¿Existen males mayores que la tragedia de Haití? ¿Y usted cree en Dios, señor Munilla?
Ayer no pude comer viendo el telediario. Las imágenes que ha dejado el terremoto en Haití, de cadáveres, de sufrimiento, de desesperación, no me permitían tragar. Me siento inútil, impotente, demasiado afortunada por poder comer, por poder besar a los míos, frustrada por no poder dejar el trabajo y viajar hasta Puerto Príncipe para ayudar de alguna forma. No sé.
Horas más tarde, un señor, el recién nombrado obispo de San Sebastián, pretende hacerme pensar que "nuestra pobreza espiritual y nuestra concepción materialista de la vida" es "un mal mayor" que lo ocurrido en el país caribeño. No puedo creer lo que me intenta explicar.
Pero, ¿de qué me está hablando? Qué importa la ley del aborto, qué sentido tiene todo, qué sentido tiene debatir en estos momentos acerca de "los defectos de nuestra sociedad".
Lo que usted dice sí significa "desproteger la vida de los inocentes", los haitianos -y no los embriones o los fetos- sí son personas desprotegidas e inocentes en estos momentos, y necesitan nuestra ayuda. Me pregunto qué pensarían ellos si escucharán sus últimas declaraciones, señor obispo, con lo religiosos que son. Confían en que llegue la ayuda, e invocan a todos los santos para que les protegan. Ya les diré que no invoquen ni adoren al obispo de San Sebastián.
Así que, que quede claro, no estoy de acuerdo con que "deberíamos llorar" por "nuestra pobreza espiritual", sino por lo que en estos momentos ocurre en Haití. Mientras escribo, quizás varios cadáveres están siendo rescatados de entre los escombros y diez personas acaban de morir. No tenían mucho, pero ahora ya no les queda nada, la naturaleza les ha dado su último golpe, el golpe final.
Cuando escucho declaraciones como las suyas, procedentes de personas como usted, recuerdo porqué la Iglesia no tiene ningún sentido para mí, y porqué sólo voy a Misa -sin comulgar, no se preocupe- en bodas, bautizos, comuniones, entierros, o simplemente para hacer feliz a mi padre cuando le visito, porque él sí -no sé porqué- cree en Dios, y yo creo en mi padre -que a su vez me ha hecho creer en muchas cosas-, pero a veces no le entiendo.
Publicado el 15 de enero de 2010 a las 09:30.