Sin remordimiento

El panorama político en la Comunidad de Madrid está cubierto de disfunciones, anomalías demasiado normales y dramas como la situación de la enfermera madrileña contagiada de ébola. Se ha puesto de manifiesto insensibilidad en los gobernantes, falta de costumbre en atender este tipo de casos y la sensación de oxidación de los mecanismos de atención para atender esta enfermedad poco atendida fuera de África. ¿No es un desarreglo la respuesta dada al primer contagio de esta enfermedad fuera de África? Sí, claramente es una disfunción echar la culpa a la infestada en vez de reconocer que los protocolos están también para prever errores humanos. ¿No es anómalo que durante demasiados años, sin que nadie se enterase,  los elegidos por partidos, sindicatos y patronales para estar en el Consejo de Administración de Caja Madrid hayan usado una tarjeta de crédito para comprar con el dinero ajeno lo que no hubiesen adquirido si el dinero saliese de su bolsillo? Ropa, viajes, artículos religiosos, lencería femenina, hoteles, comidas, regalos, joyas y demás caprichos que costaron uno 15 millones de euros. Estos gastadores de primera devolverán lo gastado y serán expulsados de sus organizaciones, que ahora se muestran escandalizadas por lo hecho por los suyos. Los mismos que ahora claman al cielo por contar entre sus filas con estos personajes, no dijeron nada cuando sus elegidos ligeros de mano les facilitaban ayudas para las fundaciones de esas mismas entidades políticas, sindicales o empresariales. El régimen. Nadie sabía nada. Los señalados con el dedo por su larga mano harán lo que digan los que mandan, pero de remordimiento, nada de nada. Todos dicen que era normal. ¡Maldita normalidad¡ Los que se lo llevaron como salteadores de bolsillos ajenos, al ser descubiertos, nada de inquietud o pesar interno después de ejecutada una mala acción. Eso, sin remordimiento.

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