A regenerar toca

Antes de que la Asamblea de Madrid saliese del letargo navideño, la presidenta regional, Cristina Cifuentes, se presentó ante los periodistas con la sorpresa del roscón de Reyes en las manos: un Plan de Regeneración Democrática. En principio, es una buena noticia porque supone el reconocimiento de que algo o mucho olía o sigue oliendo a podrido en el funcionamiento de nuestra democracia. Si regenerar es «dar nuevo ser a algo que degeneró, restablecerlo o mejorarlo», se entiende que la intención de la mandataria madrileña es acabar con algunos de los privilegios de la clase política y dejar que el aire fresco entre en el sistema, y también nuevas opiniones y criterios que antes el bipartidismo no tenían ni en cuenta. Habrá que modificar el Estatuto de Autonomía y varias leyes para eliminar los aforamientos, limitar los mandatos a dos legislaturas, reducir el número de diputados, variar la circunscripción electoral, establecer listas abiertas y evitar la acumulación de cargos públicos mediante un sistema de incompatibilidades. Dura y ardua tarea que no empieza bien porque la oposición considera que se ha enterado por la prensa de algo que es de todos y no solo del Gobierno. Ciudadanos, sostén del Gobierno de Cifuentes, ha aprovechado la ocasión para decir que todo se debe a su presión y garantizarse su minuto de gloria en los informativos. Acabar con los privilegios de los diputados y sus ventajas respecto al resto de ciudadanos es siempre una satisfacción y regenerarse es siempre mejor que degenerarse.

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