Matanzas, capital de la hospitalidad

27 Ene

22-01-2012

Han pasado tres horas desde que he vuelto a La Habana y sigo estupefacta con la hospitalidad que me he encontrado en Matanzas. Fue una escapada improvisada, nada planificada. No tenía dónde dormir: mi idea era tantear si un contacto con el que iba a quedar allá me acogía, y si no buscar una casa particular en la que alquilar una habitación por dos noches. Yusdel, el amigo al que Yoendry pidió que me recogiera en la parada, me dijo que podía quedarme en su casa. «Lo único es que sólo tengo una cama; si eso no te importa…». Un desconocido dispuesto a hacerme un hueco en la cama (y no penséis en sexo, porque no era una opción).

Finalmente me quedé dos días. Me invitó a a cenar, me llevó a ver la ciudad, me hizo pizza en su cafetería, me consiguió un jugo natural de mamey, se empeñó a pagar los taxis, se empeñaba en que llamara desde su teléfono sin marcar el código (aquí se compra un código y con él llamas desde cualquier fijo sin que suponga un gasto para el dueño o dueña del teléfono) y se resistió mucho a dejarse invitar a una comida o que pagase yo la compra para la casa. Por si fuera poco, el último día me dijo que quería hacerme algún regalo para que me acordase de él. Me regaló una pequeña libreta, muy linda, en la que pone Cuba con la bandera, y un llaverito de souvenir, pero también bonito. Todo eso sin que mediase interés económico o sexual. Hospitalidad pura, porque Yoendry es su amigo y las amigas de sus amigos son sus amigas. Lo gracioso es que en el trato es un chico parco en palabras, poco expresivo, incluso un poco avinagrado. Pero demostraba el afecto cuidándome: si yo quedaba con alguien me acompañaba hasta la guagua, si yo me retrasaba a la vuelta se empezaba a preocupar porque me hubiera perdido… Un amor.

Él es un habanero que decidió hace unos meses empezar una nueva vida en Matanzas. No sé si siempre habrá sido así o se ha dejado contagiar, pero lo cierto es que en Matanzas la hospitalidad parece ser la norma. Fue Yusdel quien, nada más hablarle de mi proyecto, me llevó a conocer a Dairon, un chico que dinamiza los espectáculos de transformismo con el fin de sensibilizar contra el sida. Entramos a su casa sin avisar, nos acogieron sus maravillosos dálmatas, y nos encontramos a Dairon cenando sin camiseta, junto con dos amigas también ligeras de ropa. Yusdel le contó que me interesaba su proyecto y, sin inmutarse ni reprocharle lo inesperado de la visita, terminó de cenar, se sentó en una mecedora, me contó todo lo que escribí en el anterior post, me enseñó fotos… Sus amigas escuchaban divertidas, una de ellas tirada en la cama acariciando a Chanel, la cachorrita dálmata. Buen rollito total.

Mi segundo día en Matanzas salí sola de casa de Yusdel, que vive en un reparto de las afueras. Pregunté a una vecina cómo bajar al centro. Me dijo que cogiendo botella (autoestop): «Te pones en ese lado, haces el gesto, y ya». «¿Y cuánto le pago después?», pregunté, a sabiendas de que por La Habana se estila mostrar billetes para prometer al conductor de turno una recompensa si te lleva. «Nada, chica, nada, es coger botella, es gratis». Me paró el primer coche que pasó, y me dejó justo en el parque en el que había quedado con Juany, el hombre transexual que he entrevistado. Cuando terminamos la entrevista, Juany me dijo: «Qué pena, no he podido traído otro casco de moto. Pero si quieres quedamos por la tarde y te llevo a la playa». Decliné su oferta.

En fin, podría seguir contando encuentros amables con la gente, pero en resumen: después de dos semanas sintiéndome un dólar con patas en La Habana, esto fue una pasada. Me entraban serias tentaciones de gratificar esas atenciones con dinero o grandes regalos. A Yusdel le compré un ramo de flores y una planta, pero me supo a poco. Le hubiera comprado un microondas, o qué sé yo. Pensé en dejarle sin que me viera el dinero que me hubiera costado alquilar una habitación dos noches. Pero creo que, aunque le hubiera venido bien, le hubiera parecido un insulto. También pensé que retribuir el altruismo supondría de alguna forma enturbiarlo. En fin, me había metido tanto en la dinámica yuma que me costaba digerir que alguien me tuviera dos días en su casa a cuerpo de reina sin esperar nada a cambio.

No volví a La Habana a veinte pesos en guagua. Yusdel me llevó hasta un punto de la carretera en el que hay un «amarillo». Los amarillos son unos guardias que se encargan de ordenar un curioso sistema de transporte. La lógica es que la mayor parte de los coches cubanos son del Estado y los conducen empleados de todo tipo de entidades públicas para desplazarse con fines laborales. Esos coches no suelen ir llenos. El transporte es un problema en Cuba, por lo que parece un delito que haya tantas plazas desaprovechadas en coches que al fin y al cabo se mantienen con dinero público. Entonces, se pone a unos guardias en diferentes puntos de la carretera. La gente va a ese punto y le dice a dónde quiere ir. Los coches del Estado, al ver al amarillo, paran y cogen a las personas que vayan a esa localidad. El viajero o la viajera, paga al amarillo la voluntad. La gente suele darle entre 1 y 3 pesos cubanos (menos de 10 céntimos de euro, vaya). Yo, como andaba un poco perdida, por no quedarme corta, le di 10 pesos (menos de 50 céntimos). En el coche iban dos hombres y una mujer que trabajaban para una compañía eléctrica, creo recordar. El que iba en el asiento de atrás fue quien me explicó todo esto (ya os dije que Yusdel es parco en palabras). Puso un CD de Buena Fé, un grupo que hace música entre rock y de cantautor, con sabor cubano. Fuimos charlando casi todo el rato y me dejaron en el Malecón, a un paso de casa. Le pregunté si le daba algo al conductor y me dijo que ni hablar.

Y así, más feliz que una perdiz, me volví a internar en el jineteo habanero, y entendí que a la gente de provincias le parezca una ciudad hostil. Pero a mí me sigue fascinando.

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3 Respuestas para “Matanzas, capital de la hospitalidad”

  1. Negracubana 2 febrero, 2012 en 18:44 #

    June
    Creo que en La Habana te sentiste un dolar con patas porque estuviste mucho tiempo en La Habana Vieja que como Varadero o Cardenas (que son parte Mtzas) son lugares colmados de turistas. En La Habana tambien encontraste gente buena y hospitalaria, cierto? Por suerte todo no son calles y calles lleno de gente que nos ve con «curiosidad antropologica»
    No soy muy regionalista pero la sensación que tienes aunque genuina es fugaz y siento que te engaño. Un habanero o habanera tambien te hubiese tratado bien por el hecho de ser la amiga de un amigo. Quizás estoy demasiado sensible pero esta frase tuya me hace cuestionarme que es lo que damos entonces los cubanos y cubanas cuando recibimos a yumas en nuestras casas: «me costaba digerir que alguien me tuviera dos días en su casa a cuerpo de reina sin esperar nada a cambio».
    Cuba te extraña
    Negracubana

    • June Fernández 2 febrero, 2012 en 18:52 #

      Querida Negra mía:

      Siento haber herido tu sensibilidad habanera. En ese momento conté una sensación, que igual no fue del todo justa. Es cierto que influye haber vivido en la Habana Vieja. Con lo del dólar con patas me refería a que el asedio por la calle es menor, a esto de poder coger botella, que no todo cueste dinero… Y también coincidió con que mi anfitrión (habanero, por cierto), tenía medios (además de generosidad) como para pagar él la cena. En fin, igual sí que fue una conclusión basada en una experiencia aislada, pero yo me sentí así y me apeteció contarlo.

      En todo caso, quiero dejar bien claro que este viaje ha sido maravilloso, que a todas mis amistades habaneras también os incluyo en lo de acogerme sin esperar nada a cambio, que estoy abrumada con vuestro cariño, y que os quiero un montón.

      Besos, linda

  2. Negracubana 2 febrero, 2012 en 19:11 #

    Te entiendo perfectamente mi querida June. Pero me preocupaba como luego se crea un mito de algo que es sumamente eventual. De tu post podriamos concluir la gente en La Habana son interssados y en Matanzas no. Me voy pa Matanzas!!!! y ahi se van a Varadero y viviran lo que describes de La Habana. En fin, valida tu experiencia, loable que lo quisieras contar, pero creo que amen del asedio al turista, que por cierto vivi en Londres y Jamaica, los cubanos y cubanas somos tan buena gente que le damos nuestra comida a cualquiera y ya sabemos que comer en Cuba es mas que un reto.
    Te repito, Cuba te extraña