"Estos niños no tienen un control ni una persona de referencia"
Fotografía: Rafa Herrero
Matías se cae y se levanta una y otra vez, gateando sobre las alfombras de colores de la Kanguroteca, su segunda casa. Aquí pasa algunas mañanas desde su primera semana de vida. Su madre, Tania, de sólo 21 años, necesitaba dejarle con alguien para finalizar sus estudios de Técnico Superior en Sistemas de Telecomunicación e Informática, reto que, por cierto, ha alcanzado. "Estoy sola en esto de la maternidad, mi padre está en paro y mi madre trabaja y vivimos de su sueldo", explica esta ecuatoriana residente en España desde 2008. Como ella, muchas otras mujeres acuden a la Kanguroteca y al Centro de Día de la Fundación Luis Amigó, en el barrio de La Elipa, un recurso que opera en toda la ciudad y que, a través de su proyecto de intervención familiar, trabaja por la atención, integración y formación de padres -la mayoría madres solteras latinoamericanas- e hijos.
Niños y niñas en riesgo de exclusión social que llegan derivados de Servicios Sociales, de Salud Mental o de cualquier Centro de Salud de la ciudad, y que terminan su periplo en organizaciones como ésta, en muchos casos debido a los recortes en los servicios públicos. "Estamos todo el día buscando subvenciones. Servicios Sociales deriva muchos casos, pero nos dicen que no hay fondos. Antes, los niños venían todos los días, que es lo que necesitan, pero ahora recibimos dos tardes a cada uno para poder atender a más", puntualiza María del Mar Baena, coordinadora del Centro de Día y de la Kanguroteca.
En esta última se atiende cada mes a entre 25 y 30 bebés de 0 a 3 años, por las mañanas; mientras que el Centro de Día acoge de 20 a 30 menores de 6 a 16 años en las jornadas vespertinas. "La primera hora de la tarde la dedicamos al apoyo escolar, y luego desarrollamos actividades diversas: el taller de debate, donde les enseñamos a expresarse dentro del respeto; el curso de comida sana e higiene; el de expresión corporal y teatro; manualidades, excursiones, campamentos urbanos, habilidades sociales, relajación...", subraya Judith Barrantes, una de las trabajadoras sociales. La mayoría de estos menores, añade, "llegan con falta de orden, de rutinas, les cuesta mucho organizar el tiempo. Las madres trabajan todo el día y estos niños no tienen un control, una persona de referencia, esa es su mayor carencia".
Por otro lado, a las mujeres le ofrecen asesoramiento en materia de búsqueda de empleo, atención y cuidado del menor y un grupo especialmente dedicado a ellas en el que se tratan desde la autoestima a asuntos vinculados a la violencia machista. Una lacra social que Charo ha conocido de cerca. Esta ecuatoriana, casada y con cuatro hijos de 22, 18, 16 y 14 años, recibió en la Fundación Amigó la ayuda necesaria para dejar atrás el maltrato, para denunciar y también para recuperar a sus hijos, que durante diez meses permanecieron tutelados por la Comunidad de Madrid debido a esa situación de violencia. "Ahora vuelvo a estar con él, pero de manera muy diferente", aclara.
Son ya las 17:30 horas. Matías intenta levantarse una vez más para irse a casa y las mesas del Centro de Día se llenan de cartulinas de colores. Marco, Ángel, Sara, Juliana y compañía pintarán y recortarán máscaras para comenzar a decorar de carnaval el que es ya su segundo hogar, una familia alternativa que nunca les dejará solos ni desatendidos.
Publicado el 24 de enero de 2014 a las 07:45.