Impuntualidad y desorden horario, malas costumbres 'musicales'
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Espero que sólo sea una mala racha o el fruto de varias casualidades consecutivas, porque atisbo cierta tendencia al retraso, a la impuntualidad y desorden horario en los eventos musicales. Queridos programadores y artistas, el tiempo es oro. Para todos.
El pasado viernes acudí al concierto de Niño y Pistola en la sala La Iguana Club de Vigo. Según el MySpace del grupo, la hora prevista para el espectáculo eran las once de la noche. Según el Faro de Vigo, la cita comenzaba a las doce. La sesión arrancó tarde con Aerostato, los teloneros, y la banda principal se puso a tocar pasada la una de la madrugada. Un día antes, sucedió lo mismo en el Teatro Lara (Madrid) con el evento de Amparo Sánchez. Su web y diferentes páginas en Internet advertían que a las 22 horas tendría lugar la cita. Nada más llegar al teatro, supe que hasta las 22:30 estaría de brazos cruzados. Esto también me ha pasado en el concierto que los Dinero ofrecieron en la sala El Sol (Madrid), en el eterno retraso de los L.A. dentro de la sala Caracol (casi una hora) o antes del último conciertazo que dieron los Matiné en La Boca del Lobo. La música sonó 45 minutos después de la hora prevista. Demasiados ejemplos, casi todos recientes, para argumentar una fea costumbre.
Así como las funciones en las salas de cine tienen una hora de comienzo, los espectáculos teatrales actúan de la misma manera y los museos suelen ser rigurosos en este aspecto, la música tiene que comportarse de forma educada, quitándose algunas etiquetas relacionadas con el orden desordenado frecuente en sus modos profesionales. ¿A quién corresponde la culpa de estos errores? Exceptuando los conciertos masivos, para los que hace falta pagar un pastón en una entrada, o esos realizados en grandes aforos (estadios, pabellones, recintos emblemáticos), la puntualidad brilla por su ausencia, así como la coordinación de las diferentes informaciones relacionadas con los horarios.
Evidentemente, cuando uno acude por la noche a un recinto para ver a su artista favorito, no le otorga demasiada trascendencia a este asunto. Si vas acompañado de muchos amigos, las charlas y el consumo en la barra (motivo que puede propiciar estos retrasos) amenizan la espera, pero quienes frecuentan las salas de conciertos no deberían escapar a la análisis. Los fines de semana o vísperas de festivos, tampoco fastidia, pero entre semana el personal tiene el tiempo calculado para madrugar al día siguiente. Al y al cabo, el tiempo es oro, un bien valioso, para todos, además del respeto que envuelve a toda esta reflexión.
Entiendo que mi queja no es una pataleta, sino un derecho, ya pagues el importe del espectáculo o acudas como informador a cubrir el susodicho evento. Un poco de orden en este sentido ayudaría a mejorar la imagen de la música, que ya tiene muchos sambenitos a su alrededor como para añadirle uno más.
Publicado el 29 de marzo de 2010 a las 13:45.