Mejor educados (II)
Ya hemos visto las ideas que nos daba Gregorio Luri para educar en casa. Ahora escuchamos lo que nos dice sobre la escuela.
- Hijos y alumnos han de beneficiarse de una conversación intelectualmente rica con sus padres y profesores, pues para entender el mundo las palabras son tan importantes como los ojos.
- ¿Por qué los poderes públicos ponen más empeño en controlar la higiene de los restaurantes que la calidad de las escuelas? ¿Acaso una mala escuela no es más tóxica que un producto caducado.
- Un informe sobre cómo leen los usuarios en internet comenzaba así: “No leen”. Leer es una actividad compleja y lenta, que tiene poco que ver con Internet. El universitario medio español lee y calcula peor que el bachiller medio holandés.
- Un padre puede enseñar a su hijo a prescindir de él, y un profesor debe enseñar lo contrario.
- Nos hemos impuesto un undécimo mandamiento: “No lastimarás la autoestima del niño”. Pero la obligación de un maestro no es hacer felices a sus alumnos. La idea de una infancia feliz es una peligrosa fantasía literaria que a menudo contamina de infantilismo la vida de los adultos. No hay ninguna razón para creer que la infancia sea más feliz que cualquier otra etapa de la vida. Y ciertamente no es la etapa más noble. En el mundo hay dos tipos de personas: las que quieren ser felices y las que saben lo que quieren. Solo uno de esos grupos lee libros de autoayuda.
- No hay tontería, por muy grande que sea, que no haya sido dicha por la psicología positiva y el cuento de lo alternativo y lo oriental. La psicología positiva nos viene a decir que si creemos con suficiente fuerza en algo, la realidad vendrá a comer a nuestra mano satisfaciendo mansamente nuestros deseos, porque la actitud positiva puede modificar la realidad, previniendo, incluso, el riesgo de cáncer. ¿Cómo demonios hemos permitido que se llame “pensamiento positivo” a una palabrería barata solo apta para deficientes emocionales?
- Si un españolito llega a casa con un siete en un examen, probablemente será felicitado. Unos padres chinos o japoneses pondrán el grito en el cielo y harán cientos de ejercicios con su hijo para superar ese vergonzoso siete. A la práctica intensiva de una actividad la podemos llamar inteligencia persistente. Excelencia es la competencia para realizar la función propia de la manera más alta. Si la valoramos en un cocinero, un médico o un futbolista, ¡cómo no la vamos a valorar en la escuela! Pero hemos conseguido tener un sistema escolar que genera mucho más fracaso que excelencia.