Vallekas por la kara · Nino Olmeda

Se celebró el primer pleno de la Asamblea de Madrid y desde antes del inicio de la sesión algo nuevo y distinto se percibía en el ambiente del Parlamento de Vallecas. Los portavoces de todos los grupos comentaron en los pasillos la rebaja de las tasas universitarias un 10%, aprobada ese mismo día por el Gobierno. A todos les pareció bien, con matices. El PP alabó la medida, Ciudadanos dijo que este cambio es fruto del acuerdo de investidura y PSM y Podemos se felicitaron por la rebaja aunque la consideraron corta porque los aumentos anteriores todavía se dejan sentir. Es la primera vez que la oposición apoya algo razonable y no como en los pasados tiempos de mayoría absoluta del PP, que apretaba tanto el lazo a sus oponentes que estos escupían sobre todo lo hecho como acción de rebeldía. El próximo pleno, el 23 de julio, por primera vez se celebrará por la mañana. En la mente de muchos están los plenos que terminaban a las dos de la madrugada y que agotaban a todos. No se acababan con estos plenos de noche porque la petición era de la oposición y el PP, ni agua a nadie y menos a quienes les ponían verde desafiando su autoridad prepotente. Todos se han puesto de acuerdo en reformar el Reglamento de la Asamblea para conseguir que se abra a los madrileños, que propicie el debate sereno y la confrontación de ideas y que sea el centro de las demandas y preocupaciones vecinales. Pues eso, que no hay nada parecido con lo anterior, con lo que sucedió los pasados años.

El resultado de las pasadas elecciones fue una patada en la mesa del puzle electoral existente, dominado por un PP que ignoraba a la oposición, integrada por los socialistas y los desaparecidos IU y UPyD. Los populares perdieron mucho pero no todo, el PSM cogió algo de oxígeno, Podemos entró con fuerza y Ciudadanos llegó con una timidez decisiva que posibilitó a Cristina Cifuentes hacerse con la Presidencia. Ya estamos en julio y lo que para unos es el cambio y para otros, recambio, continuidad estética con lo anterior, no termina de materializarse. Todo va lento, muy lento, y no por culpa de nadie sino de la realidad normativa. El Consejo Consultivo, integrado por exmandatarios y otros ‘notables’ elegidos por los que mandan, va a desaparecer. Este acuerdo tiene que hacerse del mismo modo que cuando se creó, es decir, a través de una ley. La tramitación lleva su tiempo. Se eliminará tarde o temprano, pero tienen en mente poner en marcha un estatus de expresidentes. De lo que no han dicho nada es del estatus de exlimpiadoras, exfruteros o examas de casa. Tardará en llegar la apertura de los comedores escolares o el pluralismo a Telemadrid, pero está asegurado que el mes de julio será hábil desde el punto de vista parlamentario. Seguro que a más de un diputado se le ocurre recordar los males del paro y demás desgracias de la crisis y en pleno verano se celebra más de un Pleno para refrescar nuestras memorias. Lo que está pasando (cambio o recambio), va pero muy lento.

El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, ha decidido tomar el pulso al PSM con la convocatoria de un congreso extraordinario del que saldrá el sucesor del defenestrado Tomás Gómez y una nueva dirección política. Unos dicen  que no era necesario un cónclave extraordinario porque dentro de seis meses habrá otro ordinario, y otros, que convocarlo a finales de julio y dar diez días para conseguir 1.500 avales desalienta y da la sensación de que lo de las primarias no lo han entendido. Sánchez decide cuándo (30 de julio) y quién (Sara Hernández, alcaldesa de Getafe) y lo escenifica sin cortarse un pelo. Un día antes de la presentación de Hernández, el presidente de la Gestora del PSM, Rafael Simancas, anuncia la celebración del congreso y la fecha de las primarias, el 26 de julio, y dice que no sabe quién se presentará. Sara estuvo acompañada de los alcaldes de Fuenlabrada, Alcalá de Henares y Móstoles, de diputados nacionales y regionales y del número dos de la Gestora, integrada por simanquistas y seguidores puros de Sánchez y que andaba un poco revuelta por cuestiones de pureza. El otro aspirante, el diputado socialista Juan Segovia, tiene intención de recoger los avales necesarios para poder convertirse en candidato oficial y explicar a los militantes que no estén de vacaciones qué planes tiene para convertir el PSM en algo diferente a una barca de recreo que, aunque se mueve, da seguridad a los que llevan los remos, y más a los que mandan remar.

Cristina Cifuentes, después de pactar su investidura con Ciudadanos, se convirtió en  la nueva presidenta de la Comunidad de Madrid. Estrenó la X Legislatura del Parlamento de Vallecas con “cambios saludables en la formas”, según reconoció el portavoz de Podemos, José Manuel López, quien añadió que las medidas de la candidata del PP le parecen “más de lo mismo”. Nuevos tiempos y nuevas formas para afrontar los problemas de siempre: los efectos de una crisis que parece que se evapora por unos resultados económicos que hasta la fecha sólo se perciben en los informes de los grandes bancos y empresas y que no parecen notarse en las economías domésticas de las familias más golpeadas. Son los viejos problemas del paro, de la pérdida de calidad de muchos servicios públicos necesarios más que nunca cuando se pierde casi todo, de los desahucios, de la desesperación y de la falta de confianza en la llamada clase política. Son nuevos tiempos, sin duda,  porque el PP (48 diputados) ya no podrá gobernar pasando el rodillo que ha amasado la política regional desde que el socialista Joaquín Leguina perdiese las elecciones y diese paso a Alberto Ruiz-Gallardón, Esperanza Aguirre e Ignacio González. Tendrá que pactar algunas cosas con Ciudadanos (17), otras con el PSM (37) y más de una con Podemos (27), cuyo portavoz está dispuesto a suscribir las medidas PP-Ciudadanos relacionadas con la transparencia y la lucha contra la corrupción. Cifuentes  se comprometió a no hacer lo hecho por sus antecesores en relación con las privatizaciones sanitarias o del Canal de Isabel II o con el Consejo Consultivo o Telemadrid. Y a seguir bajando impuestos, como Aguirre y González, a los que en líneas generales defendió, aunque dejó bien claro que ella tiene sus propias políticas. “Las urnas nos dijeron alto y claro que hay cosas que no se estaban haciendo bien, que política y corrupción no pueden ir jamás de la mano”, expuso ante sus señorías antes de ser declarada oficialmente mandataria autonómica. Lo dicho por Cifuentes fue comentado por la oposición. Podemos cree que sus nuevas formas están relacionadas con la estética y no con la solución de los problemas de los  casi medio millón de parados; de los colocados  que encuentran un empleo con escaso sueldo y condiciones poco dignas;  de los pacientes que esperan impacientes ser atendidos por la sanidad pública, y de los padres y madres de escolares que han perdido las becas que necesitan sus hijos y la calidad que antes alababan. El profesor Gabilondo (PSM) espera descubrir si las promesas de Cifuentes son o no una enmienda a la totalidad a lo hecho por el PP para actuar en consecuencia e Ignacio Aguado (Ciudadanos) dice que su partido es el responsable de las medidas propuestas por Cifuentes. Tiempo al tiempo para descubrir si las nuevas formas son algo más que promesas y buenas palabras.

Las reuniones entre Cristina Cifuentes e Ignacio Aguado han ido por buen camino y se iniciarán muy pronto los trámites para la celebración del Pleno de la Asamblea que convierta a la candidata del PP en presidenta de la Comunidad. Ciudadanos ha convertido a Cifuentes en protagonista de una Legislatura en la que tendrá que pactar con todos para sacar adelante proyectos que no ahuyenten a los madrileños como los de Esperanza Aguirre, lideresa indiscutible de la derecha poco centrada hasta hace nada, que empezó a combatir los efectos de la crisis con medidas privatizadoras de servicios públicos esenciales que dejaron a muchos ciudadanos peor de lo que estaban. Los perjudicados por estas actuaciones insolidarias gritaron y su estruendo llegó el 24-M hasta las urnas, que se quedaron sin gaviotas suficientes para seguir mandando el PP de Aguirre, que ha anunciado que, en el próximo congreso, no optará a la reelección. Esto, unido a la llegada de Cifuentes a la Presidencia, convierte a Cristina en la aspirante a suceder a Esperanza, que observa en silencio como le enmiendan la plana y echan atrás todos sus proyectos más queridos.  Cifuentes ha acordado con Aguado eliminar el Consejo Consultivo, desintoxicar Telemadrid, no privatizar nada más y abrir los comedores escolares en vacaciones, lo que supone dar un giro de 180 grados a las políticas del PP y el adiós definitivo al partido modelado por la que fue presidenta, quiso ser alcaldesa y se marchó para no ver lo que viene.

Tomaron posesión de sus escaños en la Asamblea de Madrid todos los diputados elegidos por los madrileños el 24-M menos uno. Lo hicieron los 48 populares, los 17 de Ciudadanos, los 27 de Podemos y los 36 del PSM, que obtuvo 37. En el número tres de la lista de Ángel Gabilondo estaba Pedro González Zerolo, que falleció el mismo día de la constitución del nuevo Parlamento de Vallecas. Se fue sin decir nada pero quedan sus contribuciones a avances sociales tan importantes como el matrimonio entre personas del mismo sexo. Se produjo su marcha el mismo día que llegaron a la Asamblea de Madrid los llamados partidos emergentes: Podemos y Ciudadanos. Sus compañeros colocaron una rosa roja encima de la mesa del escaño elegido para él. Antes del Pleno, los 128 guardaron un minuto de silencio en su memoria. Luego llegaron las votaciones y la elección de los siete nuevos miembros de la Mesa, que estará presidida por la popular Paloma Adrados. Hay representantes de todos los partidos. Ciudadanos, que ha posibilitado la elección de la nueva presidenta, ha colocado a uno de los suyos en la Vicepresidencia. Ya no hay mayorías absolutas y ningún partido podrá convertir el Legislativo en cómplice leal del Ejecutivo. Será necesario mucho diálogo, los emergentes tendrán que demostrar que hay algo detrás de sus promesas para darle valor a sus palabras y Zerolo siempre estará presente en el pensamiento de los diferentes y de los amantes del derecho a la diferencia, pero con derechos.

Los candidatos de los partidos a presidir la Comunidad de Madrid han empezado a hablar entre sí para intentar ponerse de acuerdo en algo. Cristina Cifuentes (PP) quiere hacer valer sus 48 diputados para convertirse en la próxima mandataria, aunque sabe que la suma de los parlamentarios del PSOE (37), Podemos (27) y Ciudadanos (17) no lo posibilita y necesita de ellos para cumplir sus deseos. La primera cita es el 9 de junio. Los nuevos diputados se sentarán en sus escaños y tras la elección de la llamada Mesa de edad, integrada por el más mayor y los dos más jóvenes, deberán nombrar al órgano de Gobierno del Parlamento de Vallecas. Un presidente, varios vicepresidentes y otros tantos secretarios son los cargos a elegir. Todos los grupos están de acuerdo en que la Mesa tenga miembros de todos los partidos, incluido Ciudadanos, que, por ley no le corresponde por su número de votos. Dependiendo de quién apoya a quién para ser presidente de la Asamblea conoceremos si la popular Cifuentes o el socialista Ángel Gabilondo tienen más o menos posibilidades de ser la persona que suceda a Ignacio González al frente del Gobierno regional. Gabilondo tiene mucha ilusión y ganas pero menos votos de los necesarios y Cifuentes, más diputados y también más marrones sobre su figura. Los imputados por casos de golferío atascan sus aspiraciones. Los que decidirán son los llamados emergentes. Seducir a Podemos no está en su mente y ambos, Ángel y Cristina, dedican todo su tiempo a agradar a Ciudadanos, que sabe lo decisivo de su apoyo.

La Asamblea de Madrid contará con cuatro grupos, los mismos que antes del 24-M. Desaparecen UPyD e IU, surgen de la nada Podemos (27) y Ciudadanos (17) y se mantienen PP (48)  y PSM (37). En total, 119 escaños en el Parlamento de Vallecas. La que más votos obtuvo, la popular Cristina Cifuentes, necesita más apoyos que los del PP para ser la próxima presidenta de la Comunidad de Madrid, y el segundo, el socialista Ángel Gabilondo, también podría ser el nuevo mandatario, pero requiere de la complicidad de Podemos y Ciudadanos. Un tiempo nuevo ha llegado, el bipartismo ha muerto, nada es igual, hay más pluralismo y después de una campaña electoral en la que los políticos y sus estridencias fueron las estrellas, ha llegado la hora del diálogo y las políticas. Tendrán que hablar todos con todos y las memeces propagandísticas que se dijeron en estos días ya no sirven. ¿Recuerdan eso de acabar con la casta y de que las siglas emergentes eran la marca blanca del PP-PSOE? Cifuentes sólo podrá contar con los votos de Ciudadanos, otros que no son de izquierda ni de derechas sino generadores de amor y felicidad, porque PSM y Podemos, que podrían gobernar juntos si tuvieses los apoyos necesarios, pasan mucho de ella. Gabilondo se apunta a un pacto con todos menos con el PP si Cifuentes no convence a Ciudadanos, que ha repetido muchas veces que dejará gobernar al partido más votado. No queda más remedio que dialogar sin estridencias y olvidar lo dicho en la campaña porque en el futuro será la mejor herramienta para gobernar. Es la hora de las políticas y de dejar en un segundo plano a los políticos dicharacheros que se tanto se prodigan.

Las elecciones autonómicas del domingo 24 de mayo son  una ‘batalla’, electoral, por supuesto, en la que compiten muchos partidos pero sólo cinco o seis estarán presentes en el hemiciclo de Vallecas. Pero también, un periodo en el que se dirimen ajustes de cuentas internos entre distintos sectores o familias de las principales formaciones. En el PP, empiezan a tomar posiciones pensando en el día después. Dicen que en este partido hay dos almas y que Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes son sus caras visibles. Si saca más votos una que otra, saltarán chispas. ¿Qué alma arderá antes? En el PSM, los seguidores de Antonio Miguel Carmona saben que si el candidato a alcalde sale bien parado, la ‘batalla’ por la Secretaría General puede salir bien. También saben que marcar distancias con Ángel Gabilondo es mala cosa porque el que quiere ser el sustituto de Ignacio González en la Comunidad no juega partidas de burlangas ni se excita mucho con las cosas del poder. En IU también se celebran ajustes de cuentas y se comprueba con asombro alucinado que un candidato quiere salir elegido por las siglas que le respaldan pero en otra localidad quiere que ganen otras siglas que compiten con las supuestamente suyas. Son las batallas entre los de ganemos pudiendo y los de aunque sea jodiendo. En UPyD ya no quedan casi batallas, y en Ciudadanos y Podemos, los ajustes de cuentas internos se limitan a ‘guerras’ entre los más y mejores seguidores de Pablo y Iglesias y Albert Rivera y los que no adoran al líder supremo.

En la etapa en la que el movimiento del 15-M estaba fresco y reciente y ponía sobre la mesa cuestiones que todo el mundo percibía menos los que estaban metidos en un régimen que les convertía en clase política, la corrupción y el enchufismo eran dos lugares en los que los dardos de los indignados siempre caían. Se decía que el mérito y la capacidad eran dos buenas reglas de medir las capacidades que estaban en desuso por que el famoso dedo del que manda se convirtió en el rey de las designaciones. Ahora que estamos cerca de las elecciones del 24 de mayo, y cuando las encuestas que aconsejan vaticinan la aparición de Podemos y Ciudadanos, los descalabros del PP y del PSOE y la desaparición de IU y UPyD, me gustaría hacer algunas consideraciones al respecto de quién se merece seguir estando presente en la Asamblea de Madrid. La aparición de nuevas formaciones con presencia en el Parlamento regional es, sin duda alguna, una buena noticia para la democracia porque el pluralismo se refuerza y el poder lo tiene más difícil para actuar como un rodillo por carecer de mayoría para ello. Los que vienen, bienvenidos, y los que estaban, no todos han hecho lo mismo. Sin entrar a valorar si el PP y el PSOE han hecho bien sus tareas, ni si los nuevos tienen que comerse una mayor o menor parte de la tarta parlamentaria, sí me parece una injusticia que IU y UPyD desaparezcan por la voracidad de los nuevos, que no han entendido que ser más no puede ser a costa de que haya menos en el tablero. Con independencia de que Rosa Díez y los que han mandado en la coalición madrileña han cometido más fallos que aciertos, el espacio político de IU no se puede perder por los errores de los que creían que la coalición era suya y de los suyos y por la ambición desmedida de los que querían poder con Podemos. UPyD, ha hecho méritos para seguir por sus medidas para regenerar la democracia y acabar con el bipartidismo y la partitocracia. Ojalá se equivoquen los que nos aconsejan lo mejor en sus encuestas.