Encendido malestar del profesorado.

La comunidad educativa no se cansará de denunciar las mediocridades que predica el Partido Popular y, en su nombre, el Gobierno de Mariano Rajoy. Ahí está la imagen de padres, profesores y estudiantes en la calle. Ni una sola capital de provincia se ha librado del entusiasmo por frenar la presunta futura Ley de Mejora de la Calidad Educativa (LOMCE). Hace tiempo que venimos escuchando calificativos para todos los gustos: desde peligrosa, pasando por inoportuna, hasta clasista, excluyente, mediocre y segregadora.

No solo son las organizaciones que cojean del pie izquierdo las que así califican el anteproyecto de ley sino que muchos docentes también estamos de acuerdo con tales calificativos. Se lo digo desde mi convencimiento y sin ser sospechoso de estar ubicado en el lado siniestro de la reflexión, aunque tampoco me verán cojear por el otro lado.

No me gusta que se siga acomodando a la élite y se olvide a los demás, pero tampoco quiero el falso igualitarismo de la dañina LOGSE, ni el elitismo rampante, ni la exclusión de la comunidad educativa de la gestión de los centros educativos, ni recuperar los itinerarios segregadores desde edades tempranas. Sospecho que el ministro, José Ignacio Wert, no alcanza a comprender el daño que puede hacer a la sociedad. Debería echar la vista atrás y comprobar que gente como José María Maravall y Pérez Rubalcaba estarán en deuda permanente con la sociedad española por su culpabilidad en el atropello y el zurcido de mentes que supuso la LOGSE.

El profesorado se queja de ese absurdo adelanto de los itinerarios hacia la formación profesional o el bachillerato; considera  las reválidas como una forma de desprecio a la profesión docente; no entendemos que la Religión esté en la escuela, en vez de en el ámbito privado del individuo; tampoco vemos con buenos ojos el excesivo apoyo a la enseñanza privada ni el abandono de la educación de personas adultas; es absurdo la segregación por sexos; doloroso resulta comprobar cómo los centros se quieren gestionar con improntas mercantilistas; se desconfía del profesorado; se pretenden poner excesivas trabas para el acceso a las becas y a la universidad,… En lo que se refiere a las lenguas cooficiales no entramos pero no es de recibo la postura demencial del ministro, señor Wert.

Si del profesorado dependiera, el ministro de Educación tendría la carta de despido en unas horas y, de paso, un ERE buena parte del Gobierno, empezando por Gallardón, siguiendo por De Guindos y acabando por las ‘pajines’ de turno. Lo cierto es que a José Ignacio Wert le van a llover ‘sapos y culebras’ en las próximas semanas, junto con las que recibirá el Gobierno del ‘señorito’ Rajoy: mentiroso por excelencia y en la línea morucha y rastrera de Rodríguez Zapatero.

Por cierto, lo que me parece muy acertado es eliminar la mal llamada “Educación para la ciudadanía”, más parecida al catecismo de Petete en versión conductista e ideologizada que una materia seria para la formación y el afianzamiento de los valores.

Jesús Salamanca Alonso

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