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Una salida nocturna con los compañeros del equipo de basket tuvo como desenlace final la irrupción colectiva en el Honky Tonk, un insigne club madrileño de rock&roll situado en la calle Covarrubias. Cuando llegué a casa, repetía inconscientemente este nombre, con el peligro de obviar la sílaba 'co' y tener un problema con la señorita que me aguanta cada mañana. Tal y como sucedió aquella primera vez que entré en 'La Vía Láctea' o en el 'Barc & Co', la energía que se respiraba en la caverna del local (la parte de arriba tiene un rollo más dialogante) me cautivó por completo. El 'Bohemian Rapsody' de Queen como epílogo antes de encender las colas no hizo más que constatar mi naciente devoción por el Honky Tonk.
Seguramente, haya muchos garitos donde la mezcla de rock y electrónica, en sus múltiples combinaciones posibles, provoquen el bailoteo indefinido de la muchedumbre sin tener la sensación de que la sesión es el resultado de una suma de canciones que comienzan, se desarrollan y acaban antes de poner otra. Sin lugar a dudas, incluyan al Honky Tonk merece semejante etiqueta. Cada vez que me acercó allí, acabó felizmente extasiado, con un dolor corporal sublime. El pasado sábado fue una de esas ocasiones. Tres elementos de mucho cuidado aparecieron por allí con ganas de buena música y se llevaron para casa una satisfacción somnolienta. Como siempre, busqué nuestro sitio a la izquierda del Dj, pegaditos a la tarima, y me olvidé de todo. A todo esto, volví a confirmar que me encantan las tarimas. Desde allí, todo se ve de otra manera. ¿Dónde estaba esa 'Honky tonk woman'? No apareció por ninguna parte. Estaba en la cama, disfrutando del octavo sueño.
Publicado el 23 de noviembre de 2009 a las 20:15.