Cuando el contacto personal pone en peligro la admiración artística
Durante semanas, incluso meses, he estado persiguiendo una posible entrevista con uno de los mejores compositores y cantantes que ha dado España en las últimas dos décadas. Su último disco me pareció fantástico y quise hablar con él de música, pero no fue posible debido a esa barrera llamada discográfica. Cuando no perteneces a un gran medio, tienes todas las de perder. Además, cuando el artista no muestra demasiado interés en su promoción y se muestra huidizo ante el contacto con los medios, el reto puede adquirir unas dimensiones ilimitadas.
El deseo se quedó en nada, pero un compañero del gremio, periodista de profesión, me facilitó el contacto directo, su número de móvil, del artista en cuestión. Realmente, no le llamaba para proponerle una entrevista. Debido a su amistad con otro compositor, cantante y guitarrista quise buscar su empatía para darle una sorpresa radiofónica al segundo integrante de este gracioso lío.
Con cierta familiaridad, actitud que probablemente, haya sido equivocada, le saludé por teléfono y le comenté la situación. Con quién estaba hablando y cuál era el motivo que provocaba aquella interrupción en su vida cotidiana. El principal protagonista de esta historia se quedó un tanto sorprendido y preguntó a este periodista quién me había facilitado su número. No podía decírselo. Entonces, el artista dijo que si no le contestaba a su pregunta, no tenía nada que hablar conmigo. La comunicación se cortó. Le envié un mensaje de texto para saber si se había cortado o me había cortado. Respondió que él no había abortado la comunicación. Volví a llamarle e insistió en su teoría, con unas formas un tanto defensivas.
¿Podía haber contestado de otra manera, con más educación? ¿Ha hecho bien teniendo en cuenta que nadie debe molestar a un artista sin un conocimiento previo y profesional? Siempre he pensado que el hecho de que alguien sea una buena persona no debería mejorar la opinión o admiración que uno tenga de su trabajo. En este caso, ha existido un choque agridulce que me ha dejado con el corazón en vilo.
Publicado el 8 de junio de 2010 a las 16:45.