Jimmy Cliff, ese reggae revitalizante que nunca decae
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Tras el maravilloso y agotador viaje a Bilbao para disfrutar del BBK Live, el lunes parecía una fecha idónea en la que, obviando las inexcusables horas laborales, entregarse al descanso con la llegada de la noche porque ‘PortAmérica' anda cerca (entonces faltaban tres días). Todo podía haber sucedido así, pero resulta que, ojeando la agenda de eventos, Jimmy Cliff tenía previsto salir al escenario del Circo Price a las 21:30 horas dentro de la programación de ‘Los Veranos de la Villa'.
Se presentaba una oportunidad única, la de ver en directo a uno de los mitos universales del reggae e intérprete de tantos ‘hits' como ‘Many Rivers to cross', ‘I can see clearly now' o ‘Reggae night', integrantes de una lista interminable. Ya dentro del Price y a escasos minutos para que todo comenzase, sorprendía ver tan poco público (700 personas) en un recinto que se había llenado, por ejemplo, para ver a All McKay y su gente con las canciones de Earth, Wind & Fire. Quizá muchos creyeron que estarían ante una versión reducida de quien ha iluminado la historia musical de Jamaica durante medio siglo.
Su equivocación fue máxima si pensaron en semejante teoríaa porque, sin necesidad de echarle flores a un tipo que no precisa aires reivindicativos, Jimmy Cliff estuvo más joven que nunca a sus 64 años. Pletórico desde el punto de vista físico, enorme en sus acciones vocales y conductor de una banda sensacional sobre el escenario, el artista jamaicano ejemplificó en Madrid su condición de mito viviente.
Desde los primeros acordes de ‘You cant get it if you really want', Cliff se metió a la gente en el bolsillo por su espontaneidad, cercanía y calidad artística. Durante casi dos horas, convirtió el Price en una cálida playa, un espacio natural donde hizo reflexionar a su hermandad sobre lo que estamos haciendo con nuestro planeta (medio ambientes, guerras) y miró siempre hacia delante con mensajes cargados de esperanza e ilusión.
Cliff parecía encontrarse en otra dimensión, esa en la que fue metiendo a fans de todo tipo (quienes estaban en las gradas acabaron levantándose o bajando a la pista) entre sudores y píldoras musicales embriagadoras, sobre todo las pertenecientes a un último tramo donde los clásicos y la veneración a este Dios del reggae, del ska, así como todo lo que le de la gana, ratificaron la eterna adolescencia de un genio en esa asignatura casi imposible que se imparte alegrando los corazones.
Publicado el 16 de julio de 2012 a las 20:45.