La violencia siempre genera violencia. Empezaron pintándose la cara como mediocres profesionales y como indios insensatos y… la cosa podía haber acabado con la inconsciencia de una persona o la muerte del guardameta del Real Madrid: cayó una botella, pero podía haber caído una bengala o una bala disparada. En Sevilla siempre pasa lo mismo y un día habrá muertes, porque el presidente sevillista no es capaz de cortar el fomento de la violencia, el odio y la ‘guerra’ furtiva contra el adversario deportivo.
Ahora vamos a ver cómo los comités de disciplina deportiva son simples marionetas, fantasmas de ocasión, caprichosos babeantes o payasos que bailan al son del ‘Villarato’. No lo olviden: dan a entender que un muerto en el Real Madrid puede ser una simple anécdota, pero si sucede en el Barcelona es un atentado al deporte, a la dignidad y a la ‘nación’ catalana, aunque no sea ni nación ni país, y mucho menos Estado.
Ahora, lo que procede es una fuerte sanción al Sevilla por un intento frustrado de ‘atentado’ contra Iker Casillas y una consumada agresión al insigne portero del Real Madrid e ínclito guardameta de la selección española. Si hubiera sido un aficionado del Betis, lo hubieran condenado a perpetuidad o hubieran cerrado el campo por seis partidos, pero como es el Sevilla servirá simplemente de gracieta, mofa y anécdota.
Cualquier sanción por debajo del cierre de seis o siete partido es un atentado al sentido común, una mofa contra el Real Madrid y un desprecio al fútbol. ¿Apostamos a que, por miedo a la afición sevillana, queda en una simple multa? Con ello seguirán pintándose para fomentar la violencia y el odio al contrario. Hay quien concibe así el deporte, como si fuera una guerra.
¡Qué vergüenza! ¡Qué estupidez! ¡Qué insensatez! Decía Moliere que «las cosas valen lo que se las hace valer». Pues eso. Parte de la afición del Sevilla, su presidente y los recogepelotas que abandonaron a Iker, dejan mucho que desear. No merecen el pan que comen ni la luz que los alumbra.
