Sin humos y sin soplones

Entró 2011 y con él una Ley Antitabaco que incluye nuevas prohibiciones. No se puede fumar en ningún establecimiento público cerrado y en las cercanías de zonas infantiles, colegios u hospitales,  hay que hacerlo a una distancia prudencial. Estas medidas tan restrictivas, cercanas al prohibicionismo más indeseable, persiguen nuestro bien y que los fumadores pasivos no se envenenen  con los humos de los demás. Está bien intentar por todos los medios que el tabaco, que tantos millones de euros proporciona a la Hacienda pública y tanto daño hace a la salud de los fumadores, no se convierta en un enemigo público descontrolado.

Por eso es una agradable noticia que en 2011 la Ley Antitabaco persiga el sin humos total, pero queda un mal sabor de boca al comprobar que no sólo será imposible encontrar lugares en los que fumadores y no fumadores que lo deseen puedan departir, comer o tomar unas copas de alcohol, droga dura, por cierto, sino que hay  que tener cuidado con los soplones. Aquellos que en tiempos de tolerancia absoluta fumaban su puro o cigarrillo y soplaban el humo a los demás. Eso parecía. También aquellos que alentados por la ministra de Sanidad, Leire Pajín, se conviertan en unos simples soplones denunciando a los que fumen.

Ya sé que están preocupados por nuestra salud, que lo que hacen es por nuestro bien, que es mejor el jamón sin grasa, el vino sin alcohol, los pitillos sin humo y la vida sin vida. Está muy feo fomentar el chivateo porque puede servir a los que aprovechan pasadas o actuales diferencias para joder al prójimo. Si  sigue por este camino, Leire Pajín merece que la llamemos ministra de Santidad, eso dicen los que creen que se le calentó la boca y tratando de mear más lejos que la oposición, nos mojó a todos los que defendemos el antiprohibicionismo y la libertad hasta para equivocarse.

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