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Esclavas del siglo XXI

17 Mar

Imagen de previsualización de YouTube

No hablo de las víctimas de trata para fines sexuales, no. Llevo unos años en los que cuando se me pregunta qué pienso de la prostitución, respondo con otra pregunta: ¿y qué piensas tú sobre el trabajo doméstico? Si la prostitución hace correr más ríos de tinta es única y exclusivamente (en mi opinión, vaya) por cuestiones morales. Porque lo reconozcamos más o menos abiertamente, nos parece reprobable que una mujer cuyas únicas opciones son limpiar retretes y culos, o chupar pollas, se dedique a lo segundo.

Es fácil compadecerse de la puta (y tras esa compasión hay una condescendencia cargada de prejuicios) porque nos pilla de lejos: las mujeres no las frecuentamos (es más, son las malas mujeres, cuyo nombre es usado para insultarnos cuando nos salimos del papel asignado) y pocos hombres confiesan hacerlo. Sin embargo, en toda familia extensa hay alguna trabajadora del hogar, ya sea limpiando, cuidando a niñas, niños, personas ancianas o dependientes. (más…)

Rigor científico

11 Mar

 

Participantes y testigos de la prueba del viernes, fotografiados por Giulia Di Carlo

 

La prueba real que hicimos el viernes en bares de copas de Bilbao ha tenido una repercusión alucinante y ha generado un montón de reacciones airadas. La responsable del área de Igualdad del Ayuntamiento de Bilbao defiende que Bilbao es una ciudad tolerante y pregunta por qué hemos elegido esta localidad y no otra para hacer el estudio (¿acaso importa? ¿cree que el objetivo de la prueba era manchar el nombre de nuestra gloriosa Villa?).  La Asociación de Hosteleros de Bizkaia ha difundido un decálogo de propuestas y reflexiones absolutamente xenófobas (y que nada tienen que ver con su sector): reclaman por ejemplo que se expulse a las personas sin papeles que no tengan medios de vida suficientes.  Periodistas, tertulianos, analistas y gente diversa han cuestionado la validez de la prueba, diciendo que no tiene rigor científico (pese a que hemos explicado por activa y por pasiva que no se trataba de hacer un estudio).

Me entristece que mostremos que hay bares que aplican criterios racistas abusando así del derecho de admisión, y mucha gente, en vez de indignarse y comprometerse en aportar algo contra esta realidad, se centre en cuestionarnos y deslegitimarnos.  Puedo entender a quienes defienden intereses concretos, como es el caso de la asociación de hosteleros o del Ayuntamiento, pero no logro entender qué motiva esa actitud en la gente que ha opinado en comentarios del periódico, de blogs en los que se ha hablado del tema o en las redes sociales. Nos tachan de injustos y se muestran sumamente preocupados por la metodología empleada y por si los resultados permiten o no extraer conclusiones. Les preguntaría si se han molestado en pensar en cómo se han sentido los participantes. No, no se trata de un ensayo científico hecho en un laboratorio con cobayas. Se trata de una prueba real. (más…)

«Aquí no entran moros ni negros»

7 Mar

Un portero no deja entrar a Oumar y Ababacar./ Giulia Di Carlo

Sabíamos que muchos bares discriminaban bajo criterios racistas, especialmente a los jóvenes magrebíes.  Pero no sabíamos que fuera para tanto. El viernes pasado desde SOS Racismo organizamos una acción que consistía en entrar por parejas (de marroquíes, negros, latinos y europeos) a los mismos bares de copas de Bilbao. El objetivo era demostrar prácticas discriminatorias en dichos locales. Y vaya si lo demostramos: en ocho de los nueve bares visitados no dejaron entrar a los marroquíes, y en tres de ellos tampoco a los negros. (más…)

Doblaje racista

24 Ene

En la facultad nos contaban que la industria del doblaje nació en España durante el franquismo como mecanismo de control y censura de las pecaminosas películas estadounidenses. A veces el resultado de dicho control era grotesco: en Mogambo, hicieron creer que dos amantes eran hermanos, transformando una relación adúltera en incesto. Lejos queda aquello, pero acabo de comprobar cómo el doblaje sigue imprimiendo los prejuicios más cutres de nuestra sociedad.

¿Recordáis que en el último post os recomendé Welcome? Pues la están echando en La2. Yo la he visto dos veces en versión original: hablan inglés, francés y kurdo. Como os contaba, el protagonista es un joven kurdo al que un entrenador de natación de Calais ayuda a prepararse para intentar cruzar el Canal de la Mancha a nado. Entre ellos hablan en inglés. Por motivos obvios, el chico habla mucho mejor inglés que el entrenador. Sin embargo, gracias al doblaje, el exnadador habla en perfecto castellano y al joven Bilal le han puesto un absurdo acento de morito. Claro, el del acento tiene que ser el otro, el extranjero.

No es el único caso: también les pusieron acentos absurdos a los protagonistas no blancos de la serie Perdidos: el extorturador irakí y el fornido cura nigeriano. Se ve que el responsable del doblaje no sabe que ambos países han estado bajo dominio británico muchos muchos años. En cambio, el canalla Sawyer se caracteriza por un marcado acento sureño que el doblador obvia completamente.

Hasta hace dos años, en los ciclos de cine navideños de SOS Racismo poníamos las películas dobladas. El último año, una chica se acercó a preguntarnos si las proyectábamos en versión original. Al decirle que no, contestó: «Gracias, pero yo no veo arte mutilado». Nos pareció una respuesta de lo más snob. Pero lo cierto es que estoy cien por cien de acuerdo y que cada vez soy más intransigente. Por si queda alguien a quien no le convenzan los argumentos habituales (echa por tierra el trabajo de los actores y actrices, nos perdemos un montón de matices, es uno de los motivos por los que somos uno de los países en los que peor se habla inglés…) ahí va otro más para hacer campaña contra el doblaje. Es lo que nos faltaba: que para las pocas películas en las que hay diversidad, los dobladores se encarguen de convertirlas en bodrios racistas.

Viajero o migrante

16 Oct

Dijo el viajero Josu Iztueta en una mesa redonda en Bilbao, moderada por nuestro amigo Ander Izagirre: «Nosotros somos viajeros caprichosos, que salimos de una situación cómoda para volver. La mayoría de los viajeros de este mundo, los que hacen viajes más largos y duros, lo hacen en contra de su voluntad, porque han salido de una catástrofe natural, una guerra, etc.» Esa reflexión ha suscitado varios comentarios en el blog de Ander y me ha dejado tan pensativa que aquí me tenéis, escribiendo compulsivamente.

 

Iztueta hace en efecto un comentario sensible y comprometido, que homenajea de alguna manera esas miles y miles de personas que caen tan fácilmente en el olvido: las exiliadas, refugiadas, migrantes que dejan atrás situaciones de pobreza, violencia o persecución. En España, cuyo gobierno deniega sistemáticamente la práctica totalidad de solicitudes de asilo, se homogeneiza a las personas migrantes prejuzgándolas como migrantes económicas. Dado que las utilizamos como mano de obra, dado que las políticas migratorias se endurecen o no en base a las necesidades de nuestro mercado de trabajo, las reducimos a la única faceta que nos interesa de ellas: la de trabajadora. 

Es cierto que debido a las desigualdades económicas entre los países del Norte y del Sur, la principal causa para migrar es la pobreza y la percepción de falta de oportunidades. Pero eso no nos puede llevar a obviar la diversidad de las personas, y que existen miles de motivos por los que migran. Sus historias son heterogéneas, pero la Ley de Extranjería les impone un futuro similar.

Cojamos las vidas de tres mujeres latinoamericanas reales, a las que entrevisté para diferentes reportajes. Una tenía un buen puesto en un banco; migró para huir de su marido, que la maltrataba. La segunda era microbióloga, pero dejó su carrera atrás porque se enamoró de un vasco y decidió venirse con él. La tercera trabajaba en organismos internacionales, pero abandonó su país tras recibir amenazas de muerte y ser víctima de agresiones por su condición de lesbiana. Una vez llegadas al País Vasco, las tres han visto cómo sus derechos eran limitados por la Ley de Extranjería y cómo, a pesar de sus diferentes grados de formación, experiencia profesional e inquietudes, terminaban desempeñando los mismos trabajos no cualificados ni regulados: trabajo doméstico, cuidado de personas y empleos eventuales precarios.

En todo caso, lo que me interesa del comentario de Iztueta es que reconozca a las personas migrantes y refugiadas el estatus de viajeras. El viajero es una figura (aunque puede que incomprendida en una sociedad en la que se valora más la estabilidad, el progreso económico, etc.) prestigiada, envidiada, mitificada. Se considera al viajero como un soñador, buscavidas, aventurero ávido de aprender y crecer con cada nuevo paisaje o persona que encuentre en su camino. Sin embargo, la imagen más difundida de la inmigración (esa patera a rebosar de hombres desesperados y deshidratados) provoca en el mejor de los casos pena; rara vez suscita la admiración y el respeto de quien se deshidrata y desespera en el intento de alcanzar una cumbre o dar la vuelta al mundo.

Hace no mucho, mi amigo senegalés Falou (ese no es su nombre, pero no quiero pasarme de indiscreta) me dijo que estaba muy equivocada si pensaba que él envidiaba mi vida y me consideraba más afortunada que él. En algún momento me mordí la lengua al quejarme ante él de mis preocupaciones laborales, pensando que le parecería un agravio comparativo cuando yo tengo un trabajo estupendo y él va buscando empleos clandestinos ocasionales porque está sin papeles. Me dijo que no me envidiaba ni mucho menos; le horrorizan los trabajos de oficina. El quiere trabajar en la mar. Se lo impide una orden de expulsión que le pusieron cuando le pillaron vendiendo en el top-manta por la que tardará como el doble de lo habitual (que ya es mucho; mínimo tres años) en obtener un permiso de trabajo.

Pensando en Falou, pongo el foco en su situación irregular, en el tiempo que lleva separado de su familia, en sus estrecheces económicas. No pongo el foco en que habla cuatro lenguas (que yo sepa; puede que más), que ha recorrido varios países, que ha conocido por el camino un montón de gente que le ha aportado mucho. ¿Quién nos dice que Falou no soñó despierto cuando miraba los atlas en el colegio? ¿Acaso no le recorrió el cuerpo esa sensación de libertad cuando inició su travesía hacia Europa? Me atrevo a aventurar que, de haber nacido en Europa, Falou habría sido viajero. Más aún, me atrevo a aventurar que, de haber nacido en África, Josu hubiera sido migrante. Tienen en común el inconformismo: el uno no se resignó a quedarse en su pueblo; el otro no se resignó a una vida de hipoteca y contrato indefinido.

Sabemos que no migran las personas más pobres, sino las que tienen los recursos materiales, emocionales y sociales que exige migrar. Sería bueno que percibiéramos en quienes migran esa fuerza y magnetismo que nos transmiten nuestros viajeros.

La foto corresponde a la recomendable película Querida Bamako, que muestra el largo viaje de Moussa, desde Burkina Faso a Bilbao.

Anuncios de prostitución

23 Sep

El Congreso ha pedido a los periódicos que eliminen los anuncios de prostitución, con la unanimidad de todos los grupos políticos. También veo consenso entre las periodistas con visión de género. Este sábado tenemos los encuentros estatales. Debatiremos sobre los anuncios de prostitución tras una exposición a cargo de una de las impulsoras de una campaña contra los anuncios. Yo diré que tengo serias dudas. 

Recordaréis que en mi anterior blog colgué un banner contra los anuncios de prostitución. Recordaréis tal vez que mi opinión sobre la prostitución en sí ha ido evolucionando a trompicones, hasta posicionarme sin reservas a favor de los derechos de las mujeres que ejercen la prostitución, en contra de tachar su trabajo de degradante (o de no ser trabajo) y en contra de negar la libertad de las mujeres para decidir cómo ganarse la vida en este Estado racista y patriarcal. El discurso de Hetaira me ha convencido y mucho, así que respecto a los anuncios (que yo sí que consideraba degradantes y que pueden servir de plataforma para las redes de trata) he decidido escucharlas. Reproduzco lo que dijo Cristina Garaizabal, de Hetaira, en las jornadas feministas de Granada. Sigo sin verlo claro pero la verdad es que creo que sus argumentos son lo suficientemente sólidos como para dar un par de vueltas al asunto:

– Teniendo en cuenta que ejercer la prostitución no es un delito ni una actividad ilegal, (…) los anuncios de prostitución, al igual que los anuncios de otro tipo de servicios, no tienen nada de malo. Por el contrario, y según nos consta por nuestra experiencia, son un buen instrumento para la captación de clientela de todas aquellas trabajadoras sexuales que, trabajando libremente y de manera autónoma, no quieren exponerse a hacerlo en lugares públicos. Su prohibición

implicaría obligarlas a lanzarse a la calle a buscar clientela o a refugiarse en los clubes
donde tendrían que someterse a las imposiciones de los empresarios.

– Por otro lado, es cuestionable la eficacia de esta prohibición –más allá del efecto ideológico- dado que hoy la mayoría de las que trabajan autónomamente se anuncian, fundamentalmente, a través de Internet.

– Se argumenta que esta prohibición ayudaría en la lucha contra las mafias de la prostitución forzada. Pero, seamos serias ¿Cuándo se ha visto que una actividad ilegal se publicite? ¿Realmente pensamos que la mayoría de las que se anuncian son víctimas de Trata? Nuestra experiencia nos dice que no es así. La Trata es un grave delito que al estar penalizado se mueve en la ilegalidad y la semi-clandestinidad. Si estuviera realmente tan publicitado no habría muchos problemas para acabar con ella. Al no ser así la prohibición de los anuncios no sirve para nada en la lucha contra la Trata. Esta lucha se debe llevar por otros caminos.

– No se puede responsabilizar a los medios de comunicación del control de lo que existe detrás de lo que se anuncia. Si así fuera, hagámoslo extensible a todos los anuncios y especialmente a aquellos de marcas de tejanos o zapatillas que han sido denunciados por fabricar sus productos en el sudeste asiático con niños obligados realmente a trabajar en régimen de esclavitud. Esas denuncias están comprobadas.

– La de que en los anuncios de prostitución la mayoría son forzadas no deja de ser una especulación ya que no existen datos que lo demuestren. La prohibición de los anuncios es una medida contra la prostitución en general y un atentado al derecho de las trabajadoras de publicitar sus servicios.

El racismo en el ojo ajeno

27 Ago

Escribió recientemente Maruja Torres en una de sus columnas: «Migraciones. Extranjeros. Repatriaciones. Racismo. Acoso. Peligrosos delincuentes. Expulsiones. Si mezclan todo eso en la coctelera informativa oficial, les saldrá un nombre: Arizona. No hallarán Madrid, ni ciudades del Levante –zonas de alta peligrosidad para inmigrantes–, no sabrán de esas redadas nocturnas, de esos altercados, de esas exigencias chulescas: papeles, papeles».

En efecto, el proyecto de Ley de Arizona fue acogido con indignación por parte de los medios de comunicación españoles y la sociedad en general, mientras que noticias locales similares como la circular secreta de la Policía Nacional que instaba a realizar detenciones preventivas de inmigrantes basadas en sus rasgos físicos así como a intensificar la apertura de órdenes de expulsión apenas salieron a la luz y en ningún caso fueron percibidas como una peligrosa deriva xenófoba por parte de nuestras instituciones.

Ahora la expulsión masiva de gitanos y gitanas de origen rumano en Francia anima a poner el grito en el cielo por la política derechista de nuestro país vecino. Es necesario alzar la voz contra tal despropósito, por supuesto, pero es más necesario aún recordar que no estamos libres de pecado (si se permite la expresión religiosa) y tomar despropósitos como el de Sarkozy como un aviso a tiempo para combatir tentaciones similares en nuestra tierra. Y haberlas haylas: por poner sólo algunos ejemplos, recordemos la complicidad del Ayuntamiento de Trapagaran hacia el acoso vecinal al que se sometió a la familia gitana realojada en La Arboleda; la decisión arbitraria e ilegal del Ayuntamiento de Abanto-Zierbana de no empadronar a inmigrantes sin papeles (que después anunciaría también a bombo y platillo el consistorio de Vic, en Catalunya); o las palabras de Odón Elorza en una entrevista virtual, en la que lamentaba no poder quitarse encima a los rumanos gitanos.

Las asociaciones antirracistas solemos hablar de la tendencia de utilizar a «los otros», refiriéndonos normalmente a las personas inmigrantes, como chivos expiatorios a los que culpar de todos los males: la crisis económica, la escasez de ayudas sociales, la violencia machista, la inseguridad ciudadana, etc. La figura de «los otros» es muy útil para disimular nuestras propias carencias y eludir nuestra responsabilidad sobre las mismas. Al mismo tiempo que esa tendencia se refuerza, se da otra: la crítica a «los otros» gobiernos, «las otras” sociedades, para reafirmar nuestra conciencia social. Sienta bien pensar que son los otros países los que aprueban políticas racistas, en los que la sociedad apoya a líderes populistas y xenófobos, los que vulneran sistemáticamente la igualdad de derechos. Nos cebamos con Berlusconi y Sarkozy mientras el Gobierno español endurece la Ley de Extranjería, limita más aún el derecho a asilo, mantiene Centros de Internamiento para Extranjeros en los que se han denunciado malos tratos, llama a no contratar a trabajadores inmigrantes en tiempos de crisis, publicita su “lucha contra la inmigración ilegal” jactándose de expulsar por no tener papeles a ciudadanas y ciudadanos arraigados en nuestra sociedad, y un largo y lamentable etcétera.

No debe sorprendernos que buena parte de quienes se escandalizan ante la Ley de Arizona o ante la expulsión de gitanos en Francia defiendan el principio de prioridad nacional en el Estado español, se opongan al acceso de las personas inmigrantes a derechos básicos o pidan la expulsión de sus vecinas y vecinos gitanos.

Que no deba sorprendernos ese doble rasero no significa que tengamos que aceptarlo. Alcemos la voz contra las expulsiones de gitanos en Francia pero utilicemos esa indignación como revulsivo para empezar a preocuparnos de los siempre olvidados, cuando no estigmatizados, gitanos y gitanas vascos; empezando por nuestras propias actitudes prejuiciosas hacia ellos. Ojalá los despropósitos ajenos nos sirvan para revisar y frenar los propios.

June Fernández, integrante de SOS Racismo-Bizkaia

(He mandado este artículo a cierto periódico. ¿Me lo publicarán?

Dignidad

2 Ago

Encuentro en el blog de Alberto Arce dos fotos con ciertos elementos comunes: ambas son retratos de mujeres que viven en un país en conflicto. Sin embargo, muestran dos formas opuestas de acercarse a la realidad de las mujeres en contextos de ocupación militar. La primera ha dado la vuelta al mundo y viene a cerrar un círculo. La mujer recluída en un burka fue una de las imágenes que sirvió para justificar la invasión estadounidense en Afganistán. Nueve años después, se muestra a una mujer sin nariz, torturada por los hombres de su familia, para ilustrar cómo sería dicho país si las tropas yanquis se fueran. Una lógica enrevesada, porque para Arce, para mí y para cualquier persona con sentido común, esa mujer sin nariz no habla de un hipotético futuro, sino de la actualidad: es decir, nueve años de ocupación estadounidense no han sido suficientes para combatir la violencia machista extrema que muestra la foto. No lo han sido nueve ni lo serán noventa. En cambio, se sigue utilizando la victimización de las mujeres para domesticar a la opinion pública.

 

Esta tendencia es el pan de cada día. En España es la derecha católica la que emprende la cruzada contra el hiyab y el inexistente burka, erigiéndose en defensora a ultranza de la dignidad femenina. El PSOE en el Gobierno se jacta de luchar contra las mafias que explotan a las mujeres inmigrantes para fines sexuales. Lo hace, entre otros sistemas, endureciendo el control migratorio; control sin el que buena parte de las mujeres no hubieran necesitado recurrir a una red para migrar y por el que otras tantas terminan con orden de expulsión. No son los únicos ejemplos. En todos los casos, las mujeres son reducidas a seres indefensos a los que hay que salvar. Ni hablar de reconocer sus derechos. Si se salvan por ellas mismas se acabó el rédito electoral. Es mejor que sigan siendo «las otras», esas a las que podemos ningunear, demonizar o victimizar según convenga.

 

Frente a esa foto grotesca de una mujer sin nariz como símbolo de la brutalidad de Oriente, que sólo Occidente puede combatir (en concreto, sus ejércitos; conocidos a lo largo de la historia por su buen trato hacia las mujeres) Arce mostraba en otro post la que os traigo aquí: El árbol de la dignidad de Dani Lagarto. Alucina: es mujer, palestina, anciana, lleva velo. O sea, el colmo de la indefensión. En cambio, no transmite vulnerabilidad sino fortaleza. ¿Cómo es posible? ¿Si el hiyab y el islamismo en general pisotean la dignidad femenina, cómo puede esa mujer emanar tanta fuerza?

 

Cito a Arce: «(La foto) habla de la tierra, la resistencia y la visión de género. Aquí Palestina se convierte en “matria”. Sin duda alguna. Seguro. Las mujeres crean, cultivan, recolectan. Esos brazos levantados al aire no soportan el cadáver de ningún niño, la muerte siempre la pone el hombre. La mujer no crea sino pimientos. Da vida. Comida. Futuro. Esperanza necesaria para el ghetto. (…) Quienes siguen pensando en los cohetes y los tiros no tienen media bofetada ante esta abuela y sus pimientos».

 

Putas y fresas

19 Jun


Ayer fui a la charla sobre prostitución, libertad sexual y ordenanzas del espacio público que dieron Itziar Ziga y Bea Espejo en Bilbao. Sería largo contar las bases de su discurso (que la prostitución está más que asumida y normalizada en nuestra sociedad, pero que sólo se persigue a un colectivo muy determinado y minoritario, el que tiene cara de mujer, pobre, migrante; y ejerce en la calle, sin derechos), pero me gustaron mucho. Me gustó que se desmarcaran de las dos grandes propuestas, el abolicionismo y el regulacionismo, acusándolas de simplistas, interesadas (no precisamente en las mujeres), hipócritas, etc. Yo por lo menos tengo muy claro que más que qué hacer con la prostitución me interesa cómo defendemos los derechos de las prostitutas. Estoy harta de debates ideológicos que nos separan de las mujeres y de sus realidades.

Me gustó Ziga por su discurso antirracista. Empleó dos de los grandes argumentos que repito cuando hablo de estas cosas como integrante de SOS Racismo.

1- Si de verdad quieren combatir la trata, que se carguen la Ley de Extranjería
2- ¿Por qué se habla tanto de las putas y tan poco de las trabajadoras del hogar?

El segundo punto es algo que lo tengo tan claro que más de una vez contesto así cuando me preguntan de la prostitución: No pienso opinar hasta que no me pregunten sobre el trabajo doméstico interno, que también se ejerce sin derechos, que también es alienante y en el que el acoso sexual e incluso los intentos de violación son el pan de cada día. ¿Por qué no se habla apenas de esto? ¿Tal vez porque las inmigrantes limpiadoras o cuidadoras son un recurso más cercano, que casi todas empleamos o tenemos cerca a alguien que lo emplea?

Las inmigrantes sin papeles optan mayoritariamente por ese trabajo. Un porcentaje mucho menor prefiere la prostitución, porque supone más dinero trabajando menos horas, porque permite conciliar mejor con la vida personal, porque da más margen de libertad, porque si no tienes vivienda propia no puedes reagrupar a tus hijos, porque igual te da menos asco hacer felaciones que limpiar el culo a un anciano… Cada día aguanto menos a la gente que se siente en condición de juzgar esa opción.

Pero Ziga habló de un colectivo aún más invisible, del que apenas hemos sabido algo gracias a un tremendo reportaje de El País, Víctimas del oro rojo. Las víctimas son las temporeras que recogen la fresa en Huelva, la mayoría marroquíes y europeas del Este. Reza el subtítulo: «Temporeras extranjeras denuncian abusos de sus patronos en la recogida de fresa en Huelva – La explotación sexual en el campo es un secreto a voces, pero nunca hasta ahora han prosperado acusaciones contra los responsables de una actividad competitiva en Europa». Patronos que observan a las mujeres mientras se duchan, mientras duermen desnudas, que las amenazan con despedirlas si no son buenas. ¿Hablamos de esto para variar?

¿Necesitamos inmigrantes?

13 Jun


Os paso el artículo de opinión que he escrito a petición de Deia y que me han publicado hoy. Espero que os interese y que, si discrepáis, tengamos un enriquecedor debate. La imagen corresponde a la campaña que menciono al principio.

¿Necesitamos inmigrantes?

por June Fernández, * Integrante de SOS Racismo Bizkaia – Domingo, 13 de Junio de 2010 –

EL anterior Gobierno vasco lanzó una campaña bajo el lema Gracias a la inmigración nuestro país avanza. Mostraba imágenes como la de una mujer latina cuidando de un anciano en silla de ruedas. La pretensión era loable: concienciar a la sociedad sobre la contribución que hacen las personas inmigrantes a nuestra economía y reconocer su papel en suplir algunas de nuestras carencias estructurales: como la falta de corresponsabilidad de los hombres respecto a las tareas domésticas y de cuidados, y la escasez de recursos públicos para atender dichas necesidades, lo cual explica la gran demanda de mujeres inmigrantes (manteniendo los tradicionales roles sexistas) en estos trabajos de limpieza y cuidados.

Sin embargo, muchas personas desconfiamos en su momento de esa campaña. Por una parte, resultaba injusto aplaudir el papel de la mujer cuidadora de la imagen, ya que puede que en realidad fuera arquitecta, bióloga, artista o periodista, y en cambio la Ley de Extranjería la abocaba a uno de los sectores más precarios, invisibles y menos reconocidos. Pero el principal problema era el mensaje de que había que aceptar la inmigración porque la necesitábamos para nuestro desarrollo económico, para disponer de mano de obra barata que cubriera los puestos de trabajo que en época de bonanza la gente autóctona no quería cubrir. Algunas nos preguntábamos entonces: ¿qué pasará con este mensaje cuando dejemos de necesitarlas? ¿Cómo convenceremos entonces a la población de que hay que seguir defendiendo la igualdad de derechos?

Efectivamente, llegó la crisis, y lo primero que hizo el Gobierno español fue anunciar un Plan de Retorno Voluntario para inmigrantes en paro y la reducción prácticamente a cero de las contrataciones en origen, dejando en la práctica como única vía de regularización la de demostrar el arraigo social, la que implica tener que vivir tres años de forma irregular, trabajando en la economía sumergida, con el consiguiente riesgo de explotación laboral.

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