El jefe de Prensa del Spórting de Gijón, José Luis Rubiera, pronunció el martes 16 de octubre el pregón de las Fiestas de La Virgen del Camino y San Froilán 2018 que la Casa de León en Asturias celebra hasta el domingo 21 de octubre cuando los pendones de la provincia de León tomarán las calles de Gijón desde la Plaza Mayor al paseo de la Playa de San Lorenzo. Rubiales recuerda los lazos históricos de León y Asturias y señalando que no hubier sido desdeñable una muy defendible y loable comunidad astur-leonesa.Éste fue su pregón...
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José Luis Rubiera (*)
17/10/2018 - 19:51
Señor presidente, Junta Directiva, queridos socios, señoras y señores, muy buenas tardes.
No sin rubor, estoy hoy aquí para protagonizar el pregón de las fiestas de San Froilán y de la Virgen de Nuestra Señora del Camino; todo ello en esta entrañable Casa de León en Asturias, en un honor que en modo alguno creo merecer, especialmente en comparación a quienes me precedieron ante este atril. Lo digo sin falsa modestia y justo es por mi parte el público agradecimiento a su presidente, D. Santiago Álvarez Seara.
Gracias a él, gracias a sus compañeros de Junta y gracias a todos ustedes por abrirme las puertas de su Casa y por concederme tan extraordinario privilegio.
Carezco de antecedentes familiares leoneses. Hasta donde conozco, mi sanguineidad es enteramente gijonesa, si bien a esta realidad añado con prontitud la aseveración de que entiendo a Asturias y a León como un binomio, como dos provincias umbilicalmente unidas, y no sólo por mor de la topografía, sino y principalmente, porque así nos lo muestra la historia que ha acabado por convertir en cotidiana esta cercanía. No hay leonés o asturiano que no disfrute de algún nexo o vínculo al otro lado del Pajares, provenga de una u otra ladera.
En mi caso, como buen gijonés de sentimientos playos, sequé de niño en los vecinos páramos, mi hijo estudió la carrera al cobijo de la Universidad de León y mi hija es la secretaria general del Ayuntamiento de La Bañeza. A ello añado que yo siempre he presumido de mis amigos y los tengo desde unos cuantos años ha en esta noble Casa de León.
Cuando Radio Gijón se trasladó, conmigo en su nómina, al piso de arriba tras mudar la piel de su cadena matriz, de la Ser a la Cope, Andrés Cuñado, pulmón de esta Casa, amigo mío siempre y compañero por entonces, me adelantó que aquí rendiríamos peaje diario y que a diferencia del que cercena la autopista del Huerna, nos sería especialmente grato. Lo fue. Se lo aseguro. Prieto Picudo y algunas industrias chacineras de indudable lustre dieron buena cuenta de la realidad de este relato que tuvo inicio hace unos 35 años.
Al tiempo cambié el micrófono por el papel y mi marcha al diario El Comercio varió obligadamente mis hábitos, pero no mis sentimientos, porque siempre ha supuesto para mí un inmenso placer poder cruzar el umbral de esa puerta. Esta es una Casa con un corazón inmenso, catedralicio.
Permítanme un recuerdo... para Quini, para Enrique de Castro, Quini. Estoy seguro de que me habría acompañado. Siempre le tuvo un inmenso cariño a León y siempre recordó su tránsito castrense por El Ferral del Bernesga, cuando incluso llegó a lucir la camiseta de la Cultural. Atendiendo a la invitación de nuestro común amigo Alfonso "Alauto", era también un habitual visitante de la "pulchra leonina", a cuya solaz gustaba disfrutar de mesa, mantel y animada conversación.
Así fue como de su mano Antonio Silván, alcalde de León y habitual de nuestros vecinos arenales de San Lorenzo, al frente de la corporación capitalina le rindió apenas hace un par de años una recepción oficial en la que le entregó una réplica del emblemático Gallo de San Isidoro.
El bueno de Quini nunca hubiera aceptado ser pregonero, nunca aceptaba estos ofrecimientos; le abrumaban, pero no tengo ninguna duda de que nos habría acompañado feliz con su sonrisa campechana, contagiosa y sincera.
Hubiera sido un extraordinario embajador en medio del cruce caminos que es León y de la Asturias cantábrica que ofrece su atalaya gijonesa al abrigo de la brisa del mar. La misma que al paso y con el poso de los años, ha hecho que muchos de vosotros tengáis unos hijos que seguramente no sabrían discernir entre sentirse gijoneses asturianos o leoneses, aunque nunca renunciarán con fidelidad a las raíces ni al verbo de sus padres.
Todo se explica: les habéis convertido en receptores de una herencia imperecedera que aquí, en esta Casa, se simplifica en una realidad de orgullo. Vosotros, leoneses de estirpe, habéis hecho un Gijón y una Asturias mejor, mucho mejor. Habéis regado esta tierra con vuestro esfuerzo admirable, con una honestidad ejemplar que ojalá pudiera ser imitada en otros puntos geográficos de esta España globalizante del pedir sin dar ni ofrecer.
En Asturias, los leoneses habéis convertido vuestro talante en una entusiasta liturgia de convivencia y sensible responsabilidad: una buena muestra para el resto del país de la evidencia de lo que son dos tierras complementadas y complementarias. Así ha sido a través de los siglos, tal y como la historia lo revela: desde que la herencia de D. Pelayo se cimentó en los hombros de Alfonso VII y se extendió luego a través de los de Ordoño II.
Es la historia que desde nuestras mutuas montañas atravesó vegas y páramos para cruzar puentes entre el Esla y el Órbigo. La misma que arrebató gloria al moro, desde Covadonga hasta San Esteban de Gormaz para que a su celebración se elevara hacia los cielos de León la que fue primera catedral de nuestra piel de toro.
En estos tiempos de caminares dispares, cuando cada autonomía reinventa y reescribe su historia, cuando la política vive amparada en egoísmos y se levanta sobre sedimentos de corruptela, por funcionalidad, por arraigo y hasta porque supondría un ejercicio de coherencia, no hubiera sido desdeñable una muy defendible y loable comunidad biprovincial astur-leonesa.
Seguro que Astorga blasonaría su herencia toponímica, la Ruta de la Plata sería autopista de sueños reales y los Picos de Europa no dividirían, sino al contrario, unirían a dos pueblos ensamblados en satisfacer sus mutuas y legítimas necesidades.
Leoneses y asturianos no somos de remansos. Nos gusta encaramarnos a los riscos para ver como el Cares esculpe la Garganta Divina, para verle surcar indómito el desfiladero serpenteante entre Poncebos y Caín. Ese es el espíritu que nos une. El mismo desde el que logramos crear una nación, nacida entre los ecos de las paredes del Cornión y los Urrieles.
Por eso, permítanme que grite: que Viva León, que puxa Asturies, que viva la Virgen de Covadonga y su anfitriona aquí, la Virgen del Camino!
Y concluyo, porque...
No quiero finalizar este pregón
Que con tanto cariño me trajo a la Casa de León
sin blasonar a la más piquiñina y galana
así como a su vecina y patrona hermana
que no es buena condición venir a tan estimado lugar
sin dar las gracias al terminar
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