Archivo 1 enero, 2012

Laicismo del Estado

La RAE define «laicismo» como «Doctrina que defiende la independencia del hombre o de la sociedad, y más particularmente del Estado, respecto de cualquier organización o confesión religiosa». La palabra «laicidad» no está recogida por la Academia. Según la Wikipedia, el uso de «laicidad» tiene «el propósito perverso de estigmatizar el laicismo y hacerlo equivalente al anticlericalismo o a una postura antirreligiosa». En esta entrada usaré solo «laicismo» y trataré de olvidarme del término «laicidad».

El catedrático de Derecho Público Alejandro Torres, de la Universidad Pública de Navarra, hace en ¿Laicismo? Los políticos todavía no se atreven (El País, 15/11/2011) las siguientes propuestas:

1. Supresión de la asignación tributaria y sustitución por un sistema de deducción de donaciones en un 25% en el IRPF.

2. Supresión de beneficios fiscales en el IBI en viviendas de los ministros de culto, así como en huertos y jardines.

3. Renuncia al nombramiento del obispo castrense por parte del Jefe del Estado.

4. Revisión del protocolo de Estado, para adecuarlo al principio de laicidad.

5. Reforma de la Ley Hipotecaria y del Reglamento Hipotecario, que permiten a los obispos inmatricular (acceso por primera vez al Registro de la Propiedad) inmuebles a partir de certificaciones de dominio expedidas por ellos mismos.

6. Sustituir el sistema de Acuerdos por un marco de derecho común que se aplique por igual a todas las confesiones inscritas en el Ministerio de Justicia.

Francisco Delgado, en cambio, cree que no es posible caminar hacia «una laicidad razonable» sin reformar la Constitución y denunciar los Acuerdos del 1979 con la Santa Sede.

Yo creo que hay que ir más allá: el Estado debe dejar de financiar las clases de religión. Deben impartirlas, en templos y no en escuelas, los ministros de cada confesión. Por supuesto deben denunciarse los acuerdos con la Santa Sede. Todos los cargos públicos deben prometer su cargo únicamente sobre la Constitución, y solo pueden asistir a actos religiosos (misas, procesiones…) a título particular, sin llevar ningún símbolo de su cargo (la vara de mando en el caso del alcalde, por ejemplo). Todas las religiones que no sean sectas destructivas deben recibir el mismo trato por parte del Estado.

Todo esto no por hostilidad hacia la religión, sino para permitirle desempeñar su auténtico papel: permitir a la persona desarrollar su aspecto trascendente. Esta función interna queda sumamente dificultada cuando se intenta imponer el credo de determinada religión a personas que no forman parte de sus fieles. El Estado debe ser exquisitamente neutral, y ocuparse de las cosas de este mundo, para que cada religión pueda dedicarse a las cosas del otro.

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Mete "Lo que hay que hacer" en Google y mira qué te sale: enlaces a un libro "Lo que hay que hacer con urgencia" del que las primeras páginas no están disponibles para descargar. Y mientras, tu ciudad, tu país, tu planeta bullen de problemas a los que no se pone remedio adecuado, cuando existen soluciones para todos. Escribo este blog desde Madrid, España, la Tierra, para unir mi voz a los que proponen estas soluciones y presionan para que se apliquen.
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