Padre Garralda: "Es más caro tener a un drogadicto en la calle que aquí"
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A sus 91 años, Jaime Garralda, padre jesuita fundador de la ONG Horizontes Abiertos, una institución que desde hace 30 años lucha contra la marginalidad y por la reinserción de los presos, recuerda sonriente su época en el barrio del Tío Raimundo, en Puente de Vallecas. "Vivía con cuatro o cinco drogodependientes en una chabola de veinte metros cuadrados con suelo de tierra". Así pasó 16 años de su vida, donde entró en contacto con la miseria más absoluta y con la droga. A principios de 2011 inauguró en Las Tablas un centro para la rehabilitación de drogodependientes, donde en estos momentos residen unos cincuenta "enfermos", como él prefiere llamarles.
¿Cómo se ha integrado este espacio en el barrio tras la reticencia inicial de los vecinos?
Esos matrimonios jóvenes con hijos que compraron sus casas en Las Tablas y que nos recibieron como la peste, pronto se dieron cuenta de que tener a estos drogodependientes en el barrio era una garantía, no una amenaza. Después de recibir sus cartas de protesta, después de varias manifestaciones, hicimos una jornada de puertas abiertas y comprobaron que sólo son enfermos que quieren convertirse en personas. Ahora, muchos de esos vecinos trabajan como voluntarios, e incluso utilizan los domingos con sus hijos el campo de fútbol y de baloncesto que tiene el centro, compartiendo espacio con los internos.
¿Cuánto cuesta devolver a la sociedad a uno de estos drogodependientes?
El drogadicto es un enfermo con derecho a un tratamiento médico que resulta más barato que tenerles en la calle, pidiendo, robando, entrando y saliendo de la cárcel, volviendo a albergues, a hospitales... Todo eso genera un gasto mayor. En este hogar, concretamente, tenemos dos programas diferentes: uno dirigido a personas que necesitan un tratamiento muy intenso, con psiquiatra y demás; y otro para aquellas que están a punto de cantar victoria. La mayoría de los internos son hombres de entre 30 y 40 años enganchados al caballo o a la cocaína.
¿Cuál es el tiempo máximo de estancia?
Se marca un tiempo como norma, de seis meses, por ejemplo, pero algunos piden luego alargar su estancia para estar más fuertes antes de salir a la calle. Somos una gran familia, que es precisamente su gran carencia. Su día a día transcurre rodeados de un equipo formado por psiquiatras, psicólogos, trabajadores sociales, educadores.... personal necesario para tratar a enfermos graves, que es lo que son. Aquí llegan derivados del Ayuntamiento y de la Comunidad de Madrid.
Con la experiencia que usted tiene en integración social, con niños, con mujeres, con familias... ¿a dónde cree que nos llevarán las consecuencias de la actual situación económica, con desahucios, con comedores sociales y bancos de alimentos desbordados...?
Una cosa es la pobreza y otra bien distinta la marginación. De momento, el salto a esta última no se está dando. Mi padre siempre me contaba esta anécdota, la de un funcionario de obras públicas que un buen día pone un cartel alertando de una curva peligrosa donde se mataba gente. Un buen día, y aunque la curva seguía teniendo su riesgo, se prescinde del cartel porque ya no hay accidentes.
¿Cómo repercute la falta de subvenciones, por ejemplo, en el día a día de este centro?
Nos cuesta infinito tirar del carro, pero hemos conseguido no desaparecer, como otras ONG's. Tenemos unas 150 plazas, aunque ahora sólo hay 50 internos. Queremos llenar estas casas y sacar al pobre marginado de la calle, porque en ella sufren mucho, y es una vergüenza que esto se permita en un país como este. Los drogadictos padecen una ansiedad brutal que les lleva a hacer de todo cuando no están siendo tratados pero, si les cuidamos, no pasa nada.
Publicado el 16 de noviembre de 2012 a las 08:00.