, archivado en Southland

Narrador: Los policías se levantan cada mañana de forma diferente a todos nosotros. Nuestra peor pesadilla es simplemente su miércoles (4.1.)

Así es Southland, una serie que empieza un “Miércoles” cualquiera y acaba en “Jueves“. Da igual el día. Por todos ronronea la tragedia. Porque para estos polis angelinos vivir a una bala de la muerte es lo cotidiano.

Hoy adelanto mis filias: me encanta Southland. La gozo. Me atrapa. Es una serie policíaca de primer nivel, que ha sabido engordar músculo tras el vigor de su fantástica tercera temporada. Ahí soltó lastre y terminó de esculpir su identidad. Además, es de esas series que ganan espacio en la memoria, hasta el punto de que ahora me parece imperdonable que no la metiera en mi top ten ni le encontrara hueco en “Mis Emmy” a su aguerrida season finale. Aquel capitulazo con Ben saltando enloquecido por los edificios en una persecución salvaje, Cooper tocando fondo antes de resurgir, Sammy aprendiendo a digerir fracasos y culpas y Lydia haciendo las paces consigo misma.

(A partir de aquí, ligeros espoilers) Este año ha mantenido altura sin repetirse. Con un puñado de secuencias de acción antológicas¹ y arriesgando hasta un episodio rodado como un documental que termina en carnicería. Pero, sobre todo, mantiene el vuelo porque los personajes han evolucionado, en especial por los nuevos emparejamientos. Ben y Sammy, con su juguetona camaradería, se han emancipado de las asfixiantes sombras de Nate Moretta y John Cooper. El primero para abandonar el lado oscuro, el segundo para abrazarlo; volveremos sobre esto más abajo. El redimido Coop ha encontrado en el personaje de (una sorprendentemente solvente) Lucy Liu la dinámica perfecta para ir testando sus demonios interiores. De hecho, ambos los tienen, pero uno y otro optan por soluciones contrapuestas para ahuyentarlos. Ambos son buena gente, pero Cooper es un poli de la cabeza a los pies y Tang una cuota. El excelente Michael Cudlitz, con su físico grave y su porte de dignidad herida, confiere a su personaje una solemnidad griega. Es, simplemente, un héroe con pies de barro, un adicto que lucha cada día por levantarse.

La feroz Lydia también se ha beneficiado de un emparejamiento con más chicha que la mujerona del año pasado. Cierta tensión sexual y algo de vacile machista para una relación profesional que ha acabado demasiado centrada en la maternidad. Desde mediados de temporada, la escritura -habitualmente sutil- ha hecho cristalino el aprendizaje que debía recorrer la detective interpretada por Regina King. Prácticamente todos los casos remitían al asunto del embarazo. Blanco y en botella. Entiendo que, ante lo terco del personaje, la lección sea gradual, pero no deja de ser curioso que tras haber sido golpeada, acuchillada, ahogada… ¡tenga que ser el miedo a lo que escucha el bebé lo que le decida a firmar por un trabajo de oficina!

Como en otros años, Southland ha entrelazado tres tipos de estructuras narrativas:

1. Breves viñetas del día a día policial. Algunos de estos encontronazos son, sencillamente, memorables, de lo mejorcito de la serie. Con empuje realista, sacando partido de ese sol abrasador de Los Angeles, los protagonistas patrullan una ciudad herida por el miedo e inundada de locos. Con la áspera energía de la cámara en mano, Southland nos retrata una metrópolis desquiciada, donde el contrato social ha saltado por los aires y cualquier ciudadano esconde un asesino en potencia.

2. Un par o tres de casos de la semana, uno por pareja, en principio. Aquí es donde mayor desequilibrio exhibe Southland, puesto que algunos lances resultan sabrosos y otros -tan previsibles- hay que dejarlos correr. No importa demasiado, puesto que lo relevante de la serie no radica en el misterio ni en la jungla de tribus urbanas que capean, sino en el poso de los personajes. El buen rollo entre Sammy y Ben comienza a resquebrajarse por un tropezón de estos. Por eso sabe más picante la tercera estructura que se combina —>

3. Arcos argumentales de varios capítulos. En este saco entrarían, por ejemplo, el embarazo de Lydia, la obsesión de Ben con el proxeneta o la investigación que Asuntos Internos hace a Tang. Al final, los grandes conflictos de los protagonistas se dirimen aquí, convenientemente salpimentados por las otras dos estructuras narrativas.

El resultado es un relato completo y complejo que no teme a los dilemas morales, esos que crecen al abrigo del gris. “Después de un par de años en el trabajo, todo policía tiene que tomar una decisión sobre qué tipo de policía va a ser”, narra el off al inicio del episodio final. En ese fantástico capítulo todas las historias llegan a término y emocionan gracias a unos actores fetén. No por casualidad todas las secuencias clave -donde se resuelven esos dilemas que abrasan por dentro- se narran mediante miradas: Cooper escucha callado, resignado, la despedida de la trepa de Tang, una poli que sabe que ha vendido su excelencia por unos galones. Lydia -en una bellísima escena que evita el patetismo gracias a la elipsis- entrevista con horror a un niño calcinado. Ben obtiene la aprobación ética y la complicidad delictiva de ese pragmático de las calles que es Danny (Lou Diamond Philips). Y, por último, Sammy le hace señales de humo a Ben mediante un turbador intercambio de miradas en la última escena.

Aunque la relación más rica desde el punto de vista dramático haya sido la dupla Cooper-Tang, lo más atrevido ha resultado el descenso a los abismos de Ben. Sí, él, que tanto ejercía su superioridad moral con el desastrado John de la tercera temporada. ¿Resulta creíble su viaje interior? Por un lado, sí: el idealismo caduca si cada noche uno llega a casa y no duerme sus demonios². Pero, por otro lado, no hay realmente nada trágico ni dramático que justifique su obsesión por salvar a la prostituta y su hija. Son dos pobres humilladas más, sin nada especial. Y, en cuanto al chulo, seguro que decenas de quinquis han intentado mearle antes y no lo ha tomado como nada personal.

En todo caso, pegas menores para una propuesta madura, que entronca con la mejor pasta del género (Hill Street Blues, Homicide, NYPD, The Shield) y promete convertirse en un pequeño clásico si la TNT la renueva. Que ojalá que sí.

————

(1) Por citar algunas de las últimas: la persecución y el violentísimo choque con el que acaba el 4.9., el tiroteo en el lavadero con Cooper en plan John Wayne y Tang haciendo el indio o, incluso, la espectacularidad de esos skaters suicidas bajando la colina.

(2) Es acertado recordar aquí la irascible reacción al inicio del capítulo 4.4., pegándole un mamporro a una groupie pesada y soportando después que subieran el vídeo a Youtube.

12 Comentarios

  1. satrian

    De esta temporada me ha gustado sobre todo que no haya habido tanto baile de personajes durante la temporada, y la evolución de Ben Sherman, de nuevo nos ha demostrado Southland que es una gran serie.

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  2. String

    A mi me ha encantado esta temporada, incluso más que Justified, la \”otra\” más en forma para mi gusto. Siempre me tiene en tensión, parece que en cualquier momento van pegar un tiro a alguien(estaba convencido que se cargaban a Tang). Los actores estupendos, hasta Lou Diamond Philips/Lucy Liu parecen otros. Si no la renuevan…

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  3. jim

    buen final…Tang haciendo lo que hace cualquier policia de carrera, Copper como siempre:impresionante…Sherman fue el barco a la deriva, termino donde todo mundo le dijo que iba a terminar y nadie queria que llegara ahi, la escena final lo dice todo.

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  4. Smoker

    Hace relativamente poco que descubrí tu blog Alberto. Lo reconozco, soy un adicto a las series, y como tal, leo habitualmente diferentes blogs para mantenerme informado sobre todo lo relacionado con mi droga particular. Descubrí el tuyo por casualidad, y desde que comencé a leer tus articulos, me atrevo a decir que es de lo mejor que visto. No queria dejar escapar la ocasión de felicitarte por tu labor (que además se nota que lo haces con pasión y sabes transmitirlo) y quitarme el sombrero ante ti, \”chapeau\”.

    Un fuerte abrazo.

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