, archivado en Justified ,

Raylan: ¿Es lo que crees que es esto, otra de tus historias de amor?

Boyd: Bueno, me gustan los finales felices.

Raylan: Pues esta es una de aquellas clásicas historias en la que el héroe atrapa a su hombre y luego  cabalga hacia la puesta de sol.

Boyd: O tal vez es como aquel otro clásico, en el que un tío persigue a una ballena hasta los confines de la Tierra, solo para acabar ahogado en sus problemas.

Raylan: Tengo que admitir que hay una pequeña parte de mí que va a echar de menos esto cuando se acabe. (“Dark as Dungeon”, 6.8.)

De mayor siempre quise ser Raylan Givens. Bueno, en realidad anhelé a Philip Marlowe, pero aquel jarrón veneciano ya tenía su callejón alquilado en las sucias colinas de Los Ángeles.

Raylan Givens es más samurái, menos melancólico, aunque igual de Quijote que el arquetipo de Chandler. Lo crucial: es un héroe. En estos tiempos cínicos tendemos a confundir el heroísmo con la bonhomía o, caca, el maniqueísmo. Nanay. Justified (FX) ha demostrado -con solo Fargo como compañero de resistencias entre la crítica de ceja alta- que el heroísmo clásico puede resultar tan complejo como apasionante. No solo de antihéroes vive esta tercera edad dorada, demonios.

Estos rodeos son necesarios para entender la season finale de Justified (en España por Calle 13), esa gran -grandísima- serie, que se ha despedido de sus fans tras seis temporadas.

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Lo admito: me quedé frío tras ese último duelo de miradas.

Esta estupenda sexta temporada -a pesar de algunos atajos que citaré más adelante- había ido cerrando el triángulo de manera inteligente y adictiva, convocando a todos sus demonios y saldando todas sus deudas. Incluso despidiendo viejos amigos como Loretta McCready, Dickie Bennett, Ellstin Limehouse o el inefable “Constable” Bob. Se trataba de cerrar el círculo: del esperadísimo duelo entre Raylan y Boyd, con Ava como espectadora. Como en el piloto.

Si el tiempo lo permite, un hábito muy recomendable es el de revisar la primera temporada de las grandes series que terminan. Al menos, el episodio piloto. Los que estáis leyendo esto sois fans insobornables de Justified sí o sí, por lo que los deberes son obligados: revisad el “Fire in the Hole” ya. Yo desempolvé mis DVDs un día antes (*) de la finale y es impresionante constatar cómo la serie ha regresado a su punto de partida, incluso con muchas referencias explícitas (**). Quizá no es que haya regresado al punto de partida, sino que siempre ha andado jugueteando por el mismo perímetro dramático, por mucho que los arcos argumentales de temporada -siempre tan divertidos- nos emboscaran el amor-odio que alimenta toda la serie. Boyd. Raylan. Raylan. Boyd. Las dos caras de una misma moneda.

(*) Fue un piloto que recuerdo que no me apasionó especialmente. Me perdía y no le terminaba de coger el punto al tono. Sin embargo, visto con distancia, salvo algún retoque sufrido por el personaje de Boyd, el universo Justified quedaba admirablemente dibujado en esos 51 primeros minutos. Está el tono autoparódico (coñas sobre el sombrero de Raylan), la electricidad de los duelos, la mezcla de western y noir, la losa inescapable que es Harlan para todo quisqui, la eficacia de Givens (capaz de quitarle una recortada a Dewey con sus amenazas), la logorrea de Boyd, la rabia interior con las figuras paternas y la mezcla de fascinación y odio entre los dos protagonistas, capaces de abrazarse y amenazarse de muerte con diez minutos de diferencia.  

(**) En el duelo interruptus entre Boyd y Raylan, por ejemplo, recitan casi calcada una de las frases del inicio: “Si me haces desenfundar, te liquido”. Era la respuesta de Raylan en “Fire in the Hole” cuando Boyd le preguntaba si le dispararía, de tener la ocasión de hacerlo. Circularidad estricta. 

Decía que el cierre me dejó frío. En primer lugar, porque para el minuto 25 ya estaba todo -narrativamente hablando- empaquetado. Y en segundo lugar porque el escenario agónico, casi apocalíptico para Harlan, que se ha dibujado en esta última temporada parecía apuntar a una balacera épica, a duelos interminables con quiebros, requiebros y confesiones -probablemente sarcásticas- en el lecho de muerte. En una serie que ha generado secuencias tan memorables, tras esos 25 minutos uno tenía la sensación de que los creadores habían esprintado a lo Howard Hawks… cuando uno esperaba una dilatación leoniana. También lo admito: incluso mi yo crepuscular y ciclotímico deseaba que el protagonista la diñara, quizá tragándose una bala destinada a Loretta, para poder zambullir mi prosa en la melancolía del heroísmo trágico y titular esta reseña a lo Peckinpah.

https://www.youtube.com/watch?v=0q93QVEP3bw

Pero no. La serie, como casi siempre, ha sabido cogernos con el pie cambiado sin traicionarse. Porque Raylan es un héroe y los verdaderos héroes nunca mueren. Justified nunca fue una tragedia. por mucha sangre que derramara. Hasta yo me lo creí tras su cuarta entrega. Error. No es una tragedia porque, en el fondo, su tono era de una autoconsciencia que anulaba la solemnidad. Y, como todos imaginamos, no hay nada más solemne que un entierro, sobre todo si es el propio. Vuelve a sonar el “You’ll Never Leave Harlan Alive“, pero esta vez para que la serie despliegue la ironía sobre sí misma. El destino es una mentira: lo escriben los hombres con sus decisiones.

Por eso, digerido el shock inicial de un final anticlimático y extraño, es más fácil regresar a la penitenciaría Tramble y saborear el sentido del último adiós. Y buscar la emoción no en la dinamita, sino en las miradas. En el pasado. Ese pasado que, para bien y para mal, ha marcado a todos los personajes, ese pasado simbolizado en una ciudad, Harlan, de la que nadie puede escapar. Mejor dicho, de la que nadie podía escapar. Ahí está la clausura: en quebrar la maldición de Harlan, esto es, la del pasado. Lo recita un Boyd en vías de una nueva falsa redención: “Cualquier hombre puede dirigirse hacia la tentación, pero solo un hombre de verdad puede alejarse de ella. ¡Y cuando digo ‘alejarse’, quiero decir pasar de largo! ¡Darse la vuelta! ¡Caminar en la otra dirección!”.

La vida de nuestro héroe no va a ser perfecta. No come perdices allá por Miami. Pero al menos sí saborea helados con su hija. Y, por lo que se ve, el legado que le dejará será mejor que el de Arlo Givens. La pequeña no tendrá que quemar las cajas desu padre ni evocarlo fantasmagóricamente en el cobertizo. Raylan se ha alejado, se ha dado la vuelta, ha encarado otra dirección. Porque, como hemos hablado muchas otras veces, Justified, bajo su corteza de entretenimiento, reflexionaba sobre el perdón, la herencia y las raíces. Tras esos odios ancestrales entre los Crowder, los Bennett y los Givens latía la rabia del hombre contra sí mismo. Y hace falta valor para aplastar la inercia de muerte que irradia Kentucky. “Puede que esta vez las cosas terminen diferente”, decía Boyd en “Alive Day” (6.6.). Ha sido el conflicto eterno de Raylan: cómo convertirse en algo diferente a su padre. Cómo perdonar, al fin y al cabo. O, si se quiere, como hacer las cosas de manera “correcta”. Sin buscar justificaciones. De ahí provenía el título en el piloto: “El desenfundó primero. Estaba justificado”.

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En el duelo que no fue, Raylan sigue queriendo cumplir su venganza sin arrastrar las consecuencias de sus actos. Boyd lo sabe. Por eso le provoca: “Yo desenfundo, tú me liquidas”. También lo había anticipado un capítulo antes: si no vas a recoger a “Constable” Bob es que “ya he ganado”. Honestidad o venganza. Bien o Mal. Heroísmo o derrota. Raylan, en una escena espejo de la del piloto, deja que sea Boyd quien decida su destino. Porque quiere convencerse de que sigue siendo un hombre bueno al mismo tiempo que ejecuta su ansiada y esperada venganza. Pero no. Ya lo anticipaban -tantas conversaciones dándole vueltas a lo mismo- en “Ghosts” (4.13.), hace un par de años:

Raylan: “Creo que adoras cualquier cosa que te permita apoyar por la noche tu cabeza en la almohada pensando que no eres el malo”.

Boyd: “¿Sabes lo que me pregunto? ¿Qué te dices a ti mismo por las noches, cuando apoyas la cabeza en la cama, para despertarte pensando que no eres el malo”

En un dilema similar al de “Felina“, Raylan Givens ha de renunciar para poder vencer. Para liberarse. Para romper el ciclo, como en su día hizo Mags Bennett.  Por eso la clausura funciona, aunque no emocione en el cuerpo a cuerpo: porque exhibe, sin melaza, la evolución del protagonista. Ahora puede que sea un cabezota, pero al menos no es “el hombre más enojado del mundo” que conoce Wynona o que describía Wynn Duffy.

Es una pena que su rematrimonio no haya funcionado. Nuestro consuelo: es un padre dedicado y cariñoso. Capaz de regresar al pasado, esta vez sí, sin la amargura de antaño. El salto temporal del largo epílogo, inédito en una serie casi siempre lineal, sirve para reforzar, como es obvio, las paces con Harlan. Todos han quedado marcados, pero son capaces de seguir adelante con sus vidas, asumiendo las consecuencias de aquella aventura: una vida furtiva y un niño adorable (***) en el caso de Ava; una penitencia en el trullo, recomenzando por enésima vez con ese pico de oro, para Boyd Crowder; y una existencia más ligera, con helados y abecedarios, sin el tormento habitual, para Raylan.

(***) Minipunto para quien se fijara en cómo el zagal iba vestido al estilo de su padre, con el último botón de la camisa bien atado, jeje. 

Incluso podrán mirar al pasado y recordarlo con nostalgia, rescatando los buenos recuerdos. La insuperable química entre estos dos tipos que se odian y se quieren, que se vacilan, que se pegan, que comparten recuerdos de colegio, de cuando aquellos astronautas. Que una vez, a los 19 años, permitieron que la vida de uno dependiera de la del otro:

Boyd: “¿Es la única razón? Tras todos estos años, Raylan Givens, ¿esa es la única razón? [por la que has venido]

Raylan: Bueno, supongo que si me permito ponerme sentimental, a pesar de todo lo que ha ocurrido… Hay una cosa a la que regreso una y otra vez.

Boyd: Extrajimos carbón juntos.

Raylan: Eso es.

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Raylan cierra su evolución perdonando. “El pasado es una declaración, el futuro es una pregunta”, le espeta Raylan a Ava. “El pasado y el futuro son una pelea a muerte”, responde ella (6.8.). No, a muerte no. Porque el futuro brilla en Justified.

Loretta habrá crecido y, sin dejar de lado el crimen blando, seguro que cuida de Harlan y sus gentes. Art, Tim y Rachel tendrán menos dolores de cabeza por no tener que soportar a ese grano en el culo andante que es Raylan Givens, pero no hay duda de que lo echarán mucho de menos.

Tanto como nosotros, los que hemos disfrutado de seis años sensacionales, con sus altibajos, pero con una calidad media sobresaliente. Una serie que ha arriesgado en su estructura: desde aquel procedimental de la tanda de debut hasta un misterio sin villano en la cuarta temporada. Con los diálogos más afilados, molones y masticables de la última década. Un universo de aroma inconfundible, único, capaz de combinar lo local con lo universal; los hillbilies también ríen y lloran. En una entrevista reciente, Graham Yost recordaba el lema de Elmore Leonard, referido a las gentes de Kentucky que inspiran los personajes de Justified: “Haced a los personajes interesantes y respetadles. No les dejéis ser estúpidos”. Por eso Justified es una serie que ha querido a sus personajes, incluso a los villanos. De ahí nace ese impulso humanista que siempre he reivindicado de esta historia: hasta los paletos de las montañas se merecen que Raylan les pague por todo el daño que su padre les causó (6.12.); hasta el letal Choo-Choo tiene un código y sabe que hay vías que la conciencia, por muy dañada que esté por la guerra, no puede cruzar (6.6.); hasta la ejecución de Dewey Crowe nos llena de pena (6.1.); hasta la fantástica evolución de Mikey se corona con música clásica, quién lo diría, antes de que entonemos su réquiem (6.11.).

Una de las características de Givens era su manía de decirle al tarugo de turno lo que iba a hacer, antes de hacerlo. Siempre cumplía sus promesas: para desenfundar, para partirle los dientes, para meterse en un lío. La temporada pasada terminó con una promesa:

Ava: Tengo miedo, Raylan.
Raylan: No lo tengas. Todo va a salir bien.

Raylan ha cumplido: “Te dije que todo saldría bien”, le recuerda a Ava antes del largo adiós (6.13.). También ha formalizado su promesa con Art, quien lo reclutó hace seis años para dar con los huesos de Boyd Crowder en la cárcel. Check consigo mismo y su familia: ha abandonado Harlan y está ejerciendo de papá modélico. Pero, sobre todo, la promesa que mejor ha satisfecho Raylan Givens es la de Justified con sus espectadores: una delicia constante. Porque puede que haya series mejores y más profundas, pero ninguna tan gloriosamente entretenida como Justified.

Las baladas son composiciones sencillas y melancólicas, que relatan sucesos tradicionales y legendarios. Si alguna vez te vuelvo a cantar, Raylan Givens, recuérdame cuánto huele a cobarde y que nunca pides capullos con tu whisky.

Guardo una bala tuya con mi nombre. Cabalga hacia la puesta de sol, amigo. Hasta siempre.

————–

Wynn Duffy ha sido el verdadero ganador de Justified. ¡Un crack! No es solo un superviviente nato, sino que se ha llevado a la buchaca 9 millones de dólares. Como citaba arriba, este año hay que añadir lo fascinante de su relación con Mikey (¿¿”aplex”??), con esa mezcla de códigos y tragedia. Por cierto, la carcajada más siniestra del año: “¿Cuál es su emergencia?”, le preguntan desde el 911. “No sé por dónde empezar” (6.11.).

-Tengo dudas sobre qué capítulo elegiría como el mejor del año. Estaría, posiblemente, entre el intimismo y la introspección de “The Hunt” (6.7.), el frenesí narrativo de “Fugitive Number One” (6.11.) y la sensación agónica de “Collateral” (6.12.). ¿Vosotros?

-De hecho, una de las pegas de la finale -que, al ver como se desarrolló, se me olvidó pronto- es la cantidad de trama que quedaba por despejar para la última hora. Pero, como explicamos, los creadores nos dieron dos tazas: se ventilaron todo en la primera mitad.

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-En todo caso, hay algunos detalles que claman al cielo: ¿cómo demonios es posible que Boyd escape por las montañas de todo un ejército de policías comandados por Tim y Rachel?

-O, un capítulo antes, en el sensacional duelo diálectico en el bosque (“tus dientes brillan en la oscuridad”, jaja), también cuesta creer que Raylan y Boyd se encuentren con tanta facilidad en la noche oscura. Eso sí, la conversación posterior, quizá la más brillante de estos durante la temporada (junto con la que abre el post), es para enmarcar. Y condensa casi todos los motores argumentales de la serie: “Esa es solo la mentira que te cuentas, queriendo ganar”; “No sabes lo que hay en tu propio corazón”; “Bien, ¿qué ojos vas a ver cuándo me mates, Raylan, los de tu padre”; “¿Estás seguro que no quieres que te mate, Raylan, que te mantenga así como un héroe?”. Acojonante.

-En la sección de actores y personajes, tenemos que empezar por el grandioso Sam Elliott. Es un aroma, un carisma, algo que tiene, por ejemplo, un Walton Goggins. Esa facilidad para transmitir naturalidad, frescura, autenticidad en el cambio de registro. Ahora bien: su personaje era bastante torpe. Siempre van por delante de él Boyd, Katherine e, incluso, el propio Raylan. Se le pueden encontrar cien agujeros a su línea argumental; sin embargo, como la tradición del mejor noir, uno siempre tenía la sensación de que lo importante no era el qué, sino el cómo.

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-También ha sido una golosina contar con Garret Dillahunt. Por otros compromisos no podía quedarse hasta el final, por lo que, con su proverbial flexibilidad, los guionistas comandados por Yost ajustaron su papel. Ha estado temible, enigmático, complejo en sus lealtades caninas y, ay, verborreico: “¿Has terminado? ¡Demonios, hijo, hablas tanto como yo!”, le grita Boyd. O ese otro guiño simpático, tan de la casa, antes del Valhalla: “¡Vaya mierda! ¡Me has disparado por la espalda!”, llora Walker. “Si quieres que te dispare de cara, deberías haber corrido hacia mí”, replica Raylan con lógica cartesiana.

-A mí sí me ha gustado el reemplazo de Dillahunt: el viscoso Jonathan Tucker. Un pistolero que se lo cree, un villano que ansía emular al mito. Pero, claro, un palurdo que no sabe ni quién es John Wayne, por mucho sombrero que busque para esculpir su fábula. Es un tropo recurrente en el western: el cowboy joven que acaba con la leyenda. Su esperado duelo es visualmente muy potente, incluso por la incursión salvífica de Loretta y el alivio cómico de la huida de Ava. Tucker trabaja bien esa combinación de arrogancia y locura que caracteriza a Boon. Tuvo todo lo que podía esperarse de un OK Corral: miradas, tensión, sangre, intriga, sorpresa, emoción y hasta risas. Por cierto, el “truco” de lo del sombrero tiene su origen -o, al menos, su explicación- en el piloto: Boyd le echa en cara a Raylan que así es como debe de llevarse un sombrero, no muy calado, sino algo suelto. Gracias a eso, la bala puede rozarle seis temporadas después. También hace unas semanas, con el noviete de Loretta, se nos había explicado por qué Boon apunta alto: por si el pistolero de enfrente calza chaleco antibalas.

-Me convencí de que Boyd Crowder iba a morir -siempre han sobrado candidatos para acribrillarle- cuando asesinó a sangre fría a su leal segundo, antes de huir del hospital (por cierto, otro elemento de guión perezoso: la inmortalidad de este chico, siempre por los pelos). Es la típica acción imperdonable que pretende distanciarnos moralmente de un personaje por el que siempre hemos sentido simpatías. Porque, a pesar del charming de Goggins, Boyd siempre ha sido el villano. No olvidemos que apretó el gatillo con Ava; y que, puro Newton, Ava desarma su último porqué: “Me puse en tus zapatos e hice lo que pensé que tu harías”. Ouch. El caso es que no acerté con la muerte de Crowder, pero tiene el sentido que los creadores lo hayan salvado: ese amor por los personajes… y esa manía por regatear al espectador.

-La serie no ha sido redonda con su elenco habitual. Tim y Rachel, as always. Este año Tim sí que ha recuperado algo de vacile y lengua, pero no han exprimido bien al personaje de Rachel, ahora que estaba al mando. Una pena.

-A pesar de los atajos de la trama y la falta de un cierre explosivo, parece evidente la regla: las temporadas pares, soberbias; las impares, cojas.

The Friends of Eddie Coyle.

-Un clásico cuando se despide un all-star: ¿cómo de buena es la serie? Yo la incluyo en mi top-ten. Sin dudarlo. Directa al panteón.

1, 2, 3, 4, 5. Proselitismo y diálogo.

-Lo de que tengo una bala de Raylan Givens con mi nombre no es coña ni una expresión retórica. Me la regalaron los de “Calle 13” hace cuatro años: un USB con forma de bala y mis letras grabadas. ¡Mola, eh! Y quien me vea por la Uni también comprobará que la cartera en la que llevo los libros es de Justified. Estoy ganado para la causa.

-La semana que viene, si The Americans me deja tiempo, escribiré un artículo para Jot Down Magazine sobre toda la serie. Ahí os espero, recordando momentazos como éste:

10 Comentarios

  1. Lethe

    Estupendo analisis del final de esta grandisima seria, los voy a echar mucho de menos.
    Yo creo, que todo el mundo penso que Boyd moria a lo Butch y Sundace,sobre todo despues dela conversacion de Winona y Givens, en la cual le dice que quiere contar con el para criar a la niña, en ese momento le cambia el chip en el cerebro, y deja de ser el Raylan cerebral y tranquilo, para convertirse en un Givens que no habiamos visto nunca, amenazando a cualquiera que se interponga en su camino de atrapar a Boyd, por eso nos pillo a todos con el paso cambiado cuando no lo mato, hay una converacion entre Tim y Raylan con no hace creer que todo va a acabar, como tu dices en una balacera memorable, pero tambien creo que lo que le dijo el gran Art Mullen de que lo \”hiciera bien\”, pudo mas que sus deseos mas oscuros.
    La conversacion final entre los dos amigos/enemigos, me parece absolutamente genial, television de muchos kilates.
    La verdad, es una pena que se acabe, pero mejor asi que no empañe su gran legado.
    Esperando tuy articulo par Jotdown, un saldo.

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  2. Andreina

    Me encantó leer esto, muy bien! Gran serie, gran final. Me dejó muy feliz. Lloré mucho, pero lagrimas de felicidad.
    Justified, por siempre la amaré.

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  3. Individuo Kane

    Mi capítulo preferido fue el 6×09. Esa fiesta que se prepara para dar a conocer los \”grandes proyectos\” que existen para poner a Harlan en el mapa. Esa fiesta me parece maravillosa. Están todos ahí (Loretta, Boon, Raylan, Boyd, Ava, Markham, Katherine…) y la tensión es tan grande que fue el momento en que se podría haber organizado el gran tiroteo:
    -Earl, sal a fumar.
    -No fumo.
    -Pues deberías empezar. Será bueno para tu salud.
    Y no: Raylan no podía morir. Uno de los lemas de la serie, repetido muchas veces, es que el crimen es estúpido.
    También estaría bien hacer un repaso a la cantidad de muertes estúpidas que hay en Justified.

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  4. poliptoton

    Alberto, no comento nada porque básicamente no tengo nada que añadir (a mí también me dejó un poco frío que resolvieran todo en veintitantos minutos y el resto fuese un largo epílogo, siempre me dan un poco de rabia las películas con veinte mil finales), pero quería decir gracias por estas reseñas, siempre se aprende con ellas y se descubren cosas nuevas. Seguro que todos los fans de \”Justified\” hemos venido aquí como referencia en cuanto hemos visto el capítulo 🙂

    Me apunto lo de volver a ver el piloto ahora. Tengo un recuerdo muy mediocre de la primera temporada, la recuerdo como un procedimental un poco vago con los diálogos ácidos como único valor añadido, aunque para ser sincero, en las últimas temporadas alguna vez he echado de menos \”el caso de la semana\”. A veces me daba la sensación de que los 13 capítulos eran muchos para la trama serializada (a los personajes se los explora mediante trama también) y no hubiera venido mal integrarlos (integrarlos bien, claro) para desengrasar y ahorrarse un par de giros innecesarios que no hubiesen ocurrido de contar con menos metraje.

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  5. Guillermo

    Grácias por tu artículo. Soy un gran fan de la serie (siento debilidad por Wynn Duffy, el actor es muy bueno), que gran nivel a la hora de crear personajes. Es cierto que hay temporadas que me han gustado mas que otras, pero con la magia de los diálogos suplen esa posible carencia que a mi no me ha molestado en absoluto. Justified està entre mis 5 primeras claramente.

    PD: es de las pocas series que siempre, sin excepcion, he visto los créditos. Que emocion escuchar el tambor de el principio: TUM TUM TUM…

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  6. Arturo

    Gran artículo Alberto, y poco puedo añadir a lo que tan bien has contado. El cierre de Justified me ha parecido tremendo, digno de una de las mejores series de los ultimos años, irregular sin duda, pero siempre rozando el notable como mínimo.
    Coincido contigo en algunos atajos -excesivos- del guión, en esta y en otras temporadas, pero como bien comentas, en el género negro siempre importa mas el cómo que el qué.
    Y por último, creo que en esta sexta temporada la galería de malos ha sido redonda. Ty Walker, Avery Markham y Boom me lo han hecho pasar genial.

    Y de nuevo, felicitaciones por este gran blog.

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  7. Emilio

    Amén amigo. Yo he empezado a verla hace poco, voy por la tercera temporada y aunque este artículo tuyo me hace algo de \”spoiler\” no desvela nada que no sea \”esperable\”. He de confesar que esa sentencia de que Raylan Givens es todo lo que soñamos ser de mayores se cumple a la perfección. Lástima que lucir sombrero Stetson aquí esté mal visto. Raylan es ese héroe real al que le parten la cara de vez en cuando pero que no se arredra ante casi nada. Su templanza, recuerda cómo se hace con la pistola ante el asesino del picahielos, la quiero para mí. Me encanta la serie. De culto, casi.

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