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Paco Tomás: "Hay que reivindicar el Orgullo todos los días"

El escritor vuelve a remover la conciencia social en relación al trato al colectivo LGTBI con su nueva novela, ‘Coto privado de infancia' (editorial Planeta). En esta obra se mezclan parte de sus memorias con la ficción.

Archivado en: entrevistas, cultura, literatura, Paco Tomás, Orgullo

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F. Q. Soriano
08/7/2022 - 00:37

Ya sea como escritor, guionista o colaborador televisivo, Paco Tomás se ha convertido en uno de los referentes nacionales en la lucha del colectivo LGBTI, un reconocimiento que vuelve a ponerse de relieve con su nueva novela, ‘ Coto privado de infancia'. En ella, su protagonista, Tomás Yagüe, es un hombre gay que sigue arrastrando las secuelas de una dura infancia marcada por el rechazo familiar a su condición sexual y el acoso escolar.

'Coto privado de infancia' es tu segunda novela. ¿Tiene un componente más personal que la anterior?
Sí. Es verdad que, por lo menos los escritores, cuando ejerces como guionista es otra cosa, cuando escribes literatura siempre hablas de ti, hay un componente personal. Creo que incluso J. K. Rowling habla de ella en 'Harry Potter' y creo que incluso en la literatura de terror o fantástica también se habla del autor. En la primera novela estaba yo, pero en esta quizás es donde hay más de mí, hasta tal punto que necesité crear ese personaje. En un principio creí que podría contar todo esto en primera persona como si fuera un fragmento de mis memorias, pero me vi incapaz de enfrentarme a todo eso y necesité la coartada de entrar en la autoficción, que me ayudaba mucho a crear un personaje, a darle una familia y poder combinar la realidad con la ficción.

"El proceso de creación fue duro, por la parte personal y la pandemia" 

¿Te ha sido especialmente complicado el proceso de escritura de esta novela por ese componente personal del que hablas?
Me ha resultado complicado, no solo por ese componente personal, sino porque hemos pasado por un confinamiento y una pandemia. Había tenido una reunión con la editora a finales de 2019, así que cuando llega el confinamiento creo que puedo sacar la novela adelante tranquilamente y que tengo unos meses encerrado en casa para hacerlo. Al final fue imposible, no solo porque el viaje que tenía que hacer para intentar dotar a Tomás Yagüe, el protagonista, de todas esas vivencias era duro sino porque el presente que estaba viviendo era también duro: tenía ataques de ansiedad. Hasta que no empezamos a salir no pude enfrentarme realmente al texto. Miraba al ordenador y me decía que tenía que sentarme a escribir, pero no era seductor para mí porque dolía y si encima no estaba anímica y psicológicamente bien por las circunstancias que estábamos viviendo, se me hacía muy cuesta arriba.

La familia tiene un papel importante en esta trama. ¿Se puede convivir con la certeza de que un núcleo tan importante en la vida de cualquier persona no acepte tu condición sexual?
Lo que es saludable es pedir perdón y aceptarlo. Cuando digo aceptarlo significa que no puedes seguir regodeándote en ese dolor, ese rencor y en esa culpa; si alguien te pide perdón y tú lo aceptas, hay borrón y cuenta nueva, vuelves a empezar. Para mí es muy importante el perdón en esta historia. A veces las familias no están a la altura de lo que les sucede a los colectivos LGBTI, ahora, por suerte, las cosas han cambiado, ya no es el contexto del personaje de los años 70 y 80, hay asociaciones de familias de menores trans, padres y madres que les están apoyando. Creo que hay más familias que están desconcertadas, que no saben, que tienen miedo y que reaccionan por ello de manera hóstil que familias perversas y oscuras, que seguramente están en sectas religiosas o sectores muy conservadores. Las familias que creen que tu orientación sexual se puede curar a través de una terapia pueden destrozarte la vida.

"El silencio ante las injusticias sociales nos hace cómplices" 

Desde las primeras páginas queda claro que es una historia dura pero también hay un mensaje para la sociedad: el silencio nos hace cómplices.
Así es, constantemente, no solo en el tema LGTBI, sino en el asunto de las personas migrantes, en el de las personas con algún tipo de discapacidad, en el de la violencia de género... Siempre que nos callamos ante una injusticia, el abuso y el uso de la violencia para lograr lo que se quiere, estamos siendo cómplices. Creo que esta es, fundamentalmente, una sociedad muy individualista, pensamos solo en nosotros mismos y en lo que nos afecta, con mucha dificultad nos implicamos a lo que les ocurre a los demás, no somos una sociedad especialmente empática. Si vamos a las urnas y metemos una papeleta votando a un partido político que en su programa electoral, en sus declaraciones y en su forma de relacionarse con los demás es hostil, es agresivo, alimenta un discurso de odio contra un grupo de personas, somos cómplices.

La etapa infantil y educativa de la novela se contextualiza en los años 70, pero desgraciadamente el 'bullying' sigue muy presente en la aulas. ¿Tiene el acoso escolar la fuerza de antaño o hemos ido evolucionando, aunque sea de forma lenta?
Por suerte vamos evolucionando, muy mal lo estaríamos haciendo si ahora estuviéramos en la España de los 70. Hay protocolos, hay colegios que trabajan la diversidad, por supuesto que vamos cambiando. Lo que sucede es que la sociedad no cambia a la misma velocidad que las leyes o los protocolos, cuando habitamos un sistema, una organización social como el patriarcado, donde por el mero hecho de ser hombre ya tienes un privilegio y cómo construyes tu masculinidad, tengo la sensación de que los niños siguen construyendo la masculinidad de la misma manera que lo hacíamos nosotros, por el entorno familiar y por lo que ven en la televisión. Hay que romper con eso, hay que educar para que esos niños vean que hay muchas maneras de ser hombre, no hay un único modelo de masculinidad, esa bruta, que justifica la violencia, que cree que toda la sociedad está para bailarle el agua. Si rompemos con eso será más fácil acabar con el 'bullying'.

"Los tiempos han cambiado, por eso ahora un niño debe contarlo" 

¿Qué le dirías a un niño como el de la novela, de 7 años, que vaya ahora al colegio y sea objeto de burlas y agresiones por su condición sexual?
Le diría que lo cuente. Ese tipo de acoso, cuando eres niño y aún no tienes herramientas, es especialmente cruel. Lo cuento en la novela, es verdad que se metían con el gordo, con el chico de pies planos o con la empollona, pero en esos casos tú ves qué es lo que provoca esa hostilidad, que no es justificable en ningún momento, pero cuando te llaman marica te preguntas dónde está eso, qué es lo que haces que está mal. Eso nos obliga a comerte la cabeza constantemente, a buscar qué está mal y a no contarlo. Los tiempos ahora no son los mismos, por eso hay que contarlo. Lo que le diría a ese niño es que, lo más importante, es que al final ganamos nosotros y que, aunque el camino a veces parece complicado, no tire la toalla.

Madrid está ahora celebrando las fiestas del Orgullo. ¿Qué nos falta como sociedad para que no sea necesario reivindicar los derechos de un colectivo en una fecha concreta y tenerlo presente los 364 días restantes?
Nos falta todo. Me parece que hay que reivindicar el Orgullo todos los días del año, pero también el feminismo. Lo único que se reivindica todos los días del año es el patriarcado. Siempre digo que podemos hablar de esto en noviembre, podemos hacer entrevistas del Orgullo en febrero, pero parece que en estas fechas interesa lo que nos puede pasar como comunidades y luego se olvidan, a no ser que haya una atrocidad como el asesinato de Samuel Luiz. Incluso en esos momentos te das cuenta que no te contemplan. Negar la homofobia es constante, a veces sientes que no te dan ese hueco. Mientras toda esa estructura no cambie, debemos aprovechar esos micrófonos que nos dan una vez al año para gritarlo todo. Hay mucho conseguido, pero creo que estamos viviendo un retroceso salvaje, es muy peligroso que nos vuelvan a colocar en la casilla de salida porque significaría tirar a la basura 40 años de trabajo.

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