Galicia es el ejemplo.

Para nadie es una novedad si decimos que Galicia es ejemplo de buen hacer y mejor gestionar. Va por delante de muchas comunidades autónomas y sirve de candil, de ejemplo y de admiración. Y todo ello a pesar del caos que dejó el Gobierno socialista de Touriño y su coalición con el BNG. Este último verdadero cáncer para la comunidad gallega. Ya nadie duda que hablar de la coalición socialismo-BNG es hablar de corrupción pura y dura, así como de desequilibrio de las instituciones.

Mientras que Rajoy está tirando sus activos y su programa día a día, Feijóo gana credibilidad en Galicia y en España. Hasta tal punto es así que ya han empezado a surgir voces críticas para que en las elecciones generales pueda ser cartel electoral el propio Feijóo, previo congreso que le refrende y apoye.

Ya lo ven, Rajoy está en horas bajas. Núñez Feijóo ha hecho virtud de su propio trabajo y de su tesón; lo que quiere decir que ha seguido la máxima de Voltaire; es decir, ha conseguido que el trabajo aleje de él tres grandes males: el aburrimiento, el vicio y la necesidad. Hace unos días, Galicia volvió a salvar a España, cosa que nunca harían –aunque pudieran– el País Vasco y Cataluña en sus versiones independentistas.

La oposición gallega ha llegado a tal grado de podredumbre que nunca estuvo tan dividida y tan enfrentada. Hasta tal punto es así que venderían a sus líderes por un huevo frito, incluso solo por el huevo sin freír. Nunca la división de la izquierda ha sido tan positiva para una comunidad autónoma. Nunca el enfrentamiento entre la izquierda, y el odio africano que se profesan los diversos grupúsculos, ha dado tanto equilibrio a Galicia. ¿Qué diría don Manuel si levantara la cabeza? Estoy convencido que don Manuel daría por buenas las palabras de Graf: “flirtead con las ideas cuanto queráis; pero en cuanto a casaros con ellas, andad cautos”.

La plena dispersión de la izquierda es una bendición para Galicia. Esa ha beneficiado al actual presidente. A ello hay que unir que Galicia no sufre el trauma de los recortes, ni su función pública ha sufrido tanto daño como en otras comunidades: Madrid, Castilla y León, Castilla La mancha,… Otra cuestión bien distinta es la corrupción financiera donde está atrapada buena parte de la sociedad ahorradora gallega. Precisamente, ahí es donde se la juega el Gobierno gallego. Ya decía Thomas Fuller que la audacia es en la buena gestión lo primero, lo segundo y lo tercero. Y eso lo sabe Feijóo porque ha sido la base de su trabajo diario y el sustento de su programa electoral.

Ayer me decía un profesor de la Universidad de Santiago que el Gobierno gallego está con la ciudadanía, a la vez que mima al contribuyente. Prueba de ello, decía, es que aumentaron considerablemente las becas, también los presupuestos allí donde eran más necesarios, incluso casi todos los servicios sociales. Todo eso es lo que ha desarmado a la izquierda gallega que, dicho sea de paso, se ha quedado sin argumentos de peso; incluso, esa izquierda, debe de dar gracias por estar en el Parlamento gallego, porque muchos de ellos ni siquiera se lo creían cuando vieron los datos totales del recuento.

Con la que está cayendo, tener controlados los datos es lo más importante. Y eso sí lo ha hecho el Gobierno gallego, incluso siendo escalofriantes en algunos casos, debido a la mala gestión y a la ineficacia de la coalición que llevó a Galicia al caos más insostenible y rastrero.

El socialismo actual, heredero de aquel socialismo corrupto y manirroto que gobernó Galicia de la mano de Touriño, es un socialismo que apunta ruina, decepción, desconfianza, corrupción y que, a la vez, se ha convertido en el hazmerreír de Europa. A ello ha contribuido sobremanera el ‘vendeburras de León’, José Luis Rodríguez Zapatero. Y aquí llegamos, sin haber recuperado la imagen excepcional que España tuvo en el exterior durante los Gobiernos de Aznar.

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