El musical, que se representa en el Teatro Rialto Movistar (Madrid) con un gran éxito de público, carece del nivel teatral que uno espera si nos atenemos a su promoción, procedencia o posibilidades económicas. La historia chirría, las canciones entran con calzador y destila un excesivo tufo 'pop'.
Archivado en: teatro, musical, 40 El Musical, Teatro Rialto Movistar, Madrid, 40 Principales, Armando Pita, Cristian Monasterio, ocionavidad2009
gentedigital.es/Marcos Blanco
18/11/2009 - 14:35
¿Quién no ha escuchado alguna vez '‘Los 40 Principales'? ¡Aunque sea por casualidad! La historia de esta emisora y su popularidad comercial (o comercialidad popular, según se mire) pueden guiar al público hacia el Teatro Rialto Movistar (Madrid), donde se representa '40 El Musical', un musical cuya promoción resulta tan potente que resulta imposible hacer oídos sordos a la existencia de esta propuesta. La complicidad con la citada fórmula radiofónica, el enorme peso de semejante nombre o la simple curiosidad teatral parecen posibles motivos que lleven al espectador hasta una de las butacas del céntrico recinto madrileño. Todas ellas y ninguna a la vez acercaron a quien escribe hasta una de las funciones, cuyo final le ha dejado un poso amargo.
Antes de nada, quiero mostrar mi mayor respeto por el trabajo de un equipo profesional formado por actores, bailarines, creativos y personal pertenecientes a labores tan considerables como producción o vestuario. Supongo que habrán intentado hacer un buen trabajo, pero entiendo que el musical no tiene suficiente nivel para acceder a un lugar tan emblemático, representar a la música o eso que llaman 'musicales'. Todo esto, más allá de etiquetas estilísticas y concepciones de marketing relacionadas con los 40 principales.
El potente comienzo que supone 'Bienvenidos' (Miguel Ríos) presagia un espectáculo goloso para ojos y oídos, que pierde credibilidad con el paso de los minutos, a excepción de dos escenas puntuales: la de hospital con Cristian Monasterio (sustituto de Pablo Pujol en aquella ocasión en el papel de Mateo) entonando ‘Siete vidas' (Antonio Flores) y esa boda final (siento desvelar ciertos detalles) en la que un graciosísimo Armando Pita dice con sentido eso de ‘Vivir así es morir de amor' (Camilo Sesto). Eso sí, los músicos que tocan a lo largo del evento cumplen su papel de una forma más que digna.
Casi todas las canciones entran con calzador durante este 'dramón' gigantesco, cuyo hilo argumental tiene demasiadas lagunas, pese a la esperanzadora presentación inicial. La escenografía o la estética tienen un excesivo tufo 'pop', aunque asumible si tenemos en cuenta la actual filosofía radiofónica. En esta ocasión, hubo problemas técnicos y alguna pifia en las interpretaciones, pero todo el mundo tiene derecho a vivir un mal día. Los personajes, estereotipados al máximo, y la presencia de numerosos clichés (el mundo gay, picantes bromas sexuales) acercan '40 El Musical' al gran público. Ambos factores posibilitan una presencia masiva de espectadores, pero ello no siempre provoca de forma directa un orgullo para el género teatral que se escenifica. Aquí tienen un buen ejemplo. Sinceramente, esperaba mucho más y, probablemente, cualquiera que vaya con cierta frecuencia al teatro tendrá esa misma sensación. Dolorosa. Ojalá lo disfruten. A mí me habría gustado...
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