Mentiras y gordas

El Ministerio de Cultura que preside Ángeles González-Sinde ha otorgado, en conformidad a la legislación vigente, un millón de euros a la película ‘Mentiras y gordas’, dirigida por Alfonso Albacete y David Menkes a partir de un guión coescrito hace cinco años por la ahora ministra de Cultura Ángeles González-Sinde.

Y como hay una norma de ayudas  al cine que premia a las películas según su éxito de público, ‘Mentiras y gordas’ consiguió rebañar un dinerillo público: una subvención de un millón de euros. Traducción grotesca: la ministra de Cultura se subvenciona a sí misma. Y traducción amable: la ministra de Cultura no puede excluir una película de las subvenciones por el hecho de haber sido su guionista.

Pero ¿qué ocurre? Ocurre que la mujer del César tiene que parecer honrada, además de serlo. Ocurre que la palabra subvención está manchada del pecado original de la sospecha por los abusos que se han cometido. Ocurre que, siendo la ministra la guionista, no queda bien que se regale a su obra un millón de euros. Es legal, pero se presta al titular que he leído en la edición electrónica de un periódico serio: «González Sinde da un homenaje de un millón de euros a su Mentiras y gordas ».

Y o curre que pasa a las pocas semanas de que el anterior director general de Cine, Ignasi Guardans, denunciara prácticas de fraude en esas ayudas. Sumado todo, yo no desconfío de la subvención ni dudo de la honradez de la ministra. Pero la van a martirizar. Y el señor Guardans debe aclarar su denuncia. Ahora tiene esa obligación moral.

Una injusticia y un fiasco intervencionista que no debería tener cabida en un Estado democrático. Sin embargo, Zapatero apostó por Ángeles González-Sinde, tratando de convertir Cultura en un ariete ideológico para su Ministerio de Propaganda y en un instrumento para favorecer a chiringuitos amigos como la SGAE o el complejo audiovisual, conocido como La Coalición. A este propósito responde, en esencia, la ley Sinde y en concreto su famosa disposición final segunda, que con la excusa de proteger los derechos de autor, representa una amenaza para la libertad de expresión.

Pero lo de Sinde es un despropósito desde el principio. Una persona que se lucra con un negocio no puede decidir luego desde el Gobierno sobre las subvenciones a ese negocio. El fracaso de su ley en el Congreso, proyecto estrella del zapaterismo, no sólo evidencia la soledad de un PSOE que se queda sin apoyos –la sesión del  hemiciclo fue una pura agonía–; sino también el carácter inútil de un Ministerio que debería desaparecer y de una ministra que debería dimitir o ser destituida.

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