Historico | 13 enero, 2012

La Habana es transfeminista

13 Ene

Una servidora, hablando a las asistentes de los talleres de Drag King

Mi primera charla en La Habana se tituló «Transfeminismo: debates y experiencias en España». Usé esa corriente como paraguas para contar a qué nos estamos dedicando las feministas, antirracistas y activistas a favor de la libertad sexual. Organizó el conversatorio (así le llaman) Yasmín Portales, una feminista marxista integrante del colectivo autónomo Observatorio Crítico. El evento se celebró en un lujoso restaurante situado en una mansión colonial del Vedado. Asistieron la bloguera feminista antirracista Negra Cubana; integrantes del colectivo de lesbianas Oremi y de Hombres por la Diversidad; expertos en transexualidad; activistas de Observatorio Crítico y varias personas más especializadas en género o interesadas en diversidad.

Llegué al restaurante de los nervios, preocupada por que el tema les pareciera una marcianada yuma ajena a su realidad. Me inquietaba también que la mayor parte de la gente que he citado está vinculada al CENESEX, el instituto estatal que coordina las políticas LGTB y que dirige Mariela Castro, hija de Raúl. Mi discurso no era precisamente institucional: yo iba a hablarles de teoría queer, posporno, feminismo islámico y demás herejías. No iba a hablar de matrimonio gay. Sin embargo, desde el primer momento me encontré en un ambiente muy familiar, cariñoso y receptivo. Escucharon con atención, no se escandalizaron con nada, y de vez en cuando interrumpían para contar cuál es la situación en Cuba o introducir nuevos elementos de análisis.

Aluciné con el nivel discursivo de estas personas (algo de lo que no me cabía la menor duda, por otra parte) y porque, pese a estar bastante aisladas del resto del mundo, no se han quedado atrás respecto a los debates en materia de libertad sexual. Por ejemplo, resulta que en Cuba también se habla de despatologización trans. Les puse una foto de Diana Pornoterrorista eyaculando ensangrentada y se pusieron a contar que hay una mujer en Cuba experta en eyaculación femenina y que quieren organizar con ella ¡un taller práctico! Una maravilla.

No se cortaban en criticar lo que hay que criticar. Por ejemplo, que pese a que la prostitución sea alegal en Cuba, a las prostitutas las lleven presas. Una lesbiana contó que la policía la acusó de exhibicionismo (diversionismo ideológico) por abrazarse con su novia en la calle. La Constitución consagra la no discriminación, pero la policía aplica la ley de diversionismo ideológico bajo criterios homófobos. Los negros criticaron también la Ley de Asedio al Turista por la que la policía se dedica a importunarlos e incluso a arrestarlos por estar compartiendo con una persona extranjera. De nuevo, el problema es la aplicación de la Ley, dado que se considera asedio que un cubano camine con una amistad extranjera. Citaron también la falta de representación de la diversidad racial en los medios de comunicación.

Respecto a la transexualidad, la principal reivindicación es que no se exiga operación genital para tramitar el cambio de sexo. Me contaron también que las personas transexuales se encuentran en situación de exclusión social y con un nivel académico muy bajo, dado que suelen abandonar los estudios debido al acoso escolar. Por lo demás, la situación legal es similar: se exigen dos años de hormonación y terapia, y también existe la prueba de la vida real.

Estuvimos casi tres horas ahí debatiendo de temas dispares: el falso logro que supone que las mujeres se incorporen a estructuras represivas como la policía o el ejército; la eficacia o no de las medidas de acción positiva (tanto en cuestiones de género como de diversidad racial); la reivindicación de los valores femeninos sin caer en el esencialismo; cómo interpretar que en ocasiones el racismo se reproduzca entre la propia población negra… Muy estimulante.

En definitiva, me encontré con un núcleo duro de militantes y especialistas en diversidad, que intentan promover cambios desde dentro del sistema, desde el compromiso revolucionario, intentando limar las resistencias de los dinosaurios perpetuados en el poder, con muchas limitaciones, pero con las esperanzas puestas en el clima de apertura social que vive la Cuba de Raúl Castro. Me reuniré poco a poco con todas esas personas para que me hablen de su trabajo y de sus experiencias. Seguiremos informando.

Guarachando

13 Ene

El Cabildo, entrando a la calle Oficios por la Plaza San Francisco de Asis

 

En mi primer paseo mañanero por la Habana Vieja escucho el ritmo dulzón del merengue. Doy por hecho que será la típica orquesta tocando para yumas en una cafetería lujosa. Pero me encuentro con un Centro de Rehabilitación Geriátrica. Las puertas están abiertas de par en par. Los viejitos y las viejitas están sentados, pero mueven la cabeza y los hombros con sabrosura al ritmo de la música. Un negro grandote engalanado con un pañuelo brillante estrambótico canta sobre un background (base musical grabada; es una palabra muy habitual en el spanglish cubano): «Cómo se menea, la batea, mira como se menea, la batea». Le acompaña una mujer de más de 60 años que mueve la cadera con descaro reguetonero. Sin duda, ese es uno de los secretos que explican la longevidad cubana.  

*

Terminamos de almorzar en casa y empezamos a sentir una gran algarabía en la calle. Salimos al balcón y nos encontramos con el Cabildo. «Se trata de un sincretismo entre el arte de inspiración circense y la religión yoruba», me explican. Es decir, el desfile combina arlequines zancudos con un cuerpo de baile que interpreta a los orishas. Todo ello al ritmo trepidante de la conga. Les sigue una multitud, en su mayoría cubana, de todas las edades, incluidos cuatro ancianos arrugados, que se han disfrazados para la ocasión y van bailando en fila en pleno meollo de la comitiva. Y recorren así todo el barrio.

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Es domingo por la tarde. Después del coloquio sobre transfeminismo, nos dirigimos a casa de nuestro amigo Kevin, un veinteañero negro, delgadito y saleroso, que fue bailarín y ahora hace sus pinitos como peluquero por cuenta propia. Él vive en un majestuoso piso de techos altos, en una casona situada en una zona traquila del Vedado. La casa es de su abuelo, el Nono, un señor de 71 años, blanco con pelo cano y ojos azules. Al Nono se le nota que es un hombre cultivado. Tiene el salón lleno de pinturas, y en su habitación guarda un ordenador con conexión a internet. Me cuentan que es químico jubilado, pero que se encuentra realizando una investigación académica sobre patrimonio histórico con otra compañera. Me hubiera gustado charlar con él, pero ese día no tocaba hablar, sino cantar.

Una de las grandes aficiones del Nono es el karaoke. En su ordenador portátil tiene grabados backgrounds de boleros, rancheras, algún son y canciones de cantautor. Nos agolpamos en torno al ordenador, algunos sentados en la cama y otros en sillas, el Nono en el centro, para cantar por Armando Manzanares, Silvio y hasta Andy y Lucas, a petición de Kevin. El Nono canta con una sensibilidad y pasión exquisitas. Kevin luce vozarrón y mucha gracia. Caridad agarra la clave o las maracas. Los demas acompañamos como podemos.

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Mientras cantamos boleros, se escucha en la calle un ritmo timbero que me tienta. Me cuentan que ahí abajo todos los domingos hay descarga (así le llaman a un tipo de fiesta cuyo matiz no se explicar) en un patio. Son casi las 11 cuando bajamos. Nos encontramos con jóvenes con pinta de universitarios, en su mayoría blancos, entregados al concierto que lidera un negro que canta y toca la guitarra. Viste con aires hippies: camisa de inspiración indígena, visera blanca de sonero, barba de tres días. Le acompañan percusionistas y coristas con estética europea: barbita, piercings, pañuelos al cuello… Entre el público abundan también los tintes de colores chillones, las uñas cortas pintadas de rojo o negro (nada que ver con las manicuras espectaculares de la mayoría de las cubanas), las deportivas tipo converse y las camisetas poperas.

Me explican que entre la juventud cubana hay dos grandes tribus urbanas: los repas y los mikis. Los repas (de reparteros) son los más callejeros, barriobajeros, ostentosos, reguetoneros. Este ambiente es claramente miki: más alternativo, de estéticas diversas, tranquilo, de buen rollo, y donde la ambiguedad y la disidencia de género son bienvenidas.

Pero ojo, seguimos en La Habana. Acompaña al cantante una chica vestida ajustadita pero discreta (camiseta blanca ceñida y jeans) que baila con coquetería. El cantante llama a subir al escenario a una joven de melenita corta teñida de rojo intenso,  bermudas rosa, camiseta azul cielo de manga corta y sin escote, y con pulseras y collares hippies. La pone a bailar. Baila rico pero riéndose con timidez. El cantautor la sonroja improvisando versos pícaros bajo la tradición repentista. Le pregunta si no le gusta algún chico. Ella dice que no. Le pregunta si no le gusta alguna chica. La chica dice «no, no, no, no». «Bueno, ya tu sabes que en estos tiempos uno tiene que preguntar así, porque aquí aceptamos todo». Insiste para que elija a alguien con quien bailar. Ella elige al corista, un muchacho rubio de ojos azules y barbita, que viste chaleco, foulard y gorra de aires bohemios. Se ponen a bailar un perreo discreto. El cantautor les pide cantando que se besen. Y se dan un morreo de película aplaudido por el público. Y así termina el espectáculo. El domingo que viene más y mejor. Por si alguien se impacienta, se reparten flyers para otras fiestas en las que se prometen performances.

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Todo eso (y más que no cuento para no alargarme) en tres días. Y aún me quedan 24.

El grupo cuyo nombre desconozco actua en un patio cuyo nombre no recuerdo.

Seis meses de aceite y agua

13 Ene

(Escrito el 5 de enero durante el vuelo Madrid-La Habana)

Mucha gente me ha preguntado por qué Cuba. Por qué otra vez Cuba, por qué siempre Cuba. Entiendo la crítica, el recelo, el hastío. Estoy cien por cien de acuerdo con que Cuba siempre está en el punto de mira. Me atrevo a afirmar que en los medios de comunicación españoles es más noticia una Dama de Blanco detenida que cientos de heridos en cualquier otra manifestación de cualquier otro país americano. Sí, yo también he llamado a comparar a Cuba con los países de su entorno cuando se critica la falta de derechos y libertades en la Isla. Yo también he protestado por que no nos enteremos de lo que pasa en Honduras; por que Fidel Castro sea retratado como un dictador sanguinario mientras que Álvaro Uribe recibe galardones por su compromiso hacia la paz y los derechos humanos. Entonces, ¿por qué yo también quiero dedicarme a analizar lo que ocurre en Cuba? (más…)