Chávez, caudillo con aires de bufón

Nunca es una buena noticia la muerte de un ser humano, pero cuando ese ser ha hecho un daño incontrolado y deshonesto, ha sido un peligro público, un dictador, un déspota con sus congéneres y ha esquilmado a una mayoría de sus conciudadanos — como ha sido el caso de Hugo Chávez– parece como que la muerte de ese ser duele un poco menos; máxime cuando la desaparición del aprendiz castrista supone una ventana de aire fresco, una alabanza a la libertad y un canto a la esperanza para Venezuela.

¡Hoy Venezuela es un poco más libre y más esperanzada! La nación hermana tiene la ocasión de saldar cuentas con el militar golpistas de la izquierdona terrorista y condenar sus políticas a una travesía del desierto durante algunas décadas. Otra cosa sería insoportable para el pueblo venezolano. Las lágrimas de hoy son la ilusión del mañana, como la mentira de estos años será la luz del incierto futuro que deja Chávez. Incluso, la prostituida democracia de Hugo Chávez no es más que la cloaca de una experiencia socialista cuyo final ya se conocía y cuyo origen está en el golpe de Estado contra la representación constitucional en la persona de Carlos Andrés Pérez. ¡Hoy Venezuela respira primavera política! Ya no se volverá a escuchar aquello de: “¡Exprópiese!”

¡Con el fallecimiento de Hugo Chávez — apodado el ‘Gorila rojo’, rechazado en gran parte del mundo y admirado en las repúblicas bananeras al servicio del viciado Fidel Castro — se recorta esa lista de miserables capaces de lo peor con el pueblo dominado! ¡Bendito sea Dios que ha sabido llevarse a tiempo a este caudillo endiosado que nació para amamantar la barbarie! ¡Albricias! ¡Paz y Libertad! No tardará en saberse plenamente el desprecio que este enredador bufón ha profesado a la mitad del pueblo venezolano, las expropiaciones basadas en el odio, las nacionalizaciones futo de la ignorancia, la presunción inocente, la protección a ETA y a la FARC, la inflación acelerada, las devaluaciones y el déficit brutal.

No hay duda que todo cerdo tiene su San Martín. ¡Maldito aquél que convirtió en odio y maldad su paso por la Tierra! En estas horas de papanatismo chavista y lágrimas de cocodrilo me acuerdo de mis amigos venezolanos que han sido represaliados, perseguidos, amenazados y maltratados. Me acuerdo de Marta Colmenares y de tantos y tantos periodistas a quienes se ha querido callar por la fuerza y en contra de lo que dicta la dignidad humana; incluso se ha utilizado a sus familiares para frenar sus ímpetus de construir una democracia de dignidad y sensatez. Sigo teniendo memoria para no perdonar a ningún dictador desequilibrado y con amplio historial de corrupción y crímenes en nombre de la patria o de una falsa redención. Ya se sabe que quien tiene mala memoria se ahorra muchos remordimientos.

No hay duda que Hugo Chávez ha representado el estercolero de la indignidad venezolana, la maldad descontrolada, el odio sin sentido, la represión habitual, el crimen ante la disidencia, la inseguridad ciudadana y la inutilidad amparada en el albañal de la ideología comunista. Tanta paz lleve a su tumba el dictador golpista como daño ha hecho a su nación y protección ha otorgado a las huestes etarras.

Solía decir Alfonso Guerra que los personajes universales, perfectamente conscientes de su inutilidad, a veces son necesarios para calmar la conciencia colectiva. La muerte de Hugo Chávez me lleva a recordar un pensamiento de Simón Bolívar, a quien tanto mencionaba él mientras se pasaba su nombre por el arco del triunfo: “Nada es peor en política que dejar de cumplir lo que se ha mandado. Esta debilidad causa el desprecio y hace inútiles las medidas posteriores”.

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