Crónica de la demolición sistemática y científica de un país llamado España

Plazo de ejecución: dos legislaturas

Por Pepe Aguado.- En el pueblo alcarreño de Millana, donde me crié, ante cualquier cosa que, por su dificultad, requiriese una destreza especial, solía decirse: «Un tonto que sepa lo hace». La inequívoca filosofía del paleto alcarreño no fallaba. Evidentemente, por muy tonto que fuese un individuo, si sabía, podía hacerlo.

Algo similar ocurre con la demolición de España: aunque parezca una labor de difícil ejecución, cualquier tonto que sepa puede llevarla a cabo y, si se rodea de ineptos que, para vivir de la mamandurria, no ofrezcan oposición a la ejecución de su proyecto, lo consigue con más facilidad.

El primer paso dado para la demolición de España ha sido conseguir  que en la política española se invierta la Ley de la Gravedad, con lo que desaparece sumergida la crema de la intelectualidad, para que puedan salir a flote los posos de la mediocridad, de los que surge el SUPERHOMBRE, el único e irrepetible Übermensch que nos presenta el filósofo alemán Friedrich Nietzsche en su obra Also sprach Zarathustra, que, traducido al español que todavía se nos permite hablar en España sin violar ninguna ordenanza, nos daría: Así habló Zaratustra.

Siempre según Nietzsche, Zaratustra, cuando decide abandonar su retiro y regresar entre los míseros mortales para hacerlos partícipes de su sabiduría, pronuncia una frase que sintetiza toda su idiotez, entendiendo la palabra «idiotez» no como figura en el DRAE, sino recurriendo a su significado etimológico de «ensimismamiento». Así habló Zaratustra y no os perdáis lo que dijo:

«Estoy hastiado de mi sabiduría como la abeja que ha recogido demasiada miel, tengo necesidad de manos que se extiendan».

En el caso de España, nos surgió otro único e irrepetible Übermensch, el inefable, incompresible e irresponsable Zapatustra quien, con la rauda intrepidez de un cohete de procesión, se elevó desde las bases del PSOE hasta el mismísimo cielo de la política española, para, una vez allí, destrozarse con estruendosa explosión y desplomarse hasta el suelo convertido en basura.

Y, de un modo similar a Zaratustra, Así habló Zapatustra; pero lo hizo con seductora Lengua de Serpiente y entonces apareció ante él una infinidad de manos tendidas, embaucadas por el encanto de sus palabras, que Zapatustra fue llenando, a costa del contribuyente español, con dádivas y mercedes (en algunos casos, Benz), como pago por la colaboración necesitada para llevar a cabo su proyecto de demolición de España, planificado meticulosamente sobre una base científica perfectamente desarrollada, en la que se tuvieron en cuenta los puntos siguientes:

1.– Derribar las tres unidades básicas en que se apoya un estado: unidad de gobierno, unidad de lengua y unidad de religión.

El emperador romano Constantino, mucho mejor estadista que Zapatustra, consciente de la importancia de estas tres unidades y a la vista del declive del Paganismo, fomentó el floreciente Cristianismo, con lo que consolidó el Imperio tomando como base las tres unidades: gobierno (él mismo), lengua (el latín) y religión (el Cristianismo). Zapatustra, en cambio, para culminar con éxito su proyecto de demolición de España, ha hecho sabiamente todo lo contrario: disgregar el gobierno, concediendo poderes excesivos a las autonomías, para pagar apoyos parlamentarios; ha contemplado impasible la persecución de la lengua española y la marginación de quienes quieren hacer uso de su derecho a hablarla, y ha recortado atribuciones a la religión predominante por tradición, mientras beneficia exageradamente el advenimiento peligrosamente masivo de otras.

2.– Reavivar odios fratricidas, con el fin de dividir para vencer, es otro recurso muy poderoso utilizado para la destrucción de España.

Zapatustra, al mismo tiempo que se nos presenta como Adalid del Progresismo Nacionalsocioizquierdista, nos ha hecho retroceder hasta el año 34, con sus ideas obsoletas de izquierdas y derechas.

Incluso antes de morir el Dictador, los españoles habíamos aprendido a convivir pacíficamente, dejando a un lado las rencillas prebélicas. El resentido y rencoroso antiespañol Zapatustra ha reavivado los rescoldos de los fanáticos sentimientos de una aversión que tiene su origen en lo que hicieron no ya nuestros padres, sino nuestros abuelos.

Para dirigir España necesitamos gente honesta y de ideas y no fanáticos de ideologías obsoletas y fracasadas, como es el caso del «progresista» Zapatustra.

3.– Desprestigiar a España, aunque sea a costa de convertir a su Presidente del Gobierno  en objeto de mofa y escarnio en foros internacionales.

A cualquier español antizapaterista (los hay a millones), le impora un bledo que la gente se burle de  Zapatustra; pero no podemos evitar que se nos caiga la cara de vergüenza, cuando contemplamos, sin poder evitarlo, que quien nos representa como Presidente del Gobierno, hace solemnemente el ridículo, no sólo dentro de casa, sino cuando nos representa en el extranjero e incluso en las instituciones más relevantes de nivel mundial. Pongo como ejemplo la burla que hace la RAI a costa de él o el desplante que le hizo Berlusconi e incluso es fuente de inspiración para las sátiras de humoristas dentro del territorio nacional. El ridículo internacional que hace España con estos representantes es objeto de burla una, dos, e infinidad de veces, como puedes comprobar si buscas en Youtube «Zapatero ridículo».

Los españoles debemos sentir vergüenza, al vernos representados por una persona que no es capaz de hablar una lengua extranjera, algo que hoy día podemos considerar común y hasta imprescindible para cualquier persona de un nivel medio de instrucción.

4.– Convertir el Congreso de los Diputados en un mercadillo de feria.

Esta especie de simonía política es una táctica habitual de la mal llamada Democracia Española; pero ha adquirido su dimensión más desproporcionada durante el mandato de Zapatustra, que consigue su permanencia en la poltrona gracias a su desvergonzada compra de votos a los nacionalistas, incluso antiespañoles, que, a la hora de la verdad, son los que mandan en esta  España que tanto odian algunos de ellos.

5.– Dedicar toda su atención a mantener una campaña electoral permanente.

Los españoles sentimos ya asco cuando sale algún político en televisión: en vez de dedicar sus esfuerzos a solucionar problemas que ellos mismos deberían haber evitado, dedican toda su actividad a desprestigiar al adversario (para lo que no falta materia prima), con lo que demuestran que lo único que les importa es el mantenimiento y conservación de la poltrona, en vez de interesarse por remediar los cada vez más numerosos y graves problemas de la Patria.

6.– Mentir consciente y deliberadamente.

En un país, como España, con una sociedad que no ha adquirido todavía la madurez necesaria para vivir en Democracia, el político que más posibilidades de éxito tiene es el que más miente y el que más desprestigia al adversario o, en resumen, el que es capaz de generar más odio o adversión. Son pocos los ciudadanos españoles que se detienen para analizar las palabras de los políticos: para la mayoría, sus declaraciones no tienen un valor intrínseco, sino que éste depende de quién las haga. Los españoles pensamos y votamos con el corazón y no con el cerebro. Después, tenemos que sufrir las consecuencias.

7.– Rodearse de ineptos, para evitar que le hagan sombra.

Muchos ministros y colaboradores de Zapatustra han destacado por ser focos potentísimos de tinieblas intelectuales y hasta culturales. Él se ha desprendido insensatamente de todo subordinado que pudiese hacerle sombra e incluso algunos lo han abandonado, al no poder soportar su egocentrismo paranoico. No es preciso traer a colación toda la sarta de patochadas, banalidades y chabacanerías con que el equipo de Gobierno nos ha hecho sentir vergüenza tantas veces.

Y podríamos aportar muchos detalles más sobre la infinidad de hábiles recursos puestos en marcha para la demolición consciente y deliberada de España (como el soborno de los sindicatos, el servilismo y la corrupción de la MAFIA JUDICIAL y de la Administraicón en general, etc.), como medios para alcanzar el objetivo primordial que no es otro que aferrarse a la rentabilísima poltrona y conservarla durante el máximo tiempo posible, sin prestar oídos al soberano pueblo español que se limita a llorar como plañideras en foros de radio y de periódicos digitales, actitud que comprendo perfectamente, porque la sociedad española tiene pánico a tantos jueces y políticos desalmados que padecen miopía para ver innumerables tropelías que, al final, quedan impunes; pero tienen vista de águila  y mano de hierro para descubrir y castigar despiadadamente cualquier comentario veraz que pueda dejar en evidencia su podredumbre moral.

Y, mientras muchos se enriquecen desmesuradamente, MAS DE CUATRO MILLONES DE PARADOS.

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