Luis Díaz Díaz
Juan Manuel Ruiz Arjonilla, 'Ari', es uno de componentes de 'Hola a todo el mundo' junto a Ana, Álvaro, Loreto y Joshua. Este quinteto asombra con su primer disco, tan humano como divino. El viaje al interior de HATEM promete...
¡Por fin habéis sacado un disco! Estaba el personal muy pendiente de vosotros y eso debe ser curioso porque sin crear mucho ruido ya tenéis vuestro público. ¿Notábais esa sensación en el ambiente?
La verdad es que, de momento, mucha gente se está interesando por el disco. En ese sentido, estamos bastante agradecidos. Antes de sacarlo, ya hubo muchos medios que se interesaron y quizá para nosotros era demasiado si tienes en cuenta lo poco que habíamos hecho: tres canciones en myspace y unos cuántos conciertos. Nos llamaban de festivales, de un montón de sitios y estábamos un poco 'flipados'. Ahora, con el primer álbum, más todavía, pero lo llevamos de una forma más dosificada y organizada. Estamos muy ilusionados.
¿Cómo se ha gestado este disco. ¿Se trata de un resumen musical desde vuestros comienzos o hubo un instante predeterminado hacia su creación?
Pues tiene canciones que ya veníamos tocando, más o menos la mitad del disco. Eso sí, las hemos transformado en el estudio, porque hemos cambiado casi todos los arreglos que hacíamos. Luego, la otra mitad incluye canciones nuevas que hemos hecho en los últimos meses. Incluso, hay un par de canciones, las dos electrónicas, que son dos rarezas y que hemos hecho en el estudio. Todo con percusión orgánica y con sintetizadores analógicos. El álbum ha sido una mezcla entre cosas que teníamos con temas nuevos.
¿Ha costado mucho encontrar la cocción exacta en HATEM?
La verdad es que sí. Primero, hemos tardado bastante en tener la formación de la banda por el hecho de buscar a la gente adecuada para los instrumentos y demás. Así hemos tardado años. Por eso, nos ha costado un poco entrar a grabar. Después, en el proceso de grabación hemos estado nueve meses. Ha sido una gestación larga. ¡Nos ha dado tiempo a tener un hijo!
Ari, ¿cuántos instrumentos tocáis?
Bueno, aparte de la formación clásica para un grupo de pop-rock (batería, bajo, guitarra, guitarra acústica, eléctrica y teclados), llevamos banyo, acordeón, violín y muchas cosas de percusión: una especie de pandero irlandés, 'el serrucho', xilófono, sintetizadores... Tenemos mogollón de instrumentos.
¿Y esto a qué se debe? Porque la riqueza instrumental es uno de los reclamos de vuestra música, una propuesta llamativa en el panorama musical. ¿Sois unos locos de los instrumentos o simplemente hacían falta todos estos sonidos para plasmar la idea de HATEM?
Pues, la verdad es que fue algo que se generó desde los inicios de la banda, la idea de buscar cosas, instrumentos nuevos, estábamos muy abiertos a la instrumentación. Al principio, se nos iba un poco la cabeza porque teníamos de todo y cada vez que íbamos a un directo veíamos que era imposible. Llevábamos ukeleles, campanas, infinidad de cosas. No había tantos micros ni canales en las mesas de las salas. Porque llevábamos técnico, pero alguna vez que hemos ido sin él, alucinaban. En media hora de tiempo no teníamos ni todo enchufado. Ese fue el planteamiento inicial, el hecho de tener muchos instrumentos, y a la hora de hacer música te permite muchas cosas.
Ari, ¿la idea conceptual de HATEM con el poema de Whitman ha derivado en la música o la música ha propiciado esa espiritualidad tan vuestra?
Yo creo que es la música lo que viene después. Primero está el impulso y la música responde a ese espíritu, a esa idea que tenemos de comunidad, una música un poco exaltada, como la poesía de Walt Whitman, que es algo así como un predicador loco en medio del campo hablando a no se sabe muy bien quién. Esa forma de pensar ha generado la música, pero ahora mismo ambas cosas se retroalimentan porque las canciones nos salen de una forma más natural.
Cuando uno escucha álbum de HATEM se introduce en una pequeña burbuja ajena al mundo real y sopesa la posibilidad e que la música pueda provocar un cambio en nuestros comportamientos, en nuestra actitud social. ¿Es esto posible?
Sí, nosotros, desde nuestra humilde posición, podemos influir haciendo música en lo primero y fundamental para cambiar cualquier cosa. En nosotros mismos. Si tú te levantas un día de mal humor, da igual que tengas que salvar el mundo o que hacer cualquier cosa, vas a generar malas vibraciones a los demás. Sin embargo, si pasa lo contrario, si estás de humor o te encuentras un poco feliz, contento, con ese estado haces que las personas vean un poco de esa alegría. Desde nuestra perspectiva, tratamos de influir en eso. Que la gente escuche nuestra música y sea una música inspiradora para sentirte bien, ver las cosas mejor, estar un poco optimista, esperanzado. A partir de ahí, si las personas se contagian, cualquier cosa que resulte de eso será beneficiosa para los demás, supongo yo.
‘Música de sanación y meditación', como aparece en la definición estilística de vuestro MySpace...
Sí, sí, para curar a las almas atormentadas (risas).
Ahora, como siempre, la verdadera prueba llega con conciertos. La gente se preguntará si sois capaces de crear el mismo sonido del álbum sobre un escenario...
Para nosotros, a la hora de grabar ese fue un aspecto muy a tener en cuenta. El hecho de que no se nos fuese la mano, grabando pistas e instrumentos, porque somos cinco ahora mismo y sólo hay diez manos. No hay más. Por eso, todo lo que está en el disco lo podemos tocar en directo. El violín, el acordeón, el piano, el banyo, la percusión, las voces, todo eso lo mantenemos e intentamos hacer un directo que, sin ser un calco del disco porque los directos tienen su propia particularidad, sea entretenido. Siempre ver a un grupo que tiene variedad instrumental ya es algo atractivo visualmente y además intentamos que la música sea un poco más exaltada, que los conciertos sean muy animados, que la gente haga palmas y haga lo que quiera. Que sea un poco una fiesta, una especia de misa gospel en la que todos estemos enajenados disfrutando como niños...
Un especie de misa gospel donde exista una religión común que nos une: la música.
Claro, qué mejor motivo para celebrar que a nosotros mismos. Es una cosa de Walt Whitman. Uno de sus poemas más famosos se llama 'Canto a mí mismo', una especie de celebración del invididuo, para celebrar a nosotros mismos y eso es lo que hacemos en los directos entre el grupo y el público.
Enlaces:
-HATEM, misticismo superlativo
Publicado el 23 de marzo de 2010 a las 18:30.