Rajoy y el fin del principio

Tuve la oportunidad de conocer a Mariano Rajoy hace pocos años. En Faro de Vigo me encargaron entrevistarle en más de una ocasión, en una de ellas en la célebre «sala de maitines» de la sede del PP en la calle Génova. No puedo presumir de haberle tratado a fondo, dado que mis encuentros con el ahora presidente han sido puntuales y en el ámbito profesional, pero creo conocerle más allá de la distancia -casi siempre, abismal- que separa al entrevistado del entrevistador. Aquellas entrevistas en profundidad las preparé a conciencia, leyendo multitud de documentos sobre su persona, y hasta una voluminosa biografía. Hice mis deberes. Quería que Rajoy dejase ver a la persona que hay detrás del político a través de algunas preguntas más personales o culturales (lo mío es la cultura más que la política), y creo que lo logré en cierta medida. Sin embargo, lo más revelador para mí de esos encuentros fue lo que pude ver y oír cuando la grabadora estaba apagada.

Mi última entrevista con Rajoy fue poco antes de las elecciones generales de marzo de 2008. La planta donde se encontraba el despacho de Rajoy estaba «tomada» por el equipo de Andreu Buenafuente. Esa misma mañana el popular humorista y presentador tenía una cita con el jefe de la oposición para hacerle una amplia entrevista, que sería emitida en horario de máxima audiencia. Pero la de Faro de Vigo era la primera de la mañana, o a eso se había comprometido el equipo de Mariano Rajoy. Buenafuente tenía que esperar a que terminase de hacer su entrevista un desconocido periodista de un periódico «de provincias». Con bastante puntualidad me recibió el presidente del PP, y en los pasillos de la sede de Génova nos encontramos con Buenafuente. Rajoy le estrechó la mano al de Reus por primera vez (no me consta que se conocieran de antes), con mayor cordialidad (al menos, eso percibí), que la que mostró el «showman» (algo tenso) con el político. Acto seguido, Rajoy me presentó a Buenafuente, que parecía nervioso y ansioso por saltarse el orden establecido en la agenda. Al fin y al cabo, había desplazado un equipo de grabación entero (incluido Jordi Evolé, «el Follonero») de Barcelona a Madrid, y yo no era más que un joven y desconocido periodista de un periódico (el decano de España, eso sí) de ámbito regional. El hecho de que Rajoy me presentase a Buenafuente (a veces, uno se siente invisible en según qué situaciones) y que respetase el tiempo y el orden de la entrevista me pareció muy significativo. Otro político más preocupado por su imagen se hubiera enclaustrado en maquillaje y peluquería, preguntando insistentemente a sus asesores qué corbata da mejor en cámara. El periodista «galleguiño» podía esperar. Pero no. Rajoy es recto, serio y previsible en el mejor sentido de estas palabras. Y se sometió a la media hora de entrevista a solas conmigo, sin su jefa de prensa, la periodista Carmen Martínez Castro, una buena profesional que a veces lleva demasiado lejos su afán por evitar cualquier desliz por la espontaneidad de su jefe (pesaban aún los «hilillos» del Prestige).

Repetía Rajoy en aquellos años que si pudiera tomarse un café con cada uno de los votantes españoles arrasaría en las elecciones. Y tenía razón, aunque no le ha hecho falta demostrarlo. El político gallego gana mucho en las distancias cortas, algo que reconocen incluso políticos y periodistas de signo ideológico opuesto al suyo. Uno, que es un tímido incurable, sabe muy bien que la timidez se suele confundir, en la primera impresión, con adustez de carácter. Rajoy no es el tipo en el que cualquiera pensaría en primer lugar para tomarse unas cañas, pero es dueño de un humor muy fino, al estilo de su admirado paisano Pío Cabanillas Gallas, y es incluso capaz de reírse de sí mismo, en la medida en que esto es posible en un político, cuando no hay cámaras de por medio. Recuerdo que le pregunté si se sentía el Poulidor de la política española. Él, gran aficionado al ciclismo, entendió el símil, como es natural, y me contestó sin vacilar que él iba a ser un Eddy Merckx. Tras ocupar varios ministerios y puestos clave en todas las administraciones, salvo la municipal, parece claro que es el mejor preparado para afrontar el Tourmalet que le espera.

Los que antes (sobre todo desde la derecha) le reprochaban a Rajoy su supuesta falta de carisma y firmeza cambian su opinión al ver al otrora gris registrador de la propiedad como nuevo inquilino de la Moncloa, y clavando sus ojos en el portavoz de Amaiur para espetarle: «Yo a usted no le debo nada». No hay duda de que el hábito hace al monje, y que ganar unas elecciones (más si es por abrumadora mayoría absoluta) aporta un extra de carisma. Recordemos la escasa capacidad de liderazgo que se atribuía a José María Aznar antes de 1996 y lo que significa ahora, tanto para sus acólitos como para sus rivales políticos, la figura del expresidente del Gobierno del PP.

Como otro de sus referentes políticos, Winston Churchill, Rajoy no puede prometer más que «sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor». Es el tortuoso camino que hay que recorrer para rectificar el rumbo del país. Pero su seriedad, su previsibilidad, su sensatez y su bonhomía -no quiso hacer leña del árbol caído al despedir a Zapatero en el Congreso- son cualidades que ahora jugarán a su favor, y no en su contra. Para salir de la crisis, los españoles quieren un mirlo blanco, no un taimado halcón de la política. Necesitan a alguien que les diga la verdad de la situación, por muy dolorosa que sea. Que haya elegido a sus ministros sin atender a cuotas, ni territoriales, ni políticas, ni de sexo, es otra buena señal en la dirección correcta. Ojalá que sus decisiones sigan siendo acertadas para que pronto pueda anunciar no ya el fin de la crisis, ni tan siquiera el principio del fin; pero, al menos, sí el fin del principio.

 

Be Sociable, Share!

Etiquetas: , , , , , , , ,

votar

4 Comentarios Dejar comentario

  1. Octavio B. #

    interesante semblante desde la experiencia personal y del talante.
    Lo del talante no viene a cuento pero me ha permitido incrustar un pareado en un Comentario, que siempre es bonito 😀
    Yo, bien lo sabes, desconfío de un gobierno PP que no entre a saco contra lo público, que no meta tijera a aquello que yo no tocaría (cultura, sanidad, profesorado público…) y que de pomada donde creo que hay que usar lija (empresa, banca, curia), pero sin apriorismos de panfletillo progre, también espero que, en lo económico, las cosas mejoren. Tras la Antigestión (un poder mutante de ZP) España ha votado gestión, no ideología, y ojalá gestione este gobierno y las cosas mejoren. Algún ministro me ha hecho arquear las cejas hasta la azotea (y «casi me caigo del Guindo», ejem…) pero lo dicho, sin apriorismos, a ver qué pasa.
    Y repito, muy buena semblanza desde la experiencia cercana y personal.

    Por cierto, Mariano era muy amigo de mi primo cuando estudió Derecho en Santiago, y lo recuerda como majo y «ratón de biblioteca», un hombre MUY aplicado como estudiante de derecho. Es mi nota personal.

    • rafagas #

      Gracias Octavio. Tengo a algún amigo que es, a su vez, muy amigo de Rajoy, y hablan maravillas de él en el plano personal. Nos podrán gustar más o menos sus políticas, pero parece claro que es un tipo que cree en la capacidad de la política para mejorar las vidas de los ciudadanos, y lo que es más importante (y difícil, para mí): cree en sus conciudadanos. No cabe duda de que podría ganarse bien la vida con su profesión (fue el registrador de la propiedad más joven de España, con 23 años, un «ratón de biblioteca», como bien dices. Y me gustó el detalle de que cuando se formó el Parlamento de Galicia, hace 30 años, él defendió que los parlamentarios no cobrasen por su labor.
      Lo del «talante» está bien traído, porque aunque no ha hecho de ello su bandera, como su antecesor en la Moncloa, Rajoy tiene buen talante. Le han caído críticas durísimas desde la izquierda, como es natural, pero también desde la derecha de su partido, y creo que es buena señal. Tampoco han acertado las quinielas de «ministrables»: no se ha filtrado ni un solo nombre a ningún medio, ni favorable ni crítico.
      Coincido contigo en que se ha votado por una gestión, y que en ese aspecto se pueden mejorar muchas cosas. Un par de ejemplos: ¿cómo es posible que las comunidades autónomas tengan sistemas informáticos diferentes en el ámbito de la Justicia, permitiendo, de facto, que un individuo sea un maltratador condenado en una comunidad, y un tipo inocente en la limítrofe? ¿cómo se puede permitir que empresas extranjeras que quieren establecerse aquí y crear miles de empleos, desistan porque tienen que acudir a demasiadas ventanillas administrativas? ¿Cómo puede ser que un autónomo tenga que pagar el IVA antes de cobrar de una administración? ¿Puede una administración endeudarse sin límite alguno, convirtiéndose, a la vez, en deudora de cientos de pequeñas y medianas empresas que se ven obligadas a quebrar? A los dos últimos problemas se les está poniendo remedio, y no creo que sean medidas de derechas o de izquierdas, sino de sensatez.
      Nos esperan ajustes duros, supongo, aunque pienso que hemos tocado fondo y a partir de ahora solo podemos subir. Recuperar cierta confianza también es importante para la economía.
      Un abrazo

  2. Roi Varela Arbones #

    Buena cronica Rafa. Me ha gustado como casi todo lo que he leido de tu pluma (perdon, teclado). Y sin embargo hay ciertas cosas que encuentro, no se…algo alejadas de la realidad de este mundo global que nos toca vivir.
    «De lo primero que se da cuenta un Presidente del Gobierno cuando llega al poder, es del poco poder que tiene» Ramonet dixit. Desgraciadamente, creo que esta es una realidad muy palpable hoy dia. Me parece un poco ingenuo pensar que esta crisis se puede solucionar desde instancias nacionales. No solo no creo que sea posible, sino que cualquier Presidente que pretenda distanciarse del mainstream, cosa que parece no veremos mas que en Islandia, estara cavando su propia tumba. Ni esta crisis la causo el gobierno del PSOE, ni de ella nos va a sacar el gobierno del PP…en fin, nosotros a currar que es lo que nos toca…
    Un abrazo

    • rafagas #

      Gracias Roi. Yo sí pienso que se pueden hacer mejor las cosas, y que, aunque la economía dependa en buena medida de condiciones supranacionales o globales. España adolece de problemas estructurales que no dependen de lo que ocurre fuera: el altísimo paro, la cada vez peor calidad de la educación, la rigidez del mercado laboral, la falta de unidad de mercado, el enorme fraude fiscal, la economía sumergida, la pérdida de tiempo que supone la actual jornada laboral «partida», el exceso de burocracia… Estoy de acuerdo en que no será fácil y en que el Gobierno del PP no podrá hacer nada por sí mismo si las demás administraciones no arriman el hombro, y en definitiva, todos los ciudadanos.
      Yo soy un poco escéptico en cuanto a que los intentos reformistas en este país, desde los tiempos de Joaquín Costa, no han tenido éxito casi nunca, y la España de hoy se parece bastante, por desgracia, a la que describía Larra (con razón se suicidó…) Hace falta un cambio profundo de mentalidad para que esto sea una verdadera meritocracia, y no medren siempre los caraduras, los especuladores, los que evaden impuestos y los que se quedan en la oficina perdiendo el tiempo para que vea el jefe que están «trabajando». En fin, tú has viajado y sabes que ahí fuera (hacia el norte) todo es diferente. Aquí tendemos a la «belenestebanización» de la sociedad, cada vez más incullta, maleducada e improductiva. Pero bueno, hay que trabajar a largo plazo, empezando por un sistema educativo dirigido a la competitividad. Ojalá fuéramos más parecidos a los islandeses (el otro día fui a una conferencia sobre Islandia que estuvo fenomenal), aunque hay tantos islandeses como vigueses, y la comparación entre España e Islandia parece complicada.
      Un abrazo

Rafael Rodríguez López (Rafa López)
Periodista + información

Escribe tu correo: