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Ayanta Barilli: "La literatura sirve para cazar esas mariposas que son las emociones"

La escritora publica ‘Si no amaneciera' (Planeta), un relato conmovedor sobre las relaciones que se establecen entre padres e hijas en la madurez.

Archivado en: entrevistas, cultura, literatura, Ayanta Barilli

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"De ninguna manera podría haber escrito esta novela durante mi juventud"

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Francisco Quirós Soriano
26/5/2023 - 00:59

Fue finalista del Premio Planeta en 2018 con ‘Un mar de violeta oscuro', una novela con tintes autobiográficos. Se apoyó en esa misma fórmula para ‘Una mujer y dos gatos', publicada en 2021, pero el destino ha querido que Ayanta Barilli plasmase en ‘Si no amaneciera' un miedo al que tuvo que enfrentarse apenas diez días antes de que este libro viera la luz.

Este libro ‘Si no amaneciera' trata sobre una familia de raíces italianas. Lo fácil es caer en la idea de que es una obra autobiográfica.
No, no lo es. Es una novela de ficción, es una historia de un padre zapatero y una hija bailarina, no hay nada de autobiográfico en ello. Se alternan los capítulos, es una historia que recorre 24 horas de la vida de estos dos personajes en los que se cuentan 100 años de su historia familiar. Esas 24 horas son las últimas del padre, por lo tanto es una larga despedida de la hija hacia este padre que ha acabado su ciclo vital. Esto no es que sea autobiográfico, es que lo es que ha sucedido en la realidad, evidentemente no es algo previsible sino que es una sincronía que ha sucedido y que es imposible no pensar en ella al leer el libro. La razón por la que yo escribí el libro, y eso sí que es autobiográfico, es mi propio miedo, el miedo de Ayanta, a perder a mi padre, y resulta que diez días antes de publicar ‘Si no amaneciera' lo pierdo. A partir de ahí no puedo decir más porque esto ya pertenece al misterio en el que estamos metidos todos, que es el misterio de este universo.

¿Es la primera vez que abordas el reto de contar una historia a partir de dos voces?
En ‘Un mar de violeta oscuro', que fue un libro anterior, lo hice a partir de varias voces. Era la historia del linaje materno, ese sí que era un libro autobiográfico, en el que se recorría la historia de la bisabuela, la abuela, la madre y yo como última generación. Me gusta mucho utilizar la primera persona, pero también encontrar la manera en la estructura, de algún modo, de poder usar la tercera, me aporta mucho a la hora de contar una historia. Por eso aquí hay dos primeras personas, padre e hija, pero una tercera persona, que es la que cuenta esa película de la propia vida del padre.

Has contado que te has apoyado en una pizarra para no perder el hilo de la trama. ¿Es el libro más complejo al que te has enfrentado?

Cada libro tiene su complejidad. En ‘Un mar de violeta oscuro' tuve que hacer toda una investigación familiar para reconstruir 100 años de historia, con muchos huecos. También había una implicación emocional muy fuerte, como lo hay aquí, estaba buscando a mi propia madre que había desaparecido cuando yo tenía 10 años. Son dos libros muy diferentes pero muy dificultosos. En ‘Si no amaneciera' como hay una superposición temporal, donde juego mucho con el pasado, el presente e incluso un posible futuro, porque termina en 2025, conseguir dar esa sensación a mí misma y al lector es algo que me ha costado mucho.

Un hilo que une a esta novela con la anterior, ‘Una mujer y dos gatos', es la pandemia. ¿Ha sido mera casualidad?
Me servía como excusa argumental para que este padre y su hija no se pudieran encontrar. Luego la novela transcurre por otros lares porque va desde los años 20 del siglo pasado hasta el siglo XXI. Por lo tanto, la pandemia tiene muy poca presencia en la novela.

Lo que queda claro es que hay un gran componente emocional. Como autora, cuando juegas con todas esas emociones, ¿te remueve a nivel sentimental?
Sí, claro. Estás metido en un terremoto emocional, pero lo asumo y, además, lo fomento porque lo que más me interesa de la literatura es ser una cazadora de esas mariposas que son las emociones. Las emociones son difíciles de definir y, desde luego, son muy difíciles de atrapar y poner en un papel, de explicarlas, sin embargo es lo que nos gusta leer; vamos al cine, a un concierto y a todo lo que tiene que ver con las artes porque queremos y necesitamos emocionarnos. Eso es el trabajo que hago; para emocionarte a ti como lector necesito primero emocionarme yo escribiendo.

¿Por qué siguen teniendo las emociones ese poder casi mágico de las primeras veces?
La emoción tiene que ver también con la identificación. Nos identificamos con un personaje no porque hayamos vivido exactamente las mismas cosas sino que nos parecemos en eso. Entendernos, encontrar una manera de comunicarnos a través del corazón, es un nivel de conciencia más profundo.

Hay un elemento inanimado en la novela que tiene un papel casi protagonista, como es la casa de la huerta. ¿Existe realmente?
Es como en el cine, que puedes ver una casa, con su patio, su fachada y otros elementos, pero a la hora de rodarlo puede ser que la fachada corresponda a un emplazamiento de Sevilla, la dehesa a otra ciudad y el interior de la casa es un ‘frankenstein' de varias habitaciones de diferentes inmuebles. Cuando escribimos también hacemos un poco eso. Esa casa son en realidad varias que he visto y en las que he vivido, por lo menos tres, casas familiares que he amado mucho y que he reconstruido para dar vida a este lugar. Ha habido en nuestra familia una casa al lado del río Duero, no en Aranjuez, que se ha llamado también la Casa de la Huerta, pero ya digo que es un ‘frankenstein'.

A la hora de documentarte para esta novela, me consta que te has empapado mucho sobre el oficio de zapatero.
Es un trabajo que siempre me ha gustado mucho. No compro zapatos pero me gusta mucho verlos. Los trabajos artesanales tienen algo muy mágico, pero también muy misterioso, se pasaban de padres a hijos. He leído libros sobre zapatería, he entrevistado a algunos zapateros remendones que he encontrado por Madrid, que tampoco hay muchos, he tenido largas conversaciones con la tienda Maty, que es una tienda clásica para artículos de danza y por tanto de artículos como zapatillas de ballet. He aprendido el lenguaje de los zapateros, para escribir es fundamental conocer los utensilios, me he comprado manuales... hay muchas diferencias entre las labores de un zapatero remendón y quien elabora una zapatilla de ballet clásico. He hecho un máster. Evidentemente no soy zapatera, pero sé mucho más de lo que conocía antes.

Hay una frase en el libro que dice "lo que ayer me aburría o irritaba hoy me parece extraordinario". ¿Hace falta un recorrido vital para escribir una novela como esta, es decir, la Ayanta Barilli de hace 30 años habría podido escribir este libro?

No, de ninguna manera. Lo primero de todo hace 30 años yo no tenía el miedo de que se muriera mi padre; segundo, creo que para escribir novelas, en general, con algunas fabulosas excepciones, hace falta tener un poco de paisaje, un poco de horizonte, no suele ser un trabajo que uno aborde en juventud. Esta novela, además, que aborda una serie de cuestiones que te planteas en la madurez, como la pérdida, el tiempo, la muerte o el agradecimiento, porque al final uno de los temas principales de la novela es ese agradecimiento por estar vivos, ese estar aquí y ahora que nos da completamente igual, son temas que si se los planteo a mi hija de 20 años no les da apenas importancia.

En este libro se alude a la Guerra Civil y se dan algunas pinceladas sobre la II Guerra Mundial. Es casi una especie de crónica del siglo XX.
Debe serlo. Están los personajes principales, los secundarios y los inanimados, como la casa o las zapatillas de ballet; todo eso se tiene que esponjar, es como un zoom que se alarga para acabar teniendo una visión cenital y ver qué les rodea, todos nosotros estamos muy influidos por lo que acontece a nuestro alrededor. Por poner un ejemplo cercano, claro que influyó la pandemia en nuestras vidas, cómo no iba a hacerlo una Guerra Civil o una Guerra Mundial en la vida de estos personajes.

Hace dos años, en la entrevista con motivo de 'Una mujer y dos gatos', me decías que el proceso editorial te acababa generando obsesión y que navegabas entre emociones extremas, unas veces lo amabas y en otras lo odiabas. ¿Te ha ocurrido lo mismo con 'Si no amaneciera'?

Con este libro incluso me ha sucedido tras su publicación. Como estoy en pleno duelo y estoy completamente en otro lugar por las sincronías que acompañan a esta novela, me ha hecho pasar en estos últimos días por momentos en los que miraba al libro y dudaba sobre si lo quería, mientras que en otros veía que tiene un sentido que se publique ahora. Los autores tenemos una relación con ese otro objeto inanimado que es lo que has escrito, puede haber libros que has escrito hace 20 años que no te gusten o con los que no te sientas muy identificado. Hoy, por ejemplo, me he despertado bien respecto a 'Si no amaneciera', pero ayer lo tenía menos claro, estoy un poco desequilibrado en este sentido.

Si hubiera un recuerdo de esta novela al que te se pudiera aplicar un barniz contra el olvido, ¿cuál sería?
Hay un momento en el que hay una larga conversación entre padre e hija. Esa conversación pertenece también a un recuerdo vivido y deja el poso de que hay que conocer al padre, no lo mates como decía Freud, conoce a la persona y déjate conocer como hijo, lo contrario es una oportunidad perdida, no vayas mendigando información a amigos y familiares sobre ellos cuando nuestros mayores se han muerto. Haz este trabajo en vida, es importante.

¿Qué poso te gustaría que dejara este libro?
Me gustaría hablar sobre el cine que hay en el libro. El personaje de Manuel cae en una película que es su propia película, algo que cuentan personas que han tenido experiencias cercanas a la muerte y luego, por lo que sea, han regresado al más acá. Esta es la manera que encuentro para contar todo su pasado a lo largo de la novela. Ahí he hecho un juego literario que es usar un lenguaje cinematográfico, contar la película diciendo qué tipo de planos y por qué. Pasamos la vida recordando, a veces cosas muy nimias, y el recuerdo está en movimiento, no es una foto estática. Una de las grandezas del cine es que son recuerdos en movimiento, se puede dar pausa y volver a revivir una escena, igual que lo hacemos en nuestra cabeza, tenemos una sala de cine en la cabeza y en el corazón, y eso me parece un recurso tanto para nuestras vidas como para el libro.

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