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inauguración del instituto confucio de león

Confucio

Hoy, con la asistencia del presidente del Gobierno, de autoridades regionales, provinciales y locales, y de una numerosa representación de autoridades chinas, se inaugura el Instituto Confucio de la Universidad de León. Un viejo sueño acariciado no sólo por el mundo académico sino por toda la sociedad leonesa. Es un día que quedará marcado en nuestra historia. La pedagogía periodística nos ha repetido que el Instituto Confucio es similar al Instituto Cervantes. Algo más hay. El Instituto Confucio es un lugar de encuentro de culturas; en donde se enseñará lengua y literatura chinas, caligrafía; en donde los empresarios encontrarán asesoramiento para sus negocios; en donde todas las facetas de la antiquísima tradición y cultura chinas, y también su modernidad, se pondrán a disposición del pueblo leonés. El Instituto Confucio, en fin, se abre con un potencial inmenso que quizás sólo podamos valorar a medida que se vaya instalando entre nosotros y veamos sus frutos. El Instituto Confucio abre sus puertas después de una larga andadura; tuvo su embrión en la Facultad de Económicas en el Decanato de la Dra. Mures, que inició un programa 2+2 con la Universidad de Xiangtan. A este proyecto se han ido incorporando instituciones y personas que, en labor callada, en trabajo de chinos -y nunca mejor dicho en este caso, por su dedicación incansable-, han ido construyendo lo que hoy es una realidad. ¡Enhorabuena a todos!

 

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J.J. Lanero / Universidad de León
10/10/2011 - 01:01

Por eso, parece pertinente que hagamos una reflexión sobre China; ese gigante asiático tan cercano y tan desconocido a la vez. Sin que vaya más allá de la mera anécdota, es bueno recordar que Wen Jiabao, Primer Ministro chino, en su reciente visita al Reino Unido, eligió la cultura y no la política para uno de los discursos más destacados que pronunció. Para el mismo eligió un lugar privilegiado: el pueblo en el que nació William Shakespeare. El Premier chino se refirió a la función que pueden desempeñar la cultura y la literatura como instrumentos para acercar a las naciones, lo que también constituyó una velada crítica a los que se sientan a una mesa de negociaciones con muy poco, cuando no nulo, conocimiento y comprensión de la historia y cultura del país de sus interlocutores.
China y Europa tienen una larga historia de falta de comunicación. Si de verdad deseamos que esta falta de comprensión cada vez sea más pequeña, la sociedad y los políticos europeos deben tener clara una idea: que el pensamiento chino es muy distinto de las creencias que son habituales en Occidente. Resulta difícil que Europa pueda entender la realidad china sin comprender su pasado y la influencia filosófica de este en la psicología china. Por si esto fuera poco, no podemos perder de vista la generación china que nació hacia mediados de la década de los setenta durante el mandato reformista de Deng Xiaoping. Son los que presenciaron la transformación de la sociedad china en un país de crecimiento económico colosal, con una sociedad dada a los placeres del consumismo. Esa generación es la que constituye la base fundamental de la sociedad china del siglo XXI. Son los que podemos denominar la nueva utopía.
La China que está a las puertas de convertirse en primera potencia mundial es un buen caso práctico para analizar hasta qué punto el concepto de utopía se halla incardinado en el pensamiento chino y en la memoria colectiva del pasado. Ha llegado el momento de presentar a Europa qué es lo que los chinos entienden por utopía, cómo piensan los chinos y de qué manera la acepción utópica de la China contemporánea se deriva de antiquísimos ideales como la búsqueda de la armonía de Confucio.
Es posible que alguien diga que la utopía es un concepto occidental que proviene del juego de palabras griegas outopia (ningún lugar) y eutopia (lugar feliz); que significa una sociedad ideal según la obra Utopía de Tomás Moro (1516). Puede ser. Sin embargo existe un concepto chino equivalente que enraíza en su cultura tradicional. Durante siglos China ha sido el país de incontables visiones utópicas desde la antigüedad a la época moderna; del mismo modo, la búsqueda de la utopía en China ha hecho correr caudalosos ríos de tinta y, en ocasiones, de sangre. La utopía confuciana de compartir todo (da tong) proviene de la obra del gran filósofo chino El libro de los Ritos. La idea del reino de la Armonía Suprema (tai ping) se inspira en el filósofo taoísta Zhuangzi (369-286 a.C.) que vivió durante el periodo de los Estados Combatientes (403-221 a.C.) antes de que se produjera la primera unificación de China allá por el lejanísimo año de 221 a.C.
Otra visión distinta de la utopía la constituye el estado imaginario de Hua Xu, un reino de prosperidad y orden perfectos que el legendario Emperador Amarillo, fundador de la civilización china, contempló en un sueño. Desde aquel momento luchó para gobernar su imperio siguiendo el modelo de su visión. Existen muchos otros ejemplos utópicos a lo largo de los siglos: desde la Revolución Taiping en la década de 1860 hasta el padre fundador de la República China Sun Yat-sen (que hoy día da nombre a una de las más prestigiosas universidades chinas con la que la de León tiene magníficas relaciones). El celofán que envuelve todas estas visiones chinas de la utopía es la importancia de preservar la armonía terrenal, el ideal que constituye el corazón de la doctrina sobre una "sociedad en armonía".
La armonía se basa en el antiguo concepto chino de zhong yong, la "Doctrina de la Medianía", según se plasma en el mismísimo emblema confuciano. Zhong yong, también traducido como pensamiento mediano, propugna la moderación y la modestia con el fin de generar la armonía en las relaciones interpersonales. Es el modo chino de resolver los conflictos sociales. En una sociedad en armonía lo primero es el pueblo; una sociedad en armonía es sinónimo de desarrollo que ayuda a resolver las contradicciones y los conflictos en el seno de la transformación china a la vez que preserva la armonía social, el progreso y la estabilidad. De acuerdo con esta línea de pensamiento, en una sociedad en armonía la economía es próspera, el pueblo vive en paz y el bienestar social se acrecienta; esa armonía es la que regula las relaciones entre las personas, entre el ciudadano y la sociedad, entre las regiones y el estado, entre las culturas y entre el ser humano y la naturaleza.
Todo ello no debe constituir una especie de buenismo inocente. La armonía exige la crítica de la cultura extremadamente localista, del impacto de la globalización y de la transformación espectacular de la vida urbana de la China actual. Ahí está la pobreza o la situación de los emigrantes en las grandes urbes como Shanghai.
Una comunicación globalizada, pues, requiere una comprensión profunda del contexto social y cultural de cada país. Lograr una utopía social se fundamenta en la construcción de puentes de comunicación entre Oriente y Occidente; en entender los retos a los que se enfrenta la nueva sociedad china y, sobre todo, en contribuir a que la sociedad del futuro sea más armónica en lo político, en lo social y en lo económico. A esa tarea apasionante intentará aportar su granito de arena el Instituto Confucio de la Universidad de León.

 

 

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