Por primera vez en el juicio por el crimen de Isabel Carrasco, las tres acusadas comparecieron con una vestimenta de alivio. Desaparecido el luto riguroso de anteriores días, Monserrat, la asesina confesa, compareció con un vestido marrón franciscano; mientras su hija, Triana, lucía camisa blanca e, incluso, en algunos momentos durante el testimonio de los policías de Burgos se permitió dibujar una muy ligera sonrisa. También en esta ocasión, Triana no paró de tomar notas y de compartirlas sobre todo con su abogado, pero también con su madre. Raquel, por su parte, sigue con los tonos grises, pero ahora mirando a la cara a los testigos y compartiendo confidencias y notas con su abogado. Se acabó la estrategia de hacerse la esfinge. Las acusadas, en fin, exhiben un comportamiento más relajado.
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Martínez Carrión
25/1/2016 - 18:14
Los protagonistas de la sesión de ayer fueron sin duda los dos inspectores de policía venidos desde Burgos, por expreso deseo del jefe superior de policía de Valladolid, amigo del comisario de Astorga, padre y esposo de las acusadas Triana y Monserrat. Los dos dejaron bien claro que vinieron a León a colaborar y no a dirigir la operación. El testimonio de ambos policías se considera tan clave que el magistrado que preside el juicio recordó a ambos que debían decir la verdad y que incurrirían en un delito criminal si no lo hacían así. Una advertencia que el magistrado no consideró repetir con ese énfasis a ningún otro de los muchos testigos, todos ellos policías, que ayer desfilaron por la Audiencia Provincial.
El primero de los policías de Burgos en declarar, el superior de los dos, contestó con contundencia, claridad y coherencia a las preguntas del fiscal y de las acusaciones privada y popular. Dijo con rotundidad que era falso que intentaran coaccionar a las acusadas Monserrat y Triana en su primera declaración y que, sin embargo, trataron de generar un clima de confianza para tranquilizar a Monserrat, que estaba muy nerviosa y con la que incluso llegaron a compartir un bocadillo de jamón. De esta manera consiguieron que Monserrat confesase el crimen, que dijese que su hija Triana no sabía nada y que no se arrepentía del crimen.
Negaron conocer o haber tratado al comisario de Astorga, padre y esposo de las acusadas, así como haberles ofrecido los servicios jurídicos del hermano de uno de los policías o que les aconsejasen que Monserrat se pasase por loca. También desmintieron que en algún momento dejasen solas a madre e hija durante el interrogatorio o que obtuviesen por medios no profesionales el comentario, entre dientes, de Monserrat a su hija que de que el arma la tenía una mujer policía.
También desmintió con rotundidad que en algún momento propusiesen a Monserrat y a Triana la posibilidad de salir de la comisaría para hacer como que encontraban el arma en una alcantarilla. En este sentido, negó cualquier trato de favor hacia las acusadas y que jamás les propusieron trato alguno sobre posibles atenuantes a cambio de una confesión completa.
MINTIERON EL 6 DE JUNIO
La declaración de este inspector de Burgos, y la siguiente de su subordinado y compañero, comenzó a hacer aguas al volver a quedar en evidencia que ambos mintieron en su declaración ante la jueza de instrucción del 6 de junio de 2014 cuando declararon que no habían estado presentes en el interrogatorio y hallazgo del revólver en la casa de la también acusada Raquel Gago, policía local de León. Ambos explicaron que habían mentido para no contradecir la versión del atestado que los policías de León entregaron a la jueza y en el que no se les citaba para nada. Días más tarde y para evitar la posibilidad de cometer un delito de falso testimonio, ambos policías tuvieron que hacer una nueva declaración ante la jueza, esta vez el 12 de junio, en la que ahora sí reconocieron su presencia activa en la casa de Raquel. El por qué mintieron, las justificaciones en tono corporativo y el por qué rectificaron supone una de las grandes incógnitas de este juicio, lo que permite a las defensas poner encima de la mesas del Jurado unas dudas más que razonables sobre la actuación chapucera de estos policías burgaleses.
Esta evidente contradicción de los policías de Burgos suscitó un duro y agrio enfrentamiento, cara a cara, entre el primer policía burgalés y el abogado de la defensa de Monserrat y Triana, que el magistrado presidente no supo, quiso o pudo cortar a tiempo.
Otro momento muy duro del testimonio de estos policías claves, fue cuando al defensor de Raquel Gago le sorprendió que el primero de los policías burgaleses reconociese que se había auxiliado de algunos policías de León para recordar, nunca para pactar o coordinar respuestas, algunos detalles, como el hallazgo del bolso en el interior del coche de Raquel con el arma en su interior. Tanto este policía como su compañero, también de Burgos, reconocieron que se habían auxiliado de otros compañeros de León para recordar algunos extremos de lo sucedido en esas horas claves tras el crimen de Carrasco. El abogado defensor les recordó su obligación ética de manifestar lo recordado y no pactar declaraciones con otros policías.
Pero ahí no terminaron las sorpresas, ya que el segundo policía de Burgos reconoció que en la primera toma de declaración a Monserrat y a Triana, los policías les enseñaron en el ordenador que había en el despacho lo que decían los medios de comunicación sobre ellas, sobre todo sobre la implicación de Triana, así como la lectura en el mismo ordenador de algunos artículos del Código Penal, cuyo conocimiento podía beneficiar a las acusadas. Tal fue el clima de confianza alcanzado entre los policías de Burgos y las dos acusadas, que, al finalizar el citado interrogatorio, las acusadas despidieron a sus interrogadores con besos en las mejillas, quizás en señal de agradecimiento. Los dos policías reconocieron que no era habitual este trato con acusados en otros casos.
Es posible que las contradicciones, falta de profesionalidad y las evidentes muestras de corporativismo policial que se han exteriorizado en las declaraciones de estos policías de Burgos impacten sobre manera en algunos miembros del Jurado creando dudas más que razonables. ¿Por qué actuaron de forma tan negligente los policías de Burgos? ¿Por intentar ahorrar medios y dinero al Estado forzando una rápida, aunque chapucera, resolución de un caso, cuya víctima era una persona tan importante como Isabel Carrasco? Si fue así, flaco favor han hecho a la Justicia estos dos policías de Burgos. Menos mal que Monserrat ha confesado de pleno. Por lo que las dudas razonables ahora puestas de manifiesto sólo podrían beneficiar a Triana y, sobre todo, a Raquel.
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