Bruce Springsteen, un ejercicio impecable de compromiso
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Descubrí a Bruce Springsteen en aquel concierto de 2003 que ofreció en Barcelona, incitado por un amigo que le idolatraba. Casi acaba conmigo. Seguir sus directos es como hacer maratones. Te rompe los huesos, los músculos y la garganta a base de cambios de ritmo. Primero, golpea. Luego, acaricia. Desde entonces, le ubico entre los grandes y si te parezco exagerado, vete a ver un concierto suyo. Caes a sus pies, sino te caes ante por desfallecimiento físico. Han pasado ocho años y sigue haciendo lo mismo, con 61 veranos a sus espaldas. Increíble.
Mi fascinación por Springsteen ha aumentado todavía más después de ver el documental 'The Promise', que cuenta el proceso de creación y grabación de 'Darkness on the edge of town'. Aquel disco, cuarto de estudio en su trayectoria profesional, salió en 1978 y colocó al jefe, merecido mote, en el olimpo de los grandes músicos. Daba igual lo que hiciese a posteriori. Ser capaz de igualar o mejorar 'Born to Run' (1975) sólo está al alcance de unos pocos. No me refiero únicamente a cuestiones técnicas, instrumentales o vocales, pienso incluso más en cómo siente y cómo transmite mediante canciones lo que llevaba dentro en aquel momento determinado, en ese año o en aquella hora concreta.
Frases como "las vidas están en la línea en la que los sueños se encuentran y se pierden" (Darkness of the edge of town) ilustran el esfuerzo de un ser humano tan semejante a nosotros por superarse, por enfrentarse a lo que le rodea para esquivar los límites que nos atemorizan. Bruce Springsteen es un alimento recomendable para mirarse al espejo, reconocerse y seguir adelante.
Será el único jefe al que le haga caso eterno.
Publicado el 30 de mayo de 2011 a las 18:15.