Archivo 6 enero, 2012
Suprimir el Senado
En las elecciones del 20 de noviembre de 2011, la abstención, el voto nulo y el voto en blanco suman casi el 38% del censo electoral. 180.000 españoles que, conscientemente, han elegido algún diputado para el Congreso no han hecho lo equivalente para el Senado. Lógico: ¿a quién le importa? Los diputados eligen al Presidente del Gobierno, discuten las leyes, las aprueban, tramitan los Presupuestos… El Senado ¿qué hace? Es una cámara de segunda lectura, pero sus decisiones pueden ser revocadas por el Congreso, de modo que deviene inútil.
En Ahora en serio, ¿y si cerramos el Senado?, extenso artículo publicado en El País el 12/11/2011, el catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Santiago, Roberto Blanco, declara «Si no estamos dispuestos a cambiarlo en serio, quitémoslo. Es una cámara inútil que no añade nada al proceso legislativo ni al control al Gobierno, y no le hace caso nadie, ni siquiera cuando veta los presupuestos. Se podría hacer por mayoría de tres quintos. No hace falta ni referéndum, se podría hacer igual que la reciente reforma constitucional.» Hay incluso senadores que, después de un mandato, han renunciado a ser reelegidos, conscientes de la inutilidad de su función.
Gerardo Ruiz-Rico, catedrático de la Universidad de Jaén y expresidente de la Asociación de Constitucionalistas, reconoce la situación. «Los constitucionalistas no vivimos en una urna de cristal, hay una cultura política que está poniendo en cuestión la existencia misma del Senado. Si va a seguir así y no vamos a reformarlo, tiene lógica cerrarlo.»
¿Pero por qué los padres de la Constitución diseñaron un Senado sin poderes? «Para que la Cámara, entonces reducto del franquismo, no molestara en las importantes reformas que necesitaba implementar España en aquel momento.» Vale. Misión cumplida. Ahora hay que pensar en el futuro. Suprimirlo supondrá un ahorro de unos 50 millones de euros al año, un mensaje importante a los malditos mercados (que no por eso nos dejarán en paz, pero al menos nos daremos el gustazo) y el fin de un cementerio de elefantes políticos a costa de los contribuyentes.
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