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'La máquina de Turing'

El teatro, una herramienta para desafiar a nuestros prejuicios

El director Claudio Tolcachir lleva a los Teatros del Canal una obra que sirve para entender mejor una parte clave de la Historia. Además, nos coloca frente a ideas preconcebidas en temas como la homosexualidad.

Archivado en: cultura, teatro, entrevistas, Daniel Grao, Carlos Serrano, Claudio Tolcachir, Teatros del Canal

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F. Q. Soriano
23/10/2020 - 00:47

A lo largo de la Historia ha habido diferentes personas que no pudieron disfrutar en vida del reconocimiento que alcanzaron después. Uno de los casos más conocidos es el de Galileo, pero los Teatros del Canal nos ofrecen la posibilidad de descubrir otra biografía extraordinaria a través de una obra, ‘La máquina de Turing', dirigida por Claudio Tolcachir e interpretada por Daniel Grao y Carlos Serrano, que narra las vicisitudes de un matemático británico que fue el gran defensor de una máquina que descifraría el código nazi ‘Enigma', en lo que se considera un punto importante en la derrota alemana en la II Guerra Mundial.

¿Qué sensaciones se generaron en vosotros al llegar el texto a vuestras manos?
Carlos Serrano:
A mí cuando me llegó, vi que lo dirigía Claudio y que estaba Dani Grao. El texto es importante, pero con esas premisas uno haría hasta la lista de la compra. Una maravilla. Luego entras en el texto y ves que todo es sensacional.
Daniel Grao: Yo tengo que decir que el casting de Carlos fue en esta sala y fue unánime su elección. Estábamos producción, Claudio y yo, después nos fuimos a tomar un vino y tardamos poco más de un minuto en decidir.
A mí cuando me llega, yo había trabajado ya con Claudio en ‘Emilia' y con el texto me conmovió mucho contar la historia de este señor del que no conocía tanto. De pronto te quedas con los titulares, la máquina Enigma que hace que los nazis pierdan la guerra, que él ya fantaseaba con la idea de una máquina pensante que hoy ya tenemos en nuestros teléfonos y entonces nadie la veía... Pero no sabía cómo habían acabado sus días, condenado a castración química por ser homosexual y suicidándose. Creo que solo por eso y solo por él había una parte de hacer justicia, de que esta historia se dé a conocer. Luego además, sabiendo que la dirección de Claudio lo va a poner siempre en lo particular, en lo humano, en bajar a tierra los mitos y no hablar del gran matemático, sino cómo era como ser humano en su día a día. Todo mi miedo, me agarro mucho a él para decir que sí, era la incógnita de saber cómo se hace un personaje que es brillante, pero Asperger, tartamudo, torpe en lo social...No sé cómo se hace, pero amparado en Claudio Torcachil estoy en buenas manos, así que, adelante.

Claudio: Es gracioso, a mí me pasa lo mismo, pero al revés. Uno piensa en todas las obras que lees pero no haces, porque se parece a una que ya has hecho. Cuando lees una que te conmueve pero no sabes cómo se hace, hay algo que asusta, como dice Daniel, y que al mismo tiempo tienes el privilegio de poder meterte en eso, estoy con productoras que me puedo meter en cosas que suponen en desafíos, lo cual no se puede normalizar, porque no siempre te dan esa oportunidad. Para eso uno ensaya y viene con muchas preguntas, una era quién completaba el equipo de trabajo. A mí también me sucedió que descubrí la historia de Turing a través de la obra y vi que esa historia latía, había que encontrar la manera de hacerla nuestra, no vi la versión francesa, pero teníamos la tarea de agarrar este material y apropiárnoslo, porque en definitiva somos un puente entre una historia y el espectador. Siempre me imagino que enfrente se va a sentar mi hermano, es mi espectador promedio, no es de teatro pero lo ama, nos reímos de las mismas cosas, si me pongo muy críptico me critica y si es obvio, también.

Algunas de las lecturas que deja la obra tienen que ver con una persona que es bondadosa, pero que a nivel social es despreciado y sobre la que se tienen muchos prejuicios por su condición sexual.
Daniel: Tengo tendencia optimista. Incluso en los peores momentos sociales, fantaseo con que eso sea el gusano retorciéndose antes de ser mariposa. Creo, y me gusta enfocarlo así, que la sociedad, incluso en sus momentos críticos, tiene una metamorfosis hacia una toma de conciencia general, con sus recaídas, que tenemos demasiadas, como se está demostrando con la pandemia. Si el teatro propone algo es generar preguntas, un terreno inestable, del que huimos, el de la incertidumbre. Por lo menos durante un rato te tienes que poner en la piel del otro y ver qué mueve dentro de mí, si no, nos quedaríamos en algo histórico que te puedes leer una biografía y enterarte de lo mismo. Creo que tenemos que ir todos en la misma dirección, estamos en Europa, donde creo que la homosexualidad no es lo mismo que en otros países, afortunadamente estamos lejos de una sentencia con castración química por ser homosexual, pero todavía hoy les pegan una paliza a dos chavales que caminan de la mano en el barrio de Chueca.

Carlos: No solo eso, ¿y si Turing fuera transgénero o inmigrante? Da igual el qué, es la diferencia. Estamos en el siglo XXI, pero, ¿y si Turing fuera árabe? ¿Un árabe o un transgénero van a resolver un enigma como el de los nazis? ¡Anda ya!

Claudio: Lo interesante es eso es cómo se relaciona alguien con su entorno hasta el punto de que es diferente. Si pusiéramos a Turing como un angelito y que el resto de su entorno fuera malísimo sería mucho más fácil de entender, pero nuestra intención es justamente que no sea tan fácil tomar partido. Hay una escena que para mí es clave: Turing lleva dos años con la máquina y su jefe le dice que basta, que no va a funcionar y él insiste. Como espectador, emocionalmente me ligo con Turing, pero lo más probable es que todos los demás actuáramos como su jefe. Si el teatro logra que entres en ese cortocircuito, donde tu cabeza esté en un lugar, pero tu emoción en otro diferente, creo que ha cumplido su función. La gente que va al teatro, que tiene una sensibilidad, se puede enfrentar con sus propios prejuicios. Al salir te debes preguntar si tú le hubieras dado la oportunidad a Turing, o si se la estás dando a alguien que te resulta incomprensible.

¿Notáis un peso de responsabilidad mayor con la situación actual?
Carlos:
La responsabilidad está siempre, pero ahora es la sensación de celebrar esta fiesta. Que aguanten con una mascarilla, olé.

Daniel: Sí, te alegra ver que se sigue dando esa comunión a pesar de los pesares. Te sientes más agradecido.

Claudio: Ver a la gente venir al teatro emociona muchísimo. Siempre supe que había un público fervoroso aquí y en Argentina, pero con el confinamiento descubrí cómo de necesario era el teatro para los espectadores. En cuanto se abrió un poco, la gente respondió.

¿Cómo lográis despojaros de la situación actual, ir con mascarilla, distancia de seguridad, etc, una vez que os subís a las tablas?

Daniel:
Cuando estás en las tablas o en un rodaje es libertad. Ese trocito se parece a lo que venías haciendo antes de la pandemia, así que te agarras a ello. Hay que pasar por los PCR semanales, pero luego entiendes que en tu espacio puedes jugar como siempre, que ahí no ha cambiado nada, lo agradeces muchísimo.

Carlos: Sí, es tu terreno vedado de libertad.

Claudio: Siempre las reglas de juego en una sala de ensayo son diferentes. En la vida, si te equivocas, te echan; en la sala de ensayo, equivocarte es parte del proceso. Todo el tiempo estás buscando el accidente y el descubrimiento. Para mí es algo que me da la vida, aunque sí que es cierto que ahora se diferencia más porque la vida afuera se puso rarísima.

¿Alguna reflexión final sobre la obra?
Claudio:
Realmente es una obra accesible, en un buen sentido. Es una obra que tiende un puente a la intimidad extraordinaria de alguien, y esa es una linda aventura para el público.

Daniel: Como habitamos la obra, uno se pone serio al hablar de ella, pero rebosa humanidad, humor por lo esperpéntico, es cálida en ese sentido. Está atravesado el texto desde lo cotidiano. La vida, con sus risas y sus llantos.

 

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