, archivado en How to Make it in America

Las comedias otoñales de la HBO no andan muy rutilantes que se diga. Este año, ni he intentado lo de Bored to Death por exceso de literalidad del título. Enlightened apuntaba una premisa bostezante, una audiencia minúscula y una crítica pasota (excepto este último Poniewozik). De modo que la única que se coló de nuevo en mi baraja semanal fue How to Make it in America, la epopeya cotidiana de un par de aspirantes a gurús de la moda.

No, no, qué va, nada muy fashion: Ben y Cam diseñan vaqueros, camisetas y sudaderas con capuchas, en un estilo más cercano a lo “cuidadamente descuidado” de Billabong que a la sofisticación gritona de Gucci o Prada. Fresco, cásual (con tilde en la primera ‘a’), juvenil, dinámico, bla, bla, bla. Así es, la vertiente modística de la serie me la trae al pairo; no entiendo ni papa y me limito a constatar, como decía aquél, que los desfiles de temporada muestran prendas tan feas que, cada seis meses, los diseñadores tienen que cambiarlas.

Eh, no nos salgamos de la pista. América como tierra de oportunidades y la HBO. Durante años, la cadena de pago conjugó alguna de las críticas más incisivas sobre la política, la sociedad y la historia americanas (The Wire, The Sopranos, Deadwood) con comedias sofisticadas que perfumaban de rosa el “american way of life” (Sex and the City, Entourage). How to Make it in America se ubica en un punto intermedio. La vocación de la serie es optimista, pero se trata de una comedia nada cómica y de un drama nada dramático (y no, ¡¡no es una dramedia, ese nuevo cajón de sastre!!). Es, simplemente, una reconstrucción amable de la lucha de dos tipos normales -con buen gusto y altas aspiraciones- por escalar en un entorno tan complicado como cualquier otro. El sueño americano logrado a base de trabajo duro, algún golpe de suerte y honestidad con uno mismo. Sin héroes ni villanos ni patadas al sistema.

http://www.youtube.com/watch?v=VQNzqxxjuJE

Hasta diría que se agredece una serie de contenido social que no se despeñe por las alcantarillas del maniqueísmo. Por ejemplo, Yosi, el tipo que quiere comprarles su incipiente empresa/marca (“Crisp”) no es un tiburón financiero despiadado, sino alguien que ve una oportunidad de negocio y quiere exprimirla al máximo compartiendo los beneficios. Por si hubiera dudas, en el camino pierde a su sastre y gana una cornamenta. Otro ejemplo: lo más cercano a Cruela de Ville es Nancy, una atractiva cuarentona que, a pesar de alguna mentira piadosa con sus chicos, les abre las puertas del negocio, networking y alcoba incluidos. Ni tan mal, oye: “El dinero importa. Pero es solo una pieza del puzzle. A veces, con quién estás haciendo negocios es mucho más importante que los negocios que estás haciendo”.

Incluso la parte baja del cuadro va sin mala leche. Esos inmigrantes latinos, asentados en USA, que buscan oportunidades de negocio con una bebida llamada Rasta Monsta chocan con la competencia de otras minorías que, astutamente, quieren aprovecharse jugando la carta del victimismo colectivo. Ni banqueros malos, ni WASPs paternalistas, ni leyes discriminatorias. Al contrario: esos mismos latinos son los que aún manejan algún que otro tic gangsteril del que quieren desprenderse. Esta parte del relato, además, ha aumentado cuota gracias a la simpática caracterización de Luis Guzmán, el clásico secundario hispano al que rinden culto en Community.

Es una serie bien escrita, que se mueve con soltura en el relato generacional: amores, desamores, triángulos, intercambios de pareja, amistad a prueba de balas, drogas blandas, complejos de Peter Pan, raves en el SoHo y demás derivados pre-teintañeros. Previsible, sin duda, pero con personajes tridimensionales al menos. Lake Bell está linda, aunque un pelín cargante,  a Kid Cudi le sobra rap y el desquiciado cameo de Joe Pantoliano quedó muy conseguido. Sería estupendo que el año que viene tuviera más cuerda James Ransone (le recuerdan de The Wire, Generation Kill o Treme) y que definitivamente volviera Martha Plimpton, la gran ausente del segundo año, aplicada en labores de críar a Hope.

A ver si entre todos alargan mecha y hacen que How to Make it in America gane rabia y aprenda a driblar. Que arriesgue un poco más, sobre todo con la peripecia empresarial de sus protagonistas. Hasta ahora no es una serie mala: entretiene, es cortita y va madurando. Pero, uy, tampoco dedicaría grandes esfuerzos por continuarla. Porque, en efecto, América es una tierra de abundancia; también para la oferta televisiva.

6 Comentarios

  1. fasensio

    A mí esta temporada me ha gustado más que la primera. Creo que han afinado mejor el tiro en cuanto a lo que quieren contar, miden mejor los tiempos y los personajes están mejor perfilados. Aún así, creo que le queda mucho espacio para mejorar. No me parece que la serie haya despegado del todo. Y en parte creo que puede deberse a su propio diseño. En las dos temporadas que llevan, da la impresión de que la serie se termina antes de arrancar, por lo que creo que una temporada más larga, de 12, le vendría mejor. Como en el caso de Entourage (salvando las diferencias), que empieza a funcionar de verdad en la 2ª. En resumen, la trama de temporada tiene poco recorrido.

    Por otro lado, no entiendo muy bien porqué se considera a este tipo de series como una comedia (aunque como bien dices tenga más bien poco de cómica). De hecho no sé muy bien si las propias cadenas las venden como tal. Creo que series como esta, Nurse Jackie, Bored to Death o Hung (ni siquiera Entourage era una comedia), si bien pueden tener tintes cómicos, suelen tender al drama. Drama ligero, si se quiere. No conozco al dedillo los formatos americanos, pero en mi opinión este tipo de series son una nueva apuesta, tanto de los creadores como de las cadenas, por contar cierto tipo de historias, alejadas por lo general de los géneros clásicos, que se adaptan mejor a este formato. Corregidme si me equivoco.

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