El inconfundible morro de Irene Montero

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EL CORREO DE ESPAÑA / 08.02.21 / A tenor de lo que representa la antaño cajera de Galapagar, hoy marquesa y al parecer ministra de no se sabe qué cartera de Igual-da, su morro es inconfundible. No me refiero a lo que manifiestamente se alude en la calle cuando se la menta en sus reconocidos trajines extralaborales, los que la sentaron en una poltrona hecha a medida de su ambiciosa inutilidad; no a ese morro metafórico de trepadora oportunista que da cuenta de la podredumbre de su currículum y el ascenso meteórico de la digna hija de su padre, mozo de carga, honorable profesión para cualquier ministrable o mérito como el de Lastra e Iceta, legos pero apañados. No ese morro virtual de su condición peripatética que vive en un mundo extraviado que solo existe en una mente harto extraña y acribillada de complejos inconfesables, acaso como las artes del ascenso fulgurante asida a la cola de caballo de su mulo particular y bolivariano. No ese morro sinónimo de jeta que convierte a arribistas de baja estofa en enchufados de un repugnante sectarismo, siendo minoría aborrecida por gran parte de la España que los soporta por fraude electoral. No al morrazo de haber trabajado apenas con honradez sin oportunismos. Trabajo con  honra en cierta manera inexistente, pues la cuestión parasitaria del cuento político es salario poco honorable en esta España carcomida por la carroña social comunista que arruina tiránicamente a millones de personas, a imagen y semejanza del despotismo de los Ceaucescu

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