Cómo empezar de cero cumplidos los 20
A los 19 años, Fernando Sánchez empezó de cero. Se mudó a Sevilla para comenzar sus estudios de Arquitectura en la universidad. Quería crear, diseñar, construir. Con la misma edad, Sergio cumplía el servicio militar, pero también tuvo que hacer borrón y cuenta nueva. No es que no viesen claro a qué dedicarse en un futuro, sino que un ictus y un accidente de moto, respectivamente, les forzaron a cambiar de planes. "La vida me dio un giro total, pasé de ser una persona normal a estar en silla de ruedas, una guarrada", explica Fernando que, como consecuencia de aquel derrame, no maneja su lado derecho, sufre temblores en el izquierdo, "y de la cabeza estoy un poquito peor que antes", confiesa.
Todas estas secuelas intenta paliarlas ahora, a sus 43 años, en el nuevo Centro de Día 'Carmen Rodríguez' para personas con Daño Cerebral Sobrevenido, una de las primeras causas de discapacidad que existen y que afectan en Madrid a unas 40.000 personas, superando las 400.000 a nivel nacional. El centro, ubicado en Arganzuela, funciona desde primavera, pero se inauguró oficialmente esta semana, siendo uno de los dos recursos de estas características disponibles en la ciudad, junto al Centro Dato (Hortaleza).
En las instalaciones del 'Carmen Rodríguez', que homenajea a su propia madre, una de las fundadoras de Apanefa (Asociación de Daño Cerebral Sobrevenido de Madrid), ya fallecida, Fernando dedica cuatro horas semanales a recuperar las habilidades perdidas, junto a otros 51 usuarios. Y lo hace a través de varios talleres de pintura, informática, manualidades o cerámica. Interrumpimos esa última clase, dirigida por Ángel. "Patricia imita una cesta de mimbre, fabricando churritos de barro, y va componiendo la estructura que luego coceremos y esmaltaremos", apunta. A su lado, Miguel remata ya una especie de joyero en forma de hoja. Cambiamos de aula porque, justo al lado, los alumnos de Ana, profesora de encuadernación, finalizan el colado de una pieza de papel. Julio construye una mesilla, Riki un conjunto de escritorio, y Agustín una encuadernación japonesa. Pero, aparte de este aprendizaje, "queremos que se integren en la sociedad y que no les vean como a personas diferentes. Cada uno tenía una vida muy rica y se vio truncada, pero siguen siendo los mismos, necesitan a sus amigos, que les faltan a la mayoría. Ellos sufren mucho porque comprueban el cambio experimentado, y la familia también sufre porque les ve bastante solos", subraya Ana María Gómez, madre de Sergio y actual presidenta de Apanefa.
Y esa integración pasa, sobre todo, porque el mundo laboral les facilite opciones. "Sí es cierto que tienen dificultades en cuanto al habla o al manejo de sí mismos, pero pueden aportar muchísimo", puntualiza Gómez. "Les pediría a los empresarios de España que me contraten, pero deben saber que han de pagarme el transporte porque, si lo tengo que hacer yo, no me compensa aceptar el trabajo", aclara Fernando. Para empezar de cero, para asumir ese cambio de rumbo, quizás nosotros también tengamos que modificar los planes previstos.
Publicado el 25 de octubre de 2013 a las 11:00.