Ojos de bruja
Archivado en: Ojos de Brujo, Bari, Ventilador Rumba 80
Ella se acercó y le enseñó una foto. La sonrisa de él sorprendió a la chica, que esperaba todo lo contrario. Esa noche se quisieron sin pausa, al día siguiente también. Hubo una separación obligada. Se
recordaron, pero ni se llamaron ni hicieron lo necesario para mantener el contacto. De repente, ella volvió. Ahora, la foto tenía manos y piernas. Demasiado bonita para ser verdad. Volvieron a entregarse el uno al otro durante dos días. Había algo entre ellos, pero ninguno sabía a que atenerse. Ella le invitó a su casa y le integró en su vida de un modo delicadamente radical durante al menos 72 horas. La banda sonora de aquella aventura se llamaba 'Bari' (2002), el segundo disco de los ODB. Joya, esencia y virtud. Ojos de Brujo. Un despliegue de rumba callejera y flamenco polígota.
El amor se convierte en un sentimiento dudoso cuando la entrega mutua no incluye condiciones ni desventajas visibles. Él siguió su rumbo, pero no podía quitársela de la cabeza. Qué dilema. Dos planes y una elección. Quería estar cerca de ella y de un modo poco directo se lo hizo saber, sin que la respuesta femenina ofreciese garantías. Para bien o para mal. Allá se fue el joven, que no escuchaba la incertidumbre expresada al otro lado del teléfono. Se bajó del avión. La pasión en los ojos de ella había desaparecido. Su tono durante la conversación del reencuentro escondía un golpe bajo. No le interesa continuar con aquello ni ponerle un epílogo a los recuerdos con una sesión de cama.
Ella se fue a su habitación. Eso sí, le permitía dormir por encima de la manta, ese elemento que les había tapado a los dos hacía un par de semanas como abrigo de una madriguera amorosa. O sexual. Igual no distinguieron bien lo que pasaba. Él era incapaz de dormir en aquel lugar. Necesitaba tiempo para procesar el dolor. Prefirió el sofá, incómodo para tumbarse. Puso un disco. 'Barí'. La música de ODB. Cuando sonó 'Ventilador Rumba 80', sintió que su mundo se había destruído. El perro de la casa, que observaba como, acelerado, el desconocido bebía cerveza y fumaba sin parar, le miraba con cara de pena. Ella le había engañado con sus ojos. Esos ojos de bruja.
Publicado el 12 de marzo de 2010 a las 10:00.