Publicado el dic 29, 2016 en Metáforas
Su Ética es uno de los pilares de Occidente. Sin ella, vaya usted a saber dónde estaríamos. Fue preceptor de Alejandro y nació en el palacio real de Macedonia, pues su padre era el médico de Filipo. Ahora, los próximos Reyes podrán pasearle por todo el mundo, gracias a Amazon, en esta pequeña y económica versión.
.
Leer más
Publicado el dic 26, 2016 en Metáforas
Frente a tanta pringosidad “navideña”, Ulizes Oyarzún nos regala este hermoso poema,
magníficamente declamado por Jesús Adrián Romero.
DICEN POR AHÍ QUE DIOS SE HA VUELTO LOCO
Que se hizo un niño pobre y que creció en el barro como tú y yo.
Dicen que una niña campesina lo tomó en sus manos,
lo arrulló en sus brazos y le daba amor.
Dicen por ahí que Dios se ha vuelto loco.
Que dejó el cielo y a sus ángeles en Gloria,
y con maleta en mano se mudó a nuestra colonia,
y sin más protección que sus sandalias rotas
vino a compartir nuestro pan y nuestras derrotas.
Dicen que dejó su trono allá en el monte santo,
para sentarse adonde los culpables tienen su banco,
y que abandonó el paraíso prometido
para conocer en carne propia mis infiernos más temidos.
Dicen que Dios se ha vuelto loco.
Que llegó esa noche de sorpresa cuando
no esperábamos a nadie en nuestra mesa,
cuando ya creíamos que nos había olvidado,
y no contábamos con que quería caminar a nuestro lado.
Dicen que huyó de su tierra natal,
y como emigrante tuvo que esconderse al caminar.
Refugiado en el silencio, perseguido por la ley,
ese fue su pan y la copa agria que escogió beber.
Dicen que esa fue su locura,
que siendo eterno e inalcanzable,
se hizo el invitado en nuestro hogar,
aceptó las reglas de nuestro juego
y en nuestras suelas quiso caminar.
Dios se enamoró de ti, de mí cuando éramos necios,
y, como amante enloquecido,
vulnerable se volvió a nuestros desprecios.
Pudo habernos obligarlo a amarle.
Pudo habernos convencido a adorarle.
Pero no eligió la ruta de los reyes,
aquellos que nos llevan a servirles con sus leyes.
Él, para conquistarnos, se volvió de carne y hueso.
Se convirtió en uno de nosotros para amarnos.
Por eso celebramos en esta noche fría,
aquello que siendo paradoja, se convirtió en una bella poesía,
pues Aquél que sostiene el Universo con su mano,
cruzó el infinito mar de estrellas para hacerse
nuestro Padre, nuestro Amigo, y nuestro Hermano.
Leer más
Publicado el dic 13, 2016 en Metáforas
Con Juan Latorre a los mandos, acabamos de aterrizar en Amazon. Primer producto humilde, como todo lo que nace, pero con suerte acabaremos viendo grandes cosas. No te fíes del título: te vas a encontrar un homenaje a Cervantes y a los Top Ten de la Literatura.
Miles de escritores llenan enormes bibliotecas y librerías, pero no todos valen lo mismo. Estos breves apuntes sobre obras y autores inmortales también destacan importantes cuestiones éticas, psicológicas, históricas y filosóficas. Si puedes, no te pierdas estas lecturas imprescindibles.
.
Leer más
Publicado el dic 3, 2016 en Metáforas
Carmen Posadas dedica una inteligente e interesante Tercera de ABC a la posverdad, elegida palabra del año por el diccionario Oxford. Según explica el diccionario, surge la posverdad cuando “los hechos objetivos son menos influyentes en la opinión pública que las emociones y las creencias personales”, frase que merecería un buen dintel en la entrada de las Facultades de Publicidad. Mucho más ampulosa que la desgastada palabra mentira, la posverdad se ha puesto de moda en 2016 por la victoria de Trump o el Brexit. Lo peligroso de esta tendencia es que la sustitución de la verdad supone la paralela sustitución bien. Y entonces sí que tenemos un problema, Houston, porque entramos en el terreno minado del todo vale.
Leer más
Publicado el nov 20, 2016 en Metáforas
La guerra de Troya hizo universalmente famosos a dos de sus supervivientes: Ulises y Eneas. El accidentado regreso del primero lo cantó Homero en la inmortal Odisea. Con ese modelo, Virgilio escribirá la Eneida poco antes de Cristo, y en su estela nos sorprenderá Irene Vallejo con El silbido del arquero, editada con esmero por Contraseña, en 2015. Pensarás que se requiere mucha osadía o miopía para meter en la misma foto a una joven escritora española y a dos top ten. Tienes razón. Pero cuando leas la aportación de Irene estarás conmigo.
Te encontrarás con una novela protagonizada por un grupo de troyanos que naufragan cerca de Cartago. Verás que la reina Elisa les ofrece hospitalidad y se enamora del príncipe Eneas. Pero hay intrigas cortesanas que se suman al peligro de los enemigos exteriores. Desde las primeras páginas adviertes que estás leyendo una novela trenzada con historia, mitología, aventura y amor, donde la autora te contagia su fascinación por la obra de Virgilio y su mundo poblado de héroes. Dentro de su unidad, observas que la historia está enriquecida con variedad de temas, tonos y registros. Y aprecias el acierto de dejar que los protagonistas relaten sus peripecias en primera persona, como en su día hizo Alessandro Baricco, magistralmente, con la Ilíada.
Irene no es Alessandro –todavía-, pero sí licenciada en Filología Clásica y doctora por las Universidades de Zaragoza y Florencia. Deja patente su devoción por Virgilio y su conocimiento del clasicismo grecolatino, pintado en breves capítulos muy diferentes entre sí, y en el vistoso mosaico del conjunto. Esa diversidad también sorprende: si algunas escenas se centran en la acción, otras están llenas de tensión interior, y en otras predomina el amor, la traición, la inocencia, los juegos de Yulo y Ana, la descripción del paisaje… El interés de la lectura va creciendo hasta el final, junto a nuestra admiración por una prosa depurada, a veces preciosista, siempre poética y exacta, salpicada de metáforas y comparaciones audaces, iluminada por sabias observaciones. Todo un regalo para lectores exigentes.
Leer más
Publicado el nov 17, 2016 en Metáforas
Los que somos
cristianos desde pequeños hemos escuchado muchas veces que existe una obra de misericordia preciosa: visitar a los encarcelados. También nos hemos acostumbrado a oír esas palabras de Jesús: “Conmigo lo hicisteis”. Desde la época de los apóstoles (cuando los cristianos perseguidos les visitaban en las mazmorras), hemos visto innumerables ejemplos: los últimos a Juan Pablo II abrazando a quien intentó asesinarle o al Papa Francisco lavando los pies a reclusos.
Hace poco publiqué una novela sobre un preso: Van Thuan, libre entre rejas. Cuenta la historia de un vietnamita que, sin juicio ni sentencia, fue detenido y pasó trece años de cautiverio, nueve de ellos en régimen de aislamiento total. Aquel hombre vivió el milagro de convertir su celda en paraíso y de amar de tal modo a sus carceleros, que cambiaban de vida. Cuando conocí esta novela de aventuras, necesité indagar en cuál era su secreto y, si lo encontraba, quería contarlo. Desde el minuto uno del proyecto planteé a la editorial que, si lograba llegar a término, quería presentar el libro en cárceles.
Después de cinco años investigando, interrogando testigos y viviendo mi propio proceso espiritual a la par que escribía, el libro vio la luz. Por el camino, me di cuenta de que tan importantes son las rejas de una cárcel como las prisiones interiores que tenemos muchos que vivimos en aparente libertad. Por eso, también, accedí a contar esta historia en centros de cultura, librerías, escuelas… Pero mi vista seguía puesta en las cárceles.
Pensaba que era más fácil obtener permisos para entrar a presentar un libro. Pero no ha sido un camino fácil. Sin embargo, lo que he recibido ha superado con creces el desgaste de los obstáculos. Incluso el buen Dios, que tiene mucho sentido del humor, escuchó mi oración. Era consciente de que entraba en un templo de sufrimiento y le imploré poder atravesar el umbral descalza. Él permitió que sonaran mis botas en el detector de metales y me las tuviera que quitar para pasarlas por el escáner.
Nunca antes había entrado en una prisión. Tuve la fortuna de ir respaldada por la oración de muchos amigos, de otros presos y de personas enfermas. También acudía físicamente flanqueada por mi marido y por voluntarios de pastoral penitenciaria: personas que cada semana prestan su rostro, sus manos, su sonrisa, su tiempo, a Dios… para visitar a Jesús preso. Me encontré con el recibimiento de una funcionaria, encargada del área sociocultural, que había preparado café y traía un bizcocho hecho por su marido. Con ella, los internos habían decorado toda la sala llenándola de carteles de bienvenida, con una foto de mi cara sacada de internet y (multiplicado por todos sitios) el subtítulo del libro: “libre entre rejas”.
Tuve el privilegio de poder contar la historia del protagonista a decenas de presos que miraban absortos, con ojos sedientos y con un alma rebosante de gratitud. Además de contextualizar históricamente el relato, hablamos a corazón abierto de cómo nos acostumbramos a pensar que la libertad es tener muchas cosas; con algo suerte, a veces logramos quedarnos en que somos lo que hacemos (nuestros éxitos, los “me gusta”, el ridículum vitae…); hasta que el sufrimiento extremo nos hace enfrentarnos a lo que somos. Y, paradójicamente, en esa desposesión absoluta es cuando es más fácil llegar a lo esencial: nuestra felicidad depende de ser amados y de amar. Van Thuan, en el peor momento de su cautiverio, descubrió que ya no le quedaba NADA y que, sólo entonces, era cuando Dios (Amor inagotable) podía ocuparse de TODO lo suyo (incluso de darle la fuerza para perdonar y amar a quienes le castigaban injustamente). Su vida cambió, hasta el punto de poder considerar la cárcel como un regalo.
Los internos hicieron preguntas, pusieron sus pegas, apostillaron lo que deseaban, en un clima de máxima franqueza. También manifestaron su agradecimiento con palabras y con regalos hechos por ellos mismos (un cómic entrañable, un ramo de flores silvestres y otro centro de flores hecho con papiroflexia, y un libro-regalo para que lo lleve de su parte a los internos de la cárcel de Barcelona cuando presente allí el libro el día de San Jordi). Mi marido, que es cantautor, les interpretó una canción inspirada en una oración de Van Thuan entrelazada con un estribillo que corea el subtítulo del libro. Yo hacía las voces de adorno y los presos daban palmas. Fue un momento precioso.
Llegaba la hora de su cena. Al terminar, me fui a la puerta. Ignoraba las normas y los funcionarios me temo que se quedaron tan cortados que no supieron frenarme. Desconocía que se desaconseja abrazarles, pero quería despedirles uno por uno, por su nombre; deseaba darles un abrazo y un marcapáginas que les había preparado con una frase del libro que está preñada de esperanza. Cada mirada, cada agradecimiento, cada promesa de que iban a rezar por mí y por los lectores del libro, eran una bendición inmerecida.
No soy quién para cuestionar la sabiduría de la Iglesia. Pero hoy sé que la obra de misericordia no es visitar a los presos sino dejarse visitar por Jesús en ellos. Los débiles, los enfermos, los aprisionados nos hacen un regalo impagable: logran romper las cadenas de nuestro egoísmo y sacan lo mejor que tenemos. Puedo afirmar sin titubeos que abrazar a Jesús, preso y sufriente, es uno de los mejores dones que uno puede recibir en este mundo.
Como escritora, como mujer que cree en un Dios que ES Misericordia, me siento profundamente indigna del regalo que gocé ayer. Y me conmueve hasta las entrañas saber que muchos lectores se van a beneficiar de ese sufrimiento convertido en oración. Nos comprometimos a que recibirán un ejemplar para la biblioteca de cada módulo y volveré en primavera a hacer un coloquio con más sustancia y más preguntas concretas. ¿Se puede pedir más?
Una funcionaria sacó fotos. Yo prefiero no publicarlas, por respeto a aquel momento de intimidad. Sí tengo un recuerdo precioso. Unos días antes, en medio de la llovizna fría de Pamplona, fui a indagar la ruta, a explicarle a mi hijo de cinco años cuál era la próxima aventura del libro, y a abonar el camino rezando con él. Esa es la mejor foto.
Fotografía cortesía de Hervé Alústiza
.
Leer más