El mítico cantante italo-belga regresa a Madrid en una gira que conmemora sus sesenta años de éxitos en el mundo de la música. Asegura que tiene muchas ganas de reencontrarse con el público de nuestro país.
Archivado en: entrevistas, cultura, música, Adamo
Francisco Quirós Soriano
18/2/2022 - 00:50
Antes de la llegada de la pandemia, en 2019, Salvatore Adamo (Italia, 1943) se enfrentó a un problema de salud que le obligó a pasar seis meses de renuncia a su gran pasión: cantar. Felizmente recuperado, regresa a los escenarios en una gira que hará parada en Madrid el 28 de febrero en el Teatro Coliseum, y que tiene como objetivo la celebración de sus seis décadas en el mundo de la música.
Llevamos casi dos años conviviendo con la pandemia. ¿Cómo le ha afectado desde el punto de vista profesional?
Ha afectado en todo. En condiciones normales, en noviembre tendría que haber actuado en Canadá, un concierto que inicialmente desplazaron a abril y ahora, a su vez, se ha pospuesto hasta 2023. También tendría que haber estado en Japón en el mes de diciembre. En total hemos cancelado o retrasado quince conciertos. Como todos, naturalmente, vivo esta pandemia con un poco de angustia, pero también con esperanza de que termine muy pronto. No es un modo de vivir, es casi un castigo.
Son ya seis décadas las que lleva en el mundo de la música. ¿Qué momento destacaría de toda esta amplia trayectoria?
Me quedo con la primera vez que obtuve una recompensa económica por cantar. Cuando tenía once años, el pastor de la iglesia me recomendó dejar el coro, según él no tenía voz para ello. Estaba muy desilusionado. Un año después, en la Gran Plaza de Jemappes (Bélgica), donde vivía, hubo un concurso de canto sin orquesta, organizada por una marca de chocolate. No sé qué me empujó. Salí al escenario y canté una canción de Luis Mariano. Gané dos kilos de chocolate, mis padres no me creyeron cuando les dije que lo había conseguido honestamente. Después gané un concurso radiofónico sin que mi padre lo supiera, él hacía un gran esfuerzo por pagarme los estudios, ya que, normalmente, cuando un hijo de minero llegaba a los 16 o 17 años también debía trabajar en el carbón. Gané el concurso y emitieron la actuación, 15 días después, por la radio. Le propuse a mi padre escucharlo, sin decirle nada. Recuerdo su reacción, sus lágrimas. Fue mi primer manager. Desgraciadamente falleció poco después, pero pudo vivir tres años de mi éxito.
"Por definición, la música es universal, traduce todos los sentimientos" |
Dice que a su padre le gustaba mucho la ópera. ¿Ha influido mucho en su forma de cantar?
La ópera me ha influido en las melodías líricas, como también lo ha hecho la música italiana, concretamente la napolitana. Musicalmente soy italiano, pero en las letras me ha influido el modo de vivir en Bélgica. También me han inspirado artistas como Jacques Brel, un maestro para mí, Georges Brassens o Charles Aznavour.
Nació en Italia, su vida ha estado ligada a Bélgica, recorre varios puntos del planeta con su música... ¿Se siente un artista universal?
Creo que, por definición, la música es universal, no necesita letra, hay artistas clásicos que giran por el mundo sin decir una palabra. La música es divina, puede traducir todos los sentimientos posibles: ternura, alegría... Los jóvenes de hoy lo comprenden muy bien. Con Internet, el mundo se volvió una pequeña ciudad.
La balada romántica tiene mucho su peso en su larga trayectoria. ¿Qué tiene el amor para ser un tema recurrente en la música, a pesar del paso de los años?
El amor existe, cambió de forma, de expresión, los jóvenes tienen su ternura, quizás con más humor o ironía. Lo he vivido con mis hijos. Cuando ellos eran jóvenes, no se podía ser tímido. A mí me gusta el misterio del amor, descubrir las cosas una por una. El amor aún existe. Quizás algunas cosas vayan demasiado rápido, pero los jóvenes siguen amándose.
Dentro de esta gira también dejará espacio para canciones más extrovertidas. ¿Se sigue sintiendo joven?
Esa es la ventaja de ser artista: el público te permite conservar un poco de la infancia. El artista puede hacer cosas sobre un escenario que si las hace otra persona es tomada por loca. Creo que el público lo espera y lo desea.
Va a actuar dentro de poco en Madrid. ¿Qué siente al visitar nuestro país?
Es uno de los públicos más caluroso, cariñoso y entusiasta que he conocido. Una vez al año vengo a darme un baño de cariño, me ayuda después. En otros países, como por ejemplo Japón, el público muestra su valoración de una forma más seria. Aquí el público te levanta, te hace levitar.
"El público español es muy caluroso y cariñoso; te levanta, te hace levitar" |
¿Sigue ejerciendo como embajador de Unicef?
Sí, pero ahora de un modo más honorífico. Asisto a ceremonias oficiales, no puedo ir como años atrás a Vietnam, Afganistán o Kosovo porque necesito mucha energía y he visto cosas muy difíciles de digerir. La conciencia ha sido muy importante, a veces me preguntaba a mí mismo si esto servía de algo, y con Unicef pude ser útil de una manera más concreta. Por ejemplo, pude llevar 12 millones de dosis de vacuna contra la poliomielitis a Afganistán y Pakistán, también pude contribuir a que llegara más vitamina D a Vietnam, donde los niños se quedaban ciegos. En Afganistán pude ver por primera vez a mujeres sin velo. Les pregunté que deseaban para los niños, lo tenían claro: cultura. Desde que soy embajador de Unicef todo se relativizó; hay países, como Vietnam, donde la ternura entre padres e hijos era un lujo, porque mientras los padres tienen que trabajar en el campo, los niños escapan a la ciudad, donde están expuestos a numerosos peligros.
¿Hay algún proyecto, que no sea musical, que se esté planteando?
Hay varias editoriales que me han planteado publicar una biografía, pero no soy capaz de escribir sobre mí durante más de media hora. Pasado ese tiempo me acaba surgiendo una idea para una canción. Prefiero hablar de los otros antes que de mí. Quizás algún día escriba mis memorias, o se las cuente a alguien. Me gusta muchísimo escuchar, cada año voy a un coloquio en el sur de Francia donde están astrofísicos, ingenieros genéticos... Allí me siento como un niño en la escuela, es fantástico. Me genera más riqueza escuchar que hablar.
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