Archivo 24 octubre, 2013

Fomentar la lectura

Fomentar, no solo el hábito de leer, sino la comprensión de lo que se lee y el disfrute con esta actividad, es, desde una perspectiva humanística, esencial para que una persona se mueva por el mundo actual y acceda a las partes que desee de su infinita cultura. Y desde una perspectiva económica es imprescindible para que los trabajadores se formen y se desarrollen las industrias y las sociedades de la cultura, la investigación y el conocimiento.

El contacto con la lectura debe comenzar en cuanto los niños (y empleo el masculino en su sentido de género no marcado, englobando, por supuesto, también a las niñas) comienzan a entender las palabras de sus padres (algunas fuentes aconsejan incluso que antes, cuando son recién nacidos): el padre o la madre debe sentar al niño en sus rodillas, abrir delante de él un libro (adecuado a la edad: muy corto, muy coloreado, con muchos dibujos, con muy pocas palabras y muy grandes) y leer las palabras despacio, con su voz más agradable. No más de cinco minutos al día, unos días el padre y otros la madre, pero todos los días.

El libro debe ir avanzando según progresa la comprensión del niño. Creo inútil intentar hacerle saltar etapas. Todo ha de ser suave, paulatino, sin imposiciones.

Cuando el niño ya pueda leer alguna palabra, se le señalará, para que la pronuncie, continuando la voz de su progenitor. Poco a poco se le irá animando a que pronuncie más palabras. Al terminar la sesión de lectura diaria, cuyos minutos se pueden ir alargando si se ve que el infante sigue interesado, se deben hacer algunas preguntas, obviamente de su nivel, para comprobar que lo ha entendido y activar sus mecanismos mensales de comprensión y elaboración.

A partir de ahí ya se pueden dejar a su alcance libros adecuados por si se anima a leer solo. Eso sí, aunque lo haga, la lectura diaria por parte de los padres debe seguir (salvo que el niño la rechace, claro está) al menos hasta los siete años.

Es imprescindible que en la selección de libros se sigan (no «se tengan en cuenta»; sesigan) los gustos y capacidades del niño. Pretender que nuestros hijos lean libros que a nosotros nos gustaron cuando teníamos su edad es un error. Ha de tomarse como guía única su gusto. Por supuesto, en la librería infantil hay que mostrarle, además de lo que le gusta, otras cosas que pensemos que le pueden gustar. Pero si no le molan, ningún problema. Que extraiga placer de lo que lee, y que lo comprenda, es mucho más importante que el contacto con temas que nosotros creamos interesantes, o con las grandes obras de la literatura de su nivel.

Al niño se le debe poner en contacto con textos en todas las formas que le puedan atraer: no solo libros ilustrados, sino también cómics, revistas especializadas en algún tema que le interese o páginas de Internet análogas.

Leer es un medio magnífico de ir adquiriendo vocabulario. Cuando en las sesiones diarias los padres se encuentren con una palabra que el niño podría no conocer, se la deben preguntar, sin esperar a que pregunte él, y en caso de que no la sepa, explicársela. Evidentemente un libro con muchas palabras nuevas se haría cansino. Por eso han de elegirse muy cuidadosamente los libros, como peldaños de una escalera que lleva a una mente abierta, despierta, ágil, capaz y de éxito académico. Deben evitarse los tropezones y, por todos los medios, que el niño se aburra.

En la escuela, y niveles académicos superiores, bajo ningún concepto se debe imponer la lectura de obras determinadas, por magníficas que sean. Las clases de lengua y literatura deben basarse en obras (no solo novelas; también poemas o letras de canciones) elegidas por los propios alumnos, analizando sus personajes, sus elementos simbólicos, sus posibles influencias. También se debe enseñar a diferenciar un libro bien escrito de uno mal escrito, y a rechazar este último. Asimismo debe crearse admiración hacia las grandes obras de la literatura, y proporcionar herramientas para que, repito, solo los que se atrevan, se adentren en ellas y suban así su nota. Por ejemplo se podría sacar un aprobado o un bien sin haber leído El Quijote, pero para ir más allá, tendría que leerse.

Y por último, evidentemente, los niños deben ver que sus padres leen libros y disfrutan con ellos.

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Mete "Lo que hay que hacer" en Google y mira qué te sale: enlaces a un libro "Lo que hay que hacer con urgencia" del que las primeras páginas no están disponibles para descargar. Y mientras, tu ciudad, tu país, tu planeta bullen de problemas a los que no se pone remedio adecuado, cuando existen soluciones para todos. Escribo este blog desde Madrid, España, la Tierra, para unir mi voz a los que proponen estas soluciones y presionan para que se apliquen.
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