El rey Juan Carlos dejó en manos de su hijo Felipe la Jefatura del Estado echando mano de lo que dejaron escrito en la Constitución de 1978 los que la redactaron en aquellos años difíciles y de pactos que tanto tiempo después necesitan ser revisados. La reforma es necesaria para garantizar una verdadera democracia en los partidos políticos y la participación de los ciudadanos en las decisiones importantes que les atañen. La Jefatura del Estado se puede decidir votando todos o como siempre. Mientras deciden los que han decidido durante demasiados años cómo y cuándo empieza la reforma de la Constitución para adecuarla a las nuevas demandas sociales de más libertad, democracia, participación y transparencia, la vida sigue y ya tenemos un nuevo rey: Felipe VI. Hace ahora 20 años que su padre visitó, acompañado de Joaquín Leguina, el poblado chabolista de La Celsa, en Vallecas, que era sin duda una de zonas más deprimidas y marginadas de Madrid. Se reunió en una chabola con dos hombres de respeto del pueblo gitano, los tíos Aquilino e Isidoro, quienes le expusieron los incumplimientos en materia de vivienda que llevaban sufriendo desde décadas, y se comprometió a mediar si las autoridades no acababan con los problemas. La Celsa ya no existe. Ahora el supermercado de la droga está en la Cañada Real, que recorre la capital, Coslada y Rivas. El Gobierno aprobó un plan con soluciones para los problemas de sus habitantes pero todavía no está en marcha. El Ayuntamiento de Rivas quiere que sean tenidas en cuenta algunas de sus demandas sociales que no terminan de hacerse un hueco en los planes del Ejecutivo. Lo que representa la Cañada en un Madrid que quiere ser motor del crecimiento de la economía no puede seguir en la misma situación más tiempo. Mientras se decide si podremos elegir entre rey o presidente de la república, Felipe VI podría visitar la Cañada Real y ver en directo qué hay allí e intentar mediar entre pobladores y gobernantes, imitando lo que hizo su padre hace 20 años en La Celsa.
