijos ya tenían la percepción de que iban a vivir peor que sus padres, y fue así hasta la generación del 'baby boom'. Hay algo que lo une con la actualidad, la gente joven que viene, que es mucha y muy preparada, es consciente de que va a vivir peor que sus padres. Por lo tanto, el conflicto de Willy Loman no es solamente personal, por eso es una tragedia, es un conflicto global. La gran habilidad que tiene Arthur Miller es que, aunque tengas 22 años, cuando baja el telón todo el público tiene la sensación de que Willy Loman está en él también, que eso puede pasar.

En 2018 volvías al teatro tras una larga carrera en cine y en televisión. ¿Cuál de estos tres ámbitos te ha reportado mayores satisfacciones como intérprete?
Creo que donde más me he desarrollado es en el teatro. Es verdad que la televisión ha hecho que se me conozca en muchos países. La realidad va a volver a hacer de la literatura, tanto dramática como informativa, la herramienta para la búsqueda de la verdad concisa ante un mundo cambiante; Instagram fracasará en un futuro próximo porque hasta los jóvenes se cansan del postureo. Esta situación va a hacer muy necesario el teatro y este tipo de funciones, nos permitirá actuar desnudos realmente. Pasa siempre con las crisis, cuando llegó la radio se iba a acabar el teatro, cuando llegó la televisión iba a ser el final de la televisión... Hay gente que aún no entiende el valor propagandístico que tiene el cine, los que lo hacemos tenemos mucho miedo a ello. El teatro es una decisión que hace el espectador, por eso hay tantas publicaciones nuevas y dar posibilidades de mundos nuevos a través de distopías. Por la edad que tengo me siento más seguro en el reconocimiento del oficio. Me he jubilado hace unos días de lo público, he hecho un trabajo en el que digo que como voy a seguir trabajando porque hay personajes mayores, pero no me retiro porque tal y como va el mundo a veces cometes muchos errores y yo no tengo ninguna polémica en mi vida. Sí confío en que el trabajo ha tomado otra consistencia. Debería estar cobrando mi jubilación antes de que la quiten, pero el trabajo de un escenario no tiene edad, tu presencia en lo social sí.

"La literatura ayuda a buscar la verdad; hasta los jóvenes se cansan del postureo" 

Mirando a ese futuro del que hablas, ¿hay algún personaje que aún no hayas interpretado y que te gustaría especialmente?
Siempre quedan. Más que personajes hablo de estilos. Quiero hacer un espectáculo personal con una técnica que se llama 'recuperar la memoria', se lo he visto a gente como Al Pacino o John Malkovich. Elegir un personaje, como de literatura, que te escriben, empezar en el ataúd y terminar en la cuna, o al revés, y hacer todo un recorrido, que es algo que sí he hecho con mis personajes, desde El Lute hasta Antonio Alcántara. Mariano Cohn y Gastón Duprat, los dos argentinos que hicieron 'El ciudadano ilustre', me parecen dos genios. Cuando vi su primera película les llamé, estaba en Argentina, y les dije que estaba totalmente sobrecogido. Me ofrecieron hacer 'El ciudadano ilustre', montamos la película en España y no pudimos hacerla por fechas. Me quedó esa espina. Ellos quieren hacer una pieza única, ambulante, para un solo actor o dos. Ese es el tipo de cosas que haré después de esto. Si me sale algo con una compañía nacional, aunque sea mucho tiempo de ensayo para estar solo dos meses, a eso no puedo renunciar por edad, por compromiso y porque para mí es un orgullo. Pero mientras, y dado que estoy en una compañía que tiene repertorio, no dejaré abandonadas las cosas. Con 'El coronel no tiene quien le escriba', es una adaptación de Saura y él tiene un lenguaje universal, en América Latina lo han pedido en reiteradas ocasiones, pero se cayó con la pandemia. De alguna manera pretendo ir ejecutando las cosas con más calma, dar más tiempo y dedicar esfuerzo. En el teatro hay que entregar todo tu corazón para muy poco, pero es tan poderoso. Espero ser un actor muy longevo, ser como Carlos Canut o Juan Diego, que han sido maestros míos, gente que vivía a mil e interpretaba a 1.500.

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