LOMCE: regreso al pasado olvidado

La LOMCE no mejora la calidad de la educación y mucho menos las condiciones profesionales de los docentes.

El ministro de Educación, Cultura y Deporte, José Ignacio Wert, no está muy preocupado por la mala imagen que tiene en todos los medios y entre la ciudadanía. Incluso, como él dice, su preocupación es menor que las competencias que tiene encomendadas en el Gobierno. Esta idea la leemos en los medios de comunicación tras su comparecencia en la Comisión de Cultura del Senado, después de haberle llamado la atención un diputado socialista.

Los medios, los sindicatos, los partidos de la oposición y gran parte de la ciudadanía se han ‘cebado’ con él porque las medidas que ha dado a conocer  en el anteproyecto de ley de reforma educativa son un paso en falso y un paso atrás. Entre el profesorado se considera que, salvo un par de ideas, el proyecto es inoportuno, deslavazado, inconexo en muchos aspectos e incluso oportunista. Tira por tierra muchas de las conquistas de estos años pasados. Nadie debe extrañarse si en breve espacio de tiempo surge por ahí algún ‘cojo manteca’ como el que golpeaba los indicadores con motivo de las manifestaciones de la extinguida LOGSE.

Me gustaría saber a qué llama debate el ministro José Ignacio Wert. Ninguna de las medidas adoptadas aporta mejoras a lo existente, por lo tanto debería caérsele la cara de vergüenza. Tampoco mejora la calidad de la educación y mucho menos las condiciones profesionales de los docentes. No niego que el señor Wert sea el mejor expediente de la universidad en la que estudió pero, como ministro de educación y ‘cosas varias’, las medidas adoptadas tienen un perfil muy bajo y son bastante mediocres; incluso voy más lejos: estoy de acuerdo con la afirmación que hacen muchos docentes comprometidos: no solo son mediocres las medidas sino innecesarias, mercantilistas, obsesivas y calenturientas.

Observo un claro desprecio al sentido común, al profesorado y al sistema educativo, cosa que nunca imaginé en la derecha de Rajoy. No se valora la educación y se pone al profesorado en tela de juicio, al tener que ser evaluado por un tribunal ajeno al centro. ¿De dónde ha sacado el señor ministro semejante pensamiento ‘barriobajero’? También observo ese desprecio aludido en la creación de tantas pruebas externas, a modo de reválidas, al final de cada etapa, como si la evaluación continua y formativa fueran un simple juego sin valor final. Igualmente se cometen torpezas con el tratamiento que se pretende dar a los claustros de profesores y a los consejos escolares. Veo que se vuelve a la insensatez de la LOCE y a la eterna canción de profesionalizar la dirección de los centros, cuestión a la que nadie se ha atrevido a meter mano en serio.

Muchas barbaridades leo en la inoportunidad de la LOMCE y en las propuestas de los asesores del Partido Popular que, dicho sea de paso, sobran en gran número. No está mal lo de la competitividad en el sistema educativo, pero no se puede introducir como se pretende hacer: a la fuerza, con calzador y sin consulta a la comunidad educativa.

Lo que el MEC llama excelencia, no es excelencia ni por asomo sino papeleo innecesario como en los protocolos que tanto divulga el PP donde toca poder. Y finalmente, me molesta que todo quieran supeditarlo a los resultados académicos de PISA, cuyos criterios se ha demostrado que fallan por la base.

Estamos ante una mueca del ministro y ante una nube de humo para hacernos olvidar los muchos problemas que existen en España: nacionalismos, independentismos, crisis de todo tipo, aumento constante del paro, malestar social, destrucción brutal de empleo, desahucios anormales, trampas de la banca y de los propios dirigentes políticos, corrupción difuminada,… Sin duda, es para coger miedo. Al tiempo.

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