Combinación de naturaleza, arte y patrimonio, el Canal de Castilla se reinventa 260 años después del inicio de su construcción con la finalidad de convertirse en una de las grandes rutas turísticas de la Comunidad.
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“Es necesaria su rehabilitación para preservar la fisonomía y la identidad cultural y social de nuestras poblaciones”
gentedigital.es/Inma Salazar
08/4/2013 - 13:24
En lo más profundo del ADN del territorio coincidente con la comarca de Tierra de Campos discurre como elemento diferencial el ‘camino de agua’ ideado e impulsado por el Marqués de la Ensenada, ministro de Fernando VI, con el objetivo, fallido, de abrir Castilla al mar, de dar salida hasta los puertos cántabros de la producción cerealística de la Meseta. El sueño que pudo ser, pero no fue, se desvaneció en Alar del Rey.
Concebido como una gran infraestructura de transporte y comunicación, como una vía de navegación interior, hasta 365 barcazas llegaron a surcar en la etapa de mayor esplendor, 1850-1860, los 207 kilómetros que encadenan los tres ramales del Canal de Castilla-Norte, Campos y Sur-, a su paso por las provincias de Burgos, Palencia y Valladolid.
Su época dorada, sin embargo, duró poco. La irrupción a mediados del siglo XIX del ferrocarril, que inicialmente se vio como algo complementario, como un ‘camino de hierro’ que daría continuidad al Canal hasta el mar, hirió de muerte a la que es considerada, junto al Canal Imperial de Aragón, la obra hidráulica más relevante de las construidas en España en la época moderna.
Ejemplo de patrimonio contemporáneo generado por la primera industrialización, 260 años después del inicio de su construcción, en julio de 1753 en Calahorra de Ribas (Palencia), Castilla y León impulsa el renacimiento del Canal, incorporando su desarrollo como producto turístico al actual aprovechamiento de sus aguas para el riego de 21.145 hectáreas de cultivos y para el abastecimiento de una población superior a los 300.000 habitantes de las provincias de Palencia y Valladolid.
Convertido en un cinturón verde de gran riqueza medioambiental y ecológica, la huella que marca su trazado y que otorga tan singular fisonomía al actual paisaje castellano ha sido objeto de una exhaustiva investigación por parte de José Luis Moisén Gutiérrez, quien en su tesis doctoral ‘Patrimonio artístico y paisaje en torno al Canal de Castilla’ analiza, desde una perspectiva más histórica y patrimonial, lo que considera “un importante recurso para el presente y el futuro” y “una herencia que es preciso preservar y a la que hay que dar una proyección social”. Como resultado, una visión integral del Canal en el territorio, una perspectiva renovadora de su impacto en la zona.
Declarado por la Junta de Castilla y León Bien de Interés Cultural con categoría de Conjunto Histórico, en el año 1991, la geografía de la meseta castellana no puede entenderse sin tan magna construcción ideada en la mente de los ilustrados para favorecer el resurgir económico de Castilla y León y, por consiguiente, del país.
Los elementos tradicionales y modernos asociados al Canal de Castilla, junto con el nuevo ‘paisaje cultural’ que generan “han llegado a nosotros en calidad de un patrimonio valioso, ya que confiere una identidad cultural propia y diferenciada a las comunidades locales que lo han recibido y constituye un agente potencial de dinamización socioeconómica que es susceptible de generar interesantes sinergias de desarrollo para el futuro”, destaca Moisén.
En su opinión, la consideración del legado que supone el Canal de Castilla “no se reduce a la tradicional visión monumentalista, que individualiza el objeto a valorar desde perspectivas histórico-artísticas, sino que se efectúa desde enfoques más integradores, que atienden a su dimensión territorial y paisajística”.
Pero no solo natural y cultural. El Canal de Castilla, legado de la industrialización, constituye también un magnífico ejemplo de patrimonio industrial y arquitectónico, muy vinculado con el espacio y el paisaje. “Fue un cauce de difusión de una arquitectura proto-industrial (artefactos, almacenes, etc.) y una gran obra hidráulica con vocación de articulación territorial”, considera Moisén, quien apunta que la arquitectura tradicional “constituye un acervo cultural muy valioso, pues representa las raíces auténticas de un modo de construir que nace y se hace sobre el territorio”. Por ello, continúa, “es necesario potenciar su recuperación y rehabilitación, como medio para preservar la fisonomía y la identidad cultural y social de nuestras poblaciones”.
Moisén, en declaraciones a Gente, advierte que muchos de los elementos ligados al Canal “se están perdiendo y van a ser irrecuperables, sobre todo fábricas, molinos, casillas, etc.”, e invita a los defensores del patrimonio, personalizado en esta ocasión en el Canal de Castilla, a conocerlo para poder después valorarlo y protegerlo. “El Canal de Castilla sigue siendo un gran desconocido, incluso entre los propios lugareños; muchos todavía lo ven como algo ajeno y hasta manifiestan cierta animadversión y hostilidad hacia esta gran obra de ingeniería hidráulica”.
HUELLA MATERIAL
La investigación realizada por José Luis Moisén se centra en el ramal norte del Canal de Castilla, el comprendido entre Alar del Rey, kilómetro cero del Canal, y Calahorra de Ribas. Construido entre 1759 y 1791, “es el que tiene una mayor unidad constructiva, el que presenta las tipologías más antiguas, donde se ve mejor la evolución y transformación del Canal a lo largo del tiempo y en el que se pueden admirar grandes obras de ingeniería como el Acueducto de Abánades del siglo XVIII, con sus cinco ojos, sobre el río Valdavia”. A excepción de ésta, en su recorrido de 75 kilómetros, las construcciones “son más modestas”. No hay grandes dársenas, salvo la de la de Alar del Rey, pero cuenta con el mayor número de esclusas, un total de 24, que le permitían salvar un desnivel de 86,54 metros, el mayor de todo el trazado. Los otros dos ramales tienen un diseño mucho más rectilíneo y uniforme. El ramal de Campos, con sus 7 esclusas salva 23 metros, y el ramal Sur, con 7 esclusas, 65,62 metros. En su conjunto, el Canal de Castilla salva un desnivel de 152,16 metros.
El ramal norte, según Moisén, “es un buen experimento” para calibrar qué hubiera podido ser el Canal si éste se hubiera construido en un plazo razonable de 30 o 40 años, y no durante casi un siglo.
La evolución del Canal de Castilla no fue solo constructiva, sino también de usos. Concebido como vía de transporte, fundamentalmente, aunque también con posibilidades para el regadío, a finales del siglo XVIII, justo cuando se concluye el ramal norte, surgió un uso que no se había previsto, el aprovechamiento industrial. Prueba de ello son los pequeños molinos, que luego se transformarían en fábricas de harinas y algunos, incluso, en pequeñas centrales eléctricas.
Fue la llegada del ferrocarril la que obligó al Canal a plantearse otros usos. Los establecimientos industriales siguieron funcionando “con bastante éxito hasta finales del XIX, cuando a la crisis interior del país se sumó la de la harinería y se frenaron las exportaciones hacia América. Fue entonces -recuerda Moisén-, cuando se plantea como verdadera alternativa el regadío”. Es ya en el siglo XX cuando éste se consolida como su principal uso, casi hasta la actualidad. En 1909, una ley estableció la reconversión del Canal de Castilla para regadío, y en los años 1910-1920, se fomenta esa conversión a través de la construcción de pantanos, acequias y canales derivados del propio Canal de Castilla, que van a servir exclusivamente para el regadío, como por ejemplo, el Canal del Pisuerga.
En su conjunto, el Canal no solo contribuyó a dinamizar la economía sino también a la repoblación. La primera población en surgir a orillas de sus aguas fue Alar del Rey, llegando a considerar el Estado hasta once nuevas poblaciones, aunque no todas se consolidaron.
LAS GRANDES OLVIDADAS
La nueva vida de la ‘brecha’ en el territorio que supone el Canal de Castilla y transforma su paisaje se inicia en el año 1991, cuando la Junta de Castilla y León lo declara Bien de Interés Cultural. Comienzan a darse entonces los primeros pasos por parte de las administraciones para la recuperación y regeneración del Canal, que a finales de los años ochenta, se encontraba en un estado de casi abandono total, lamenta Moisén.
En su opinión, las intervenciones que se realicen se deben enmarcan “en un nuevo contexto de valoración del Canal en su conjunto, de lo que es y lo que representa”, y han de dirigirse “a intentar preservar ese patrimonio, pero sin olvidar que hay que mejorar y profundizar en su conocimiento para protegerlo, porque todavía quedan muchos elementos, que aunque oficialmente aparezcan protegidos, están en seria amenaza de pérdida”.
Las obras de ingeniería son todavía, a su entender, “las grandes olvidadas del Canal “ y en ellas se debería incidir. “Se hacen acondicionamientos del entorno, pero no una obra de rehabilitación integral. En el acueducto de Abánades, por ejemplo, son perfectamente visibles síntomas del deterioro ocasionado por el paso de los años, y eso que entre 1859 y 1863 casi se reconstruyó porque tenía problemas de filtraciones”. Se repararon sus arcos, recomponiéndose los muros que sostenían los caminos de sirga. Desde entonces no se ha efectuado ninguna otra intervención.
Gestionado por la Confederación Hidrográfica del Duero, y considerando que la recuperación del Canal como navegable en su integridad con fines turísticos “es una utopía”, Moisén reconoce, a modo de conclusión, las dificultades de intervenir sobre esta obra, “porque al juego de intereses y de usos”, se suma el hecho de que, desde un punto de vista económico, el momento actual no es el más propicio.
En todo caso, subraya la importancia de que se potencie su conocimiento, “de que se le vea como algo que forma parte de nuestra identidad, de nuestro patrimonio, ya que además, puede servir de excusa o de pretexto para desarrollar toda la zona a nivel económico y cultural”.
No hay que olvidar que el Canal de Castilla “sigue siendo una infraestructura viva”, que se sigue utilizando para regadío y abastecimiento de agua. A estos usos se añaden los recreativos y culturales, como paseos en barco, rutas a caballo y en bicicleta, senderismo, piraguismo, etc. Todo ello contribuye, sin lugar a dudas, a dinamizar las poblaciones del entorno y, en definitiva, al renacimiento de ese ‘camino de agua’ fruto del sueño Ilustrado de comunicar Castilla con el mar.
CREAR PRODUCTO
A finales del año 2005, el Ministerio de Industria, Turismo y Comercio; la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León; las diputaciones provinciales de Burgos, Palencia y Valladolid y el Consorcio para la Gestión Turística del Canal de Castilla firmaron un convenio con el objetivo de diversificar los usos del Canal, introduciendo el turístico y cultural.
Con una vigencia de ocho años -finaliza en el presente 2013-,el Plan de Excelencia Turística puesto en marcha en virtud de este acuerdo ha contado con una financiación de 4,2 millones, aportados a partes iguales por el Estado, la Junta y el conjunto de las tres diputaciones, y ha permitido, entre otras actuaciones: la recuperación de tres esclusas (son cinco las que están en funcionamiento); la apertura del Museo del Canal de Castilla, en Villaumbrales (Palencia);la rehabilitación de un almacén como alojamiento rural en las proximidades del puente de Carrecalzada, en Melgar de Fernamental (Burgos); la construcción de un albergue en la dársena del Canal en Medina de Rioseco (Valladolid); un Centro de Recepción de Visitantes en Alar del Rey (Palencia), el arreglo de caminos de sirga y la creación de una red de Puntos de Información Turística.
El director general de Turismo de la Junta, Javier Ramírez, ha destacado en declaraciones a Gente que el Canal de Castilla “constituye en sí mismo una de las grandes rutas de la Comunidad por su vertiente supraprovincial” y, “además de una obra de ingeniería impresionante”, puede convertirse “en un producto turístico de gran singularidad” con el que obtener “una rentabilidad” que, a su vez, contribuya “a dinamizar el territorio”.
Hasta ahora,“se ha hecho un esfuerzo importante desde el punto de vista de creación de producto en torno a las infraestructuras”, afirma Ramírez, quien añade que “tenemos un producto muy singular, muy especializado, que afecta a tres provincias y en el que se ha trabajado lo suficiente con un plan de excelencia para convertirlo en una ruta turística fundamental de Castilla y León”.
En la última anualidad del Plan de Excelencia Turística está previsto el desarrollo de un plan de marketing y acciones de promoción. “El Plan finaliza este año, pero eso no significa que termine la actuación de las administraciones en torno al Canal, más bien al contrario -matiza el director general de Turismo-. Ahora es cuando tenemos que aprovechar todo lo que se ha hecho, todas estas inversiones en infraestructuras, en centros de interpretación, en oficinas de turismo, etc. Ya hemos creado el producto y ahora tenemos que darlo a conocer. Nos corresponde hacer valer el potencial turístico que tiene el Canal de Castilla a su paso por las tres provincias,porque está llamado a constituir una ruta turística de carácter regional que se debe promocionar”.
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