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TEATRO: CRÍTICA

Una atrevida y lograda mirada al universo humorístico de los Marx

Con unas imitaciones espléndidas y un texto creativo, aunque excesiva sobriedad en la escenografía, Teatro Meridional enseña 'La verdadera historia de los hermanos Marx' sobre las tablas del Teatro Fígaro desde el pasado 26 de agosto.

Una escena de 'La verdadera historia de los hermanos Marx'

Una escena de la obra.

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gentedigital.es/Marcos Blanco
15/9/2009 - 09:52

Aquí, el tributo dedicado a estos genios del humor supone el principal atractivo de una obra que, como consecuencia, aumenta la gran credibilidad artística de una compañía nacida en 1992 y actualmente asentada en Madrid.

El robo de una película secreta que contiene información privilegiada sobre los hermanos Marx es el hilo argumental de esta representación, que también rinde homenaje, a través de los personajes, a Zeppo, Margaret Dumond y Thelma Todd. Con semejante pretexto, Julio Salvaterra, autor del texto, exhibe las características que han propiciado el éxito de los Marx. Una locuacidad trepidante. Esa forma tan ingeniosa de conversar, extrayendo conclusiones filosóficas a partir de argumentos cotidianos. Las habilidades gestuales individuales, que desembocan en una conexión grupal hilarante. En definitiva, estímulos constantes para poner a prueba el intelecto.

Alvaro Lavín, que dirige la propuesta teatral, lleva el peso de la misma convertido en Groucho. Eugenio (Chico) y Chani Martín (Harpo) son sus fieles escuderos durante la representación. A Chani sólo le falta tocar el arpa, para ser el espejo 'mudito' de Adolph, Arthur o como se llamase el contrapunto silencioso a la algarbía dialéctica de sus dos hermanos.

El visionado de la película (posteriormente robada) junto a Lady Daisy Olparrot-Rittenhause (Paloma Vidal) precede al simpático robo de la película, cuya recuperación se convierte en el objetivo del ahora cuarteto entre carreras, palabrería bonita y flirteos a la vieja usanza. Incluso, el público pasa a tener un papel protagonista en la última escena, emulando un grupo de personas a la muchedumbre que aparecía en aquel camarote peliculero.

Desvelado el secreto, irónica representación de la relación establecida durante décadas entre cómicos y la clase política, el río vuelve a su cauce con la sensación de que quienes veneran a los Marx agradecerán un ejercicio tan atrevido. Tan logrado.

 

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