Historico | 5 junio, 2010

Performando: de cucarachas y globos de agua

5 Jun

¿Que tienen en común una cucaracha y un globo de agua? Que ambos, si hay público, me hacen sacar mi lado barbie malibú. Me explico:

 

Una noción fundamental de la teoría queer es la performatividad de género. Es decir, dado que los géneros (e incluso los sexos, se atreve a afirmar dicha teoría) son construcciones sociales, se basan en una serie de códigos de conducta diferenciados que no son naturales e innatos, sino que se van aprendiendo y reproduciendo como quien se mete en el papel de un personaje de una obra de teatro. 

Así pues, la técnica drag king busca precisamente que las mujeres reflexionen sobre el sexismo experimentando con la performatividad de la masculinidad hegemónica: poniéndose barba y paquete, sentándose con las piernas abiertas, interactuando en plan machote, etc. De esa forma entiendes que ser mujer u hombre es una suerte de disfraz que te puedes poner y quitar cuando quieras. Se trata de parodiar, explorar, cuestionar y así poder deconstruir los rígidos y opresivos roles de género.

Claro está que las feministas, o al menos yo, no estamos en absoluto libres de performar la feminidad hegemónica, pero al menos la podemos detectar y reirnos de ello. Ahí van dos ejemplos recientes en mí:

1- En una semana han aparecido tres cucarachas en mi puesto de trabajo. Las dos primeras veces había hombres delante, así que me puse a gritar como una loca (uno de los dos hombres reaccionó igual, todo hay que decirlo) y delegué en ellos el plantar cara al asqueroso bichejo. La tercera vez estaba sola. No grité (sentí el mismo asco, eso sí) y la asesiné de forma muy eficiente.

2- Un buen día aparqué la bici junto a un bloque de pisos. Cuando fui a cogerla otra vez, alguien me empezó a bombardear con globos de agua. Cada vez que me acercaba a la bici, me caía cerca un enorme globo. Los tiraban de diferentes ventanas para despistarme, y por supuesto que no se veía ni un pelo al responsable. Mi reacción: ponerme a gritar -de una forma, eso sí, más masculina, con insultos sexistas como «hijo de puta», «me cago en tu puta madre» incluidos-, hasta llamar la atención de dos hombres que vinieron a salvarme. Os juro que hasta se me pasó por la cabeza pedir a uno de ellos que me soltase él la bici para no volver a exponerme al bombardeo. No hizo falta porque justo entonces apareció una patrulla de policía y les conté, no sin vergüenza, mi problema. Muy viriles, me dijeron: «Vete ahora tranquila, que ya verás como ya no se atreven a tirar nada». Y así resolví el problema.

En fin, tengo mil ejemplo más: mi desinterés por aprender bricolaje o mecánica, mi tendencia a mostrarme más frágil físicamente de lo que soy (delgada pero con una complexión robusta muy desaprovechada), algún ramalazo excesivo de coquetería poco igualitaria cuando hablo con hombres… Y en el otro lado, hoy me he partido de risa con un chico que se ha eslomado ayudándome a llevar una pesadísima caja por negarse a que la llevásemos entre los dos.

Cuento estas cosas no para flagelarnos sino para animarnos a detectar (mejor si es con humor) estas actitudes impuestas como primer paso para desobedecer las que limitan nuestra libertad, autosuficiencia o incluso salud. De lo contrario, seguiremos dedicándonos más a interpretar el papel que nos ha reservado esta sociedad sexista que a vivir de acuerdo con lo que realmente somos y queremos ser.

Y como el de histéricas es uno de esos papeles, os dejo con una canción chulísima (gracias, Maite) dedicada a Freud, al que debemos la estúpida idea (y pese a ello vigente en casi todas las mujeres) de que un orgasmo logrado por estimulación directa del clítoris es menos puro y deseable que uno mediado por un pene: