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La pitada y la ventosidad

Se ha dicho muchas veces estos días que la pitada contra el himno de España en la final de la Copa del Rey (el pasado 30 de mayo en el Camp Nou) es un acto de libertad de expresión. Uno sigue albergando ciertas dudas. Es cierto que, al contrario de lo que ocurre en otros países de larga tradición democrática, como Francia y Alemania, la legislación no contempla sanciones contra los que pitan el himno nacional. ¿Pero estamos ante un acto de libertad de expresión o simplemente de una criticable falta de educación y de respeto?
Se me ocurre comparar lo de los pitos con un pedo, con perdón. Al fin y al cabo, en ambos casos se trata de expulsar aire de forma sonora y con el propósito de molestar al prójimo, por decirlo de forma suave. Si bien te pueden multar por dejar excrementos en la vía pública (tuyos o de tu perro), que yo sepa no se contemplan sanciones por tirarse un pedo en un lugar especialmente sensible, como el ascensor de unos grandes almacenes. Pongamos por caso -ficticio, por supuesto- que Jaimito (nombre inventado) estuviera terriblemente enfadado con El Corte Inglés, porque su agencia de viajes le dejó tirado en su luna de miel. Imaginemos que quisiera tomarse cumplida venganza, y que no tuviera mejor idea que expeler una ventosidad en uno de sus amplios ascensores atestados de clientes en plena campaña navideña. La gamberrada de Jaimito no sería objeto de sanción, pero sí de reprimenda. Si se descubre, claro, que fue él el guarro. Y los perjudicados por su mala educación serían los clientes de El Corte Inglés que se encontraran con la peste en el ascensor, no los responsables de los grandes almacenes.
Pues algo parecido ocurre con los que pitaron el himno: los perjudicados por su mala educación han sido todos los españoles, incluidos los catalanes y los vascos, y los que están a favor del mal llamado «derecho a decidir». Y su acto no será objeto de sanción, pero sí de reprimenda moral por parte de todos. El error de los que pitaron es el mismo que el de Zapatero, que no se levantó ante la bandera de Estados Unidos: el objeto de su desaire no fue Aznar, que es lo que él pretendía, sino todos los ciudadanos del país norteamericano. Y las consecuencias de esa absurda falta de respeto las pagamos todos los españoles durante años.
Por otra parte, ¿qué respeto merecen quienes no respetan a los demás? ¿Qué pensarían los catalanes que pitaron el himno si otros ciudadanos pitaran «Els segadors»?
Mas y Louzán Copa Rey

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Rafael Rodríguez López (Rafa López)
Periodista + información

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